Pasó la feria arteba una vez más, con una edición que se salió de lo tradicional: esta vez la feria se hizo en Costa Salguero. Sin corte de cinta para la inauguración (aunque esto ya había dejado de hacerse hace un tiempo), la feria demostró menor institucionalidad y formalidad. Con el auspicio de Clarín y Ñ, arteba, de a poco, va ganando en discreción y tranquilidad. Va madurando.
La ventaja principal quizás de hacer la feria en Costa Salguero fue poder tener espacios más grandes para exhibir obras y proyectos. Esto permitió que cada galería, institución, organización o empresa pudiera diseñar su stand con mayor libertad, y con estilos y montajes más originales.
La crisis pandémica de 2020 y 2021, tal vez, en este sentido no vino mal: parece haber servido para hacer una revisión y replantear las formas de organizar y llevar a cabo una feria (que no es sólo una: hay muchas, todas variadas y efectivas).
Siguiendo los tiempos de cambio, el nuevo formato de feria que va demostrando arteba es de espacios con stands más grandes y mejor diseñados; menos actos con muchedumbres y mayor cantidad de visitas de grupos más pequeños, visitas más tranquilas, orientadas claramente a poder observar las obras y los proyectos de los artistas en detalle.
Esto último permite, a su vez, un menor frenesí: se gana en tiempo de diálogo entre visitantes, compradores o potenciales compradores, galeristas, curadores y artistas.
En paralelo, el hecho de que hayan existido, a lo largo de toda la feria, espacios de descanso para poder sentarse o dialogar con otros no es menor: la feria era grande, llevaba horas caminarla y observarla, y los asientos y sillones constituyeron, entonces, remansos ambicionados y puntos de encuentros sociales.
Los “galeristas-detectives”
Hay otro dato de cambio de aires en esta edición y refiere a los perfiles y la profesionalización de los galeristas: en los últimos años se fue dando un vuelco que este año en arteba se notó claramente. Se trata de la consolidación firme de los “galeristas-investigadores”, es decir, de aquellos galeristas que no sólo buscan artistas u obras, sino que (ellos mismos, sin derivar la totalidad de la investigación en académicos que trabajan en vínculo con el mercado, y sin que prime el personalismo) siguen la carrera y vida de un artista que estaba un poquito fuera del spot, se comprometen con ambas cosas, lo ayudan y ponen en valor piezas, archivos e itinerarios casi olvidados.
Y es interesante que existan “galeristas-detectives”. Ejemplo claro de esto puede verse en la galería Rolf, con el detallado trabajo realizado en torno al archivo de Marie Louise Alemann, pionera del cine experimental en Argentina, quien trabajó junto a Narcisa Hirsch y Walther Mejía en la década del 60.
Por su lado, la galería Del Infinito también lleva a cabo el rescate y puesta en valor de artistas y obras sobre quienes falta hacer una revisión, como por ejemplo el trabajo de años que hace Julián Mizrahi en torno a ciertas obras fundamentales de Alberto Greco.
Otra galería que sigue este camino es Aldo De Sousa, escarbando el tiempo hacia atrás en búsqueda de valorizar obras y carreras que deberían haber estado en primera línea y todavía no lo están, pero van camino a eso (está pasando ahora con las delicadas y exquisitas piezas del poeta santafesino Hugo Padeletti).
W. W. W (antes galería Walden), encontró un punto original, siempre buscando artistas mujeres históricas, y archivos afines. ¿La cereza o, quizás, el punto de origen de estos proyectos? Damos fe: los archivos. Entraron (hace rato ya) al mercado de arte, se venden junto a las obras. Los archivos no sólo revelan y ratifican, sino que cotizan per se.
Yendo al punto “duro” de los números: no había galería que no tuviera piezas de montos discretos, además de otros números. Este año arteba, para todo aquél que quiso comprar, tuvo ofertas de muy buenas obras desde los 300 o 400 dólares (como las pinturas de Charly García, vendidas prácticamente todas, o las carteras súper-originales del artista tech e ingeniero nuclear Franco Palioff) hasta las que rondaban los 350 mil (por ejemplo, obras importantes de artistas históricos, como la de Emilio Petorutti en la galería Roldán Moderno).
Dentro de las tres grandes secciones que tuvo la feria –Galerías principales, Stage y Utopía–, en todas hubo obras o proyectos curatoriales que eran interesantes: “Después de la naturaleza”, el espacio de Zurich curado por Sofía Dourron, pudieron verse muy interesantes piezas mixtas, de plena metamorfosis entre los reinos naturales vivos, como por ejemplo las obras (exploraciones) de Julia Padilla.
Por su lado, el Banco Ciudad apostó por un proyecto unipersonal de la Chola Poblete, con acuarelas y objetos realizados con masa de pan. El Ministerio de Cultura de la Nación expuso MATRIA, producciones de mujeres artesanas argentinas, poniendo así en crisis la “distinción” (siempre cuestionada, acaso inútil) entre arte y artesanía.
El espacio editorial “Isla de ediciones” –curada por Alejo Ponce de León, organizada por Proa– fue gigante, con editoriales independientes originales (como Ripio) y la invitación a la muy buena librería La Paragráfica.
Las últimas pinturas de Luis Felipe Yuyo Noé mostrando su enorme vitalidad, océanos gigantescos de colores, en Rubbers; la pintura (antigua, inusual) sin título de 1968 de Rogelio Polesello en Roldán; las cerámicas de Matías Duville en Barro; la videoinstalación-autorretrato de Lolo y Lauti en la misma galería; las cerámicas de Gabriel Baggio en Hache; los dibujos de Andrés Pasinovich en María Casado; las pinturas con vidrio esmerilado de Amaya Bouquet en el mismo espacio; las cerámicas y pinturas de Débora Pierpaoli en Tokonoma; los objetos de Jessica Trosman en Gachi Prieto; todas las pinturas que podían verse en Quimera, entre muchísimos, muchísimos otros artistas y espacios, dan cuenta de la multiplicidad de expresiones y variedad de precios que tuvo este año la feria.
Una edición que, para ponerlo en palabras del propio Charly, el gran “artista revelación” de esta edición en la feria y en galería Popa: “Fui lo que creí, soy lo que está pasando”. Pasa y pasó otra arteba, en donde se vendió, descubrió y expuso. Ahora, a organizar la próxima: el mercado de arte no duerme.
FUENTE: Mercedes Pérez Bergliaffa – www.clarin.com