Las clases no comenzaron pero en los alrededores del Pabellón 3, en Ciudad Universitaria, la cola de gente es interminable. Literal: no se sabe donde termina, porque da varias vueltas en espiral. Son las 6 de la tarde del viernes y todo el revuelo es por Bjarke Ingels. El arquitecto más influyente del mundo está en Buenos Aires y nadie quiere perderse su conferencia.
Una hora después, el danés anda por los pasillos y sube a la terraza de la FADU. Lo acompañan el decano, Carlos Venancio, los docentes Tristán Diéguez y Hernán Maldonado y un séquito de gente de su estudio y de la universidad.
Desde las alturas llega a verse el predio del ex Tiro Federal, las tierras sobre las que con BIG, su estudio con sedes en cinco ciudades, participó de una propuesta para los lotes que compró el Grupo Werthein en lo que será el Parque de la Innovación.
Pero no es por eso que Ingels está en Buenos Aires, ya que el proyecto está stand-by. Según él mismo dijo -y confirmaron a Clarín fuentes del grupo- “por el momento no sucederá”.
Tampoco se reunió con el Alejandro Gawianski, con quien tiene en firme la intención de desarrollar una manzana en el Distrito Tecnológico, con espacios de coliving, coworking y colearning. En este caso, aseguró Gawianski desde Bariloche, “falta que se resuelvan cuestiones de normativa”.
Para qué vino Bjarke Ingels a Buenos Aires
¿Para qué vino entonces? Además de la invitación de la Universidad de Buenos Aires, el arquitecto de 47 años cruzó el charco desde sus Uruguay (donde estuvo de vacaciones) porque participa -a título personal- en Monopol Buenos Aires (@monopolba) un espacio de experimentación creativa con sede en la calle Darwin al 1300.
Con la mención de este proyecto abrió su conferencia e invitó a todos a sumarse, aunque todavía no esté muy claro para qué. Lo cierto es que su presentación de casi una hora y media capturó la atención de todos (600 personas en el Aula Magna, unos 1500 más en el patio por pantalla gigante) con sus ideas sobre cómo habitar en el futuro, en nuestro planeta y también fuera de él.
Es que el creador de BIG piensa en grande. No solo desarrolla edificios singulares, bellos y sustentables, sino que además se anima a proponer un “Masterplanet”, es decir, un plan maestro para la Tierra.
Aunque todo lo que mostró fue deslumbrante, con fotos, esquemas y animaciones en 3D, ese fue uno de los puntos salientes de su presentación. Ingels sostiene que con una visión integral del planeta se podría detener el cambio climático y lograr un hábitat sustentable incluso para una población de 10 mil millones de personas.
La clave, expuso, es trabajar en módulos los grandes temas (energía, agua, alimentos, residuos, transporte) y luego aplicarlos a escala global. En el mismo sentido, propone Oceanix, un proyecto de ciudad flotante conformada por “islas” artificiales que pueden agruparse en comunidades de distintos tamaños.
Durante la clase magistral desgranó una seguidilla de obras -ya construidas, en construcción y en etapa de proyecto- ubicadas en distintas partes del mundo. Copen Hill, la planta de reconversión de residuos que es a la vez una pista de esquí en Copenhague (su ciudad de origen), el Museo Atelier Aurdemas Piguet, con su pabellón en espiral (Suiza.
También se refirió a The Twist, un museo que funciona a la vez como puente en Noruega, y por supuesto a la Lego House, el museo de los emblemáticos ladrillitos, otra vez en Copenhague. Y habló sobre el plan para proteger Manhattan de las inundaciones, pergeñado después del huracán Sandy, que dio en llamar East Side Coastal Resiliency Project.
Para el final y con música ad hoc, dejó el “Proyecto Olympus”, cuya meta es construir las primeras colonias humanas en la Luna. Con el auspicio de la NASA y en conjunto con la empresa ICON, BIG estudia el material omnipresente en la superficie selenita, llamado regolith.
En el polo sur lunar, las construcciones se realizarían mediante impresión 3D. “Las respuestas a nuestros desafíos en la Tierra bien podrían encontrarse en la Luna”, asegura Ingels poco antes del cierre.
Después responde unas cuantas preguntas, mira la hora y dice, en español: ¡Listo!
Pero hay más, invita a seguirlo al patio central, donde los estudiantes lo esperan para improvisar un brindis por su visita. Que, prometió, repetirá siempre que pueda.
FUENTE: Graciela Baduel – www.clarin.com