El Mirador del Monumento a la Bandera es el punto que más seduce a los visitantes, particularmente a los chicos.
Desde que se concretó la propuesta de “Invicta”, en el concurso de anteproyectos para construir el Monumento, el arquitecto Ángel Guido planteó que la Torre era el “mástil” de la nave que representa el conjunto. Sin embargo, no tenía el aspecto con que hoy la conocemos porque en origen terminaba en un extremo ciego, ornamentado con sendos colosos alusivos a los puntos cardinales. De hecho, “Invicta” carecía del Mirador. Así resulta de la maqueta que Guido presentó ante el jurado del concurso, en la exposición de bocetos que se concretó en septiembre de 1940 en el edificio de la Aduana, que servía de sede a la Comisión Ejecutiva encargada del proyecto.
En la “memoria” que acompañó la propuesta se planteaba, que en el centro del último piso de la Torre se colocaría una urna de piedra que “contendrá una bandera de guerra de prosapia histórica digna”. Esta Bandera, seguí exponiendo la memoria, será “custodiada por cuatro gigantes: los CUATRO PUNTOS CARDINALES DE LA PATRIA”, colocadas por fuera de la Torre”. Presumiblemente la enseña patria referenciaba a la que nació en Rosario y que se perdió en la historia, irremisiblemente.
En 1943 entre la Comisión Ejecutiva y los artistas (Guido y los escultores Bigatti y Fioravanti) se pactó una serie de reformas a la propuesta primaria. Fue entonces que se dispuso reinstalar los colosos aludidos en la base de la Torre por entenderse que a tal altura (unos 64 metros) no podrían ser apreciados por los visitantes; paralelamente se proyectó ubicar un mirador en el remate del segmento, que invistió de la función que en los navíos de la antigüedad cumplía la cazoleta destinada al vigía, llamado “carajo” en la jerga marinera hispana; o “nido de cuervo” que técnicamente se denomina “cofa”, aunque esta acepción remite en propiedad a una plataforma, desde la que la marinería gestiona el velamen. En razón del simbolismo que entraña el Monumento, me permito la licencia de llamarlo “nido del cóndor” como título esta entrada.
En la fotografía que abre este comentario el vértice de la Torre del Monumento se caracteriza por un balcón y una estrella de ocho puntas en cada cara. Para acceder al Mirador los visitantes deben ingresar a la Cripta de Belgrano, ubicada en la base de la Torre y por una puerta pequeña acceden a una escalera de mármol pulido que se desenvuelve en caracol, superando varios niveles, totalizando 48 escalones, hasta llegar a un sector ubicado sobre el techo del recinto que se dedica al prócer.
Allí se toma un elevador que cubre el recorrido hasta lo alto, estimado aproximadamente en unos 50 metros. Al descender se encuentra un pasillo perimetral que vincula todos los balcones; estos se orientan a cada uno de los puntos cardinales. Cuando se concreta el descenso se encuentra una escalera, simétrica a la de ascenso, que devuelve al visitante a la Cripta de Belgrano.
Por sus características y por la espectacular vista que presenta al visitante el Mirador es un punto de preferencia especialísimo, ya que permite acceder a un panorama de 360º. Desde allí se abarca, gran parte de la ciudad, hacia el Norte y el Oeste; desde el que se observa la costa del río Paraná, con el puente Rosario – Victoria al fondo; mientras que desde el Sur se sigue el curso fluvial hacia Bs. Aires, y en días claros llega a percibirse la ciudad de Villa Constitución. En cuanto al balcón Este, otorga un panorama inmejorable de la costa río arriba junto y el amplio delta. Nadie puede sustraerse a las emociones que depara.
En circunstancias excepcionales cuando se franquea el acceso en horas de la noche, el panorama cambia totalmente ya que el paisaje ofrece una visión cuasi mágica, donde los colores y brillos mezclados con las sombras netas de las islas, conjugan una sinfonía de detalles, como por ejemplo las luces de Victoria, sobre el horizonte; la serpiente lumínica del tránsito por la ruta que lleva a esa ciudad; la visión lejana de San Lorenzo y la luminosidad de los barcos en navegación. Durante mi gestión en la dirección del Monumento tuve el placer de generar un circuito nocturno que se cumplió en ciertas noches estivales.
En consecuencia, la reforma al anteproyecto original fue todo un acierto porque sumó una atracción turística a la tensión emocional que caracteriza al Monumento.
El pasillo circundante al hueco del ascensor que vincula los cuatro balcones debió contener transparentes o paneles con información a los interesados. Las pruebas que se efectuaron en diversas épocas derivaron en experiencias aciaga ya que fueron vandalizados. La incultura de muchos genera un incesante trabajo de limpieza y mantenimiento en todo el sector y en las escaleras de acceso.
Más allá de la espectacular vista, en el interior del Mirador solo se encuentran cuatro bancos de mampostería que permiten un circunstancial descanso a los turistas. A mediados de la década de 1970, en cada balcón se instalaron prismáticos de gran potencia; como una atracción más, para permitir visualizar detalles del paisaje, con solo depositar una moneda o cospel. También estos sufren depredaciones periódicas. Como medida de seguridad los antepechos de los balcones son relativamente altos, con lo que cumplen una función estética, ya que ocultan los vanos de las puertas a quien observe desde el suelo. Esta característica incomodaba a las personas de talla baja y las familias que concurrían con niños ya que había que levantarlos para que apreciaran la vista. Una de las primeras medidas que adopté cuando accedí a la dirección general del Monumento, fue tan simple que nunca me expliqué como no se había previsto desde décadas atrás, consistió en colocar una suerte de peldaño o plataforma. Simple ¿No?
Una nota de tragedia, similar a las ocurridas en otros miradores de gran altura de lo largo de todo el mundo, fue que algunas personas afectadas por desórdenes mentales eligieron la altura de la Torre para saltar al vacío y dar por terminados sus días. Para prevenir reiteraciones fue necesario enrejar los balcones, con lo que el peligro se conjugó al costo de afear el aspecto externo; quedó en carpeta una más cuidada terminación de esta medida de protección.
El ascensor se desenvuelve por el interior de la Torre; mientras duró la construcción del Monumento el espacio contuvo un montacarga que facilitó el traslado de ladrillos y las placas de mármol del revestimiento exterior. La noble máquina que presta sus servicios es básicamente la misma que se instaló entonces. En principio se pensó colocar dos ascensores para favorecer el más ágil acceso y salida a los visitantes, pero en definitiva se optó un solo elevador, con capacidad para algo más de 15 personas y el operador. Lo usual es que solo accedan unas 10 o 12. Para tranquilidad de los futuros visitantes cabe explicar que, invisible a sus ojos, existe una escalera que transcurre en paralelo y que actúa como un acceso de auxilio si el ascensor queda fuera de servicio, esta suma 352 escalones, nada menos. Impacta pensar que la Torre se construyó empleando andamios de madera, sin ayuda de ninguna grúa de gran porte.
A nivel de los balcones, una pequeña puerta de bronce franquea el acceso a la escala de auxilio. Subiendo por un pequeño tramo se llega a una habitación superior que contiene el motor del ascensor; en sus paredes cuatro lucernarios vidriados con forma de estrella de ocho puntas, la impronta personal con que singularizó muchas de sus obras destacar con una luz amarilla al caer la noche.
En el techo se abre una puerta trampa corrediza, cuadrada de un metro por lado (art. 100, del contrato), permite acceder al coronamiento de la Torre, sobre el exterior, una ubicación de peligro ya que no hay ningún tipo de baranda y los vientos son extremadamente fuertes. Como parte de algunos dispositivos de seguridad en ocasión de visitas presidenciales o de otros visitantes distinguidos, el Mirador del Monumento se transforma en un elemento esencial y tiradores de elite se apostan en el lugar.
Una situación excepcional se dio el 8 de agosto del año 2018, cuando llegó a Rosario la antorcha de los Juegos Olímpicos de la Juventud (Bs. Aires, 2018). En la ocasión tres atletas subieron al punto más alto del Monumento portando la flama. En las tomas puede apreciarse la peligrosidad inherente y el sistema de acceso al lugar.
Aprovechando la abertura practicada en la cima Guido soñó proyectar hacia el cielo una luminaria trazadora de luz potentísima, utilizando un proyector de los que se emplearon en la Segunda Guerra Mundial para señalar las incursiones de aviones enemigos a la artillería antiaérea, un elemento de los que existían muchos rezagos de la conflagración bélica que finalizó en 1945. En la fantasía del ingeniero- arquitecto esto permitiría vincular el haz lumínico con otro similar, que debía instalarse en el punto más alto del monumento conmemorativo del triunfo de San Lorenzo, que también había proyectado, pero que finalmente se truncó. Monumentos levantados en otros lugares del mundo cuentan con dispositivos similares.
Cuando se inauguró el Monumento en 1957 se colocó una doble baliza lumínica de color rojo en la cimera, para señalar la presencia de la Torre a los eventuales aeroplanos. Años más tarde se vedaron los vuelos sobre áreas urbanas lo que implicó su desuso. También hubo allí una baliza de luz blanca que marcaba a los navíos el transcurso frente a un sitio histórico, al observarla hacían sonar su sirena de mar, a manera de saludo. Esta significativa costumbre se anuló a mediados de la década de los años 60, como una forma de eliminar un factor de contaminación auditiva. Un tercer elemento destaca en este punto extremo, las tres puntas de un pararrayos.
El acceso al Mirador del Monumento tiene un horario bastante amplio en cualquier época del año, aunque limitaciones de personal muchas veces no permitan atender el servicio.
Pese a la innegable atracción que encarna el Mirador la estrechez de su acceso condiciona la visita de grandes contingentes, ya que la demora en hacerlo lo complica. Es un condicionante imposible de superar; lo mismo ocurre respecto de las legítimas expectativas de personas con discapacidades motrices, cabe entender que cuando se proyectó en el año 1943 no existía la sensibilidad actual. Por estos motivos muchos visitantes y también muchos rosarinos jamás han subido hasta lo más alto.
Testimonio:
Se reproduce a continuación el comentario sobre la muestra “El Monumento nocturno, el Monumento secreto”, que se concretó en noviembre de 2011, durante mi gestión como su director. A su apertura asistió el Intendente de Rosario, Ing. Miguel Lifschitz y el gobernador electo, Antonio Bonfatti. La visita era gratuita y los interesados formaron una cola tan extensa que llegaba hasta el Palacio Municipal. Durante varias noches centenares de rosarinos y turistas pudieron gozar de este evento singular. Al año siguiente en conmemoración de los doscientos años de la creación de la Bandera pudo repetirse, con una propuesta ampliamente superadora. Lamentablemente, complejidades burocráticas impidieron repetir tan hermosa experiencia; una verdadera pena.
FUENTE: Miguel Carrillo Bascary – banderasargentinas.blogspot.com