Una de las batallas pendientes en la guerra contra el cambio climático se vive en las ciudades. Los espacios urbanos son responsables del 70% de las emisiones relacionadas con el efecto invernadero.
Así lo subraya el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (UNDP). No en vano, lograr unos estándares aceptables de sostenibilidad urbana se encuentra dentro de los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la ONU.
No es una meta cómoda, pues está impregnada de urgencia para salvar futuras crisis climatológicas. Y es que el impacto climático se incrementa año a año y en la misma proporción que aumentan las poblaciones. Las ciudades de más de un millón de habitantes albergarán el 28% de la población mundial en 2030. Supone una subida porcentual de cinco puntos en doce años.
¿Qué son las infraestructuras y desarrollos climáticamente inteligentes?
La apuesta por una infraestructura climáticamente inteligente ya no es una opción, sino casi una obligación metropolitana. Constituyen una serie de soluciones estructuradas dirigidas a combatir los efectos perniciosos del clima, de manera que dotan a las ciudades de instrumentos para ser más eficientes y resilientes.
Infraestructura climáticamente inteligente
Son infraestructuras cuyo desarrollo y aplicación tiene como objetivo elevar los márgenes de sostenibilidad urbana. Parten de la idea de dirigir la búsqueda de soluciones tecnológicas hacia ese punto.
Desarrollos climáticamente inteligente
Para sacar el máximo provecho tecnológico, no basta con una aplicación aleatoria. Cada urbe crece como un organismo vivo, único y diferenciado. Por eso, es necesaria una programación en función de las necesidades y puntos débiles.
Los desarrollos climáticamente inteligentes fijan su mirada en elevar la calidad de vida y la prosperidad urbana, atacando la pobreza y el cambio climático.
Principios de las infraestructuras climáticamente inteligentes
En esa línea, las infraestructuras climáticamente inteligentes deben cumplir algunos requisitos:
– Soluciones probadas por la ciencia. La investigación es la base de su potencial. Los frutos de las soluciones inteligentes no son inmediatos. La tierra en la que crecen requiere abono y cariño en forma de financiación y apoyo institucional. Sirva como prueba que para reducir hasta un 25% las emisiones de carbono en las ciudades se necesitarán diez años mínimo.
– Procurar un saldo equitativo. Se ha de prestar cuidado de que la tecnología beneficie a la comunidad y no provoque diferencias sociales o implique otros riesgos.
– Proporcionadas y contextualizadas con sus objetivos. La vieja premisa científica de que la solución ha de dirigirse al núcleo del problema. Un dilema actual para ejemplificar: de poco sirve desarrollar el vehículo a hidrógeno si no existe una tecnología sostenible para obtenerlo como combustible.
Instalaciones y ejemplos de tecnología climáticamente inteligente
Hay infraestructuras paradigmáticas a nivel global para luchar contra el cambio climático. En cuestión de abastecimiento energético, las Smart Grids son la base de la electrificación. Canalizan la energía de fuentes renovables hacia su explotación urbana, personalizando y mejorando el comportamiento de todos los agentes de la red eléctrica.
Según la compañía SAS, de media un 7% de la energía que se produce se disipa en forma de calor, lo que supone pérdidas de 75 millones de dólares anuales. Las redes inteligentes contribuyen a paliar este efecto.
Otros ejemplos destacados los encontramos en las instalaciones dedicadas a reducir la pérdida de comida o la acumulación de residuos. El Banco Mundial espera un incremento del 70% de los desperdicios urbanos en los próximos años. Esta realidad llama a la modificación de las cadenas de producción, uso de materiales y tratamiento de residuos. En la actualidad, solo el 4% de los residuos se recicla.
La integración urbana de las infraestructuras climáticamente inteligentes se ha pasado a ser imprescindible. Centrándonos en las consecuencias del cambio climático, las ciudades que lo ignoren son las que más pueden perder.
FUENTE: Jaime Ramos – tomorrow.city