Las autoridades municipales no querían un edificio con el aspecto rudo de una fábrica en un área verde y campestre, camino al aeropuerto internacional de Tbilisi, en la capital de Georgia. La marca de café, una empresa relativamente joven y con una cultivada imagen hipster, buscaba un edificio que le diera una “identidad visual fuerte”, un lugar en el cual acomodar tanto el área de producción industrial, las oficinas y espacios de acceso al público. El resultado fue un imponente edificio de estilo modernista, encapsulado en un armazón de concreto con figuras geométricas y un techo-jardín. Desde afuera, una extraña forma sin ventanas, casi como un búnker militar o una gigantesca escultura abstracta. Pero esta joya de la arquitectura, preseleccionada para el premio Deezen Awards 2020 como mejor edificio de negocios, esconde mucho más.
Las autoridades municipales no querían un edificio con el aspecto rudo de una fábrica en un área verde y campestre, camino al aeropuerto internacional de Tbilisi, en la capital de Georgia. La marca de café, una empresa relativamente joven y con una cultivada imagen hipster, buscaba un edificio que le diera una “identidad visual fuerte”, un lugar en el cual acomodar tanto el área de producción industrial, las oficinas y espacios de acceso al público. El resultado fue un imponente edificio de estilo modernista, encapsulado en un armazón de concreto con figuras geométricas y un techo-jardín. Desde afuera, una extraña forma sin ventanas, casi como un búnker militar o una gigantesca escultura abstracta. Pero esta joya de la arquitectura, preseleccionada para el premio Deezen Awards 2020 como mejor edificio de negocios, esconde mucho más.
Fue terminado a fines del 2019, y el diseño estuvo a cargo de un estudio local reconocido internacionalmente, Giorgi Khmaladze Architects. La estructura es imponente por sus líneas y ondulaciones, pero a la vez es una construcción sobria y baja, difícil de descifrar desde el exterior. La fachada, hecha de concreto colocado in situ, está organizada en forma de pliegues, lo que da lugar a bordes angulares y un aspecto de movimiento. De hecho, la apariencia de la oficina “cambia a lo largo del día, a medida que se modifica la posición del sol, lo que genera un juego de luces y sombras”, según describieron desde el estudio de arquitectura.
El techo, por su parte, tiene una forma ondulada que se eleva allí donde las máquinas de la fábrica necesitan más altura. Son casi 4000 m² cubiertos por césped y plantas, por lo que resulta un enorme jardín con leves barrancas. Los empleados de la empresa pueden subir a través de aberturas, al estilo de patios internos, que a su vez dividen el edificio en tres módulos distintos y dejan entrar luz natural al interior.
El interior es una amalgama de pasillos, rampas y desniveles en los que predomina el concreto y el vidrio, además de mucha vegetación y continuidad con el exterior, con una parte trasera que parece fundirse con el bosque que rodea al edificio. Oficinas, salas de conferencias, espacios de degustación y un área de visitas se mezclan en un gran ambiente, con pocas separaciones y paredes mayormente de vidrio. La luz y el diseño orgánico fueron una prioridad para el diseño entero.
Multiuso, modernismo e innovación en un edificio cafetero que rompió con todos los preconceptos desde una de las intersecciones entre Europa y Asia.
FUENTE: www.lanacion.com.ar