El esquina de 7 y 49 vuelve a brillar. La historia de uno de los puntos más icónicos de la ciudad.
Reposan como sueños que pasan abstraídos en sus propios pormenores, como fragmentos y voces transparentes que buscan un sitio final de descanso para dejar de flotar en el tiempo, allí, en la esquina de 7 y 49, los textos de siempre, que son también como voces o quejas.
Libros, diarios, cartas; acaso alguna dirección exacta de visita impostergable. Todo eso se aloja las mesas de esa esquina. No es tan vieja para ser vieja esa esquina. Su antigüedad es más el resultado de la cantidad de historias que alberga, que la que determinan sus años.
Su peculiaridad es borgeana. Como la de aquel escritor, su obra fue un asunto de cultos y de elites, pero el tiempo la hizo mención orgullosa y acaso obligada de todos los platenses; detrás de los ventanales se popularizó un estilo de adornadas mujeres y de hombres adustos y serios. En la puerta, el lustrabotas, el diariero, la mujer de las flores. Afuera del círculo íntimo y, sin embargo, parte sustancial de su esencia urbana y céntrica.
Alguien podría arriesgar -casi sin temor a ser contradicho- que por la Confitería París, anduvo, alguna vez la platense Elsa Astete de Millán. Se sabe mejor que ella concurría al cercano Jockey Club, pero, a la vez resulta poco dudoso que en una circunstancial ocasión se haya sentado,a secretear con su prima Olga y también con sus amigas de alcurnia, en la París.
¿Quién iba a pensar que la elegante viuda iba, unos años después, a contraer nuevas nupcias con el más reconocido escritor argentino? ¿Quién podía suponer que esa mujer iba a divorciarse del autor de El Aleph apenas tres años después? ¿Qué distraído ladero de silla imaginaría que Borges iba a rechazar a Elsa porque “no ha mostrado el menor interés en mi obra literaria, pero sí en los resultados pecuniarios de esa obra?”.
Ese lugar, la París, está, como otros, impregnado de palabras, letras al oído y letras de molde. Hoy, cuando se celebra en el país el Día del Lector, precisamente, en homenaje al nacimiento de Jorge Luis Borges; hoy, en la jornada repetida, las palabras y las cosas renuevan su cauce de línea. Encima de aquellos murmullos, de ruidos de tazas, vasos y cucharas, que suenan como recuerdos, empieza a funcionar la flamante redacción de 0221.com.ar.
Detrás del objeto que coloca la letra, que forma la oración, hay mujeres y hombres, jóvenes en su mayoría, que ya han hecho de La Plata un acontecimiento y de la muchedumbre heterodoxa una noticia individual. Ya conocen el mecanismo, y el engranaje cotidiano sabe de ellas y de ellos. No son los únicos, pero son otros. Otras y otros.
Modernos lectores llegarán ahora con sus laptops y teléfonos a consagrar tiempo a la lectura de las novedades. Sobre sus cabezas, desde un panóptico sensorial, desde esa equina de 7 y 49, se ve latir mejor la ciudad. Los tiempos cambian y al letargo pausado del té o del café lo sucede una periodista que lleva la primicia en la cartera, sube al primer piso y ya está escribiendo. En su jornada, hoy, cada lectora y cada lector, agradecidos.
FUENTE: Claudio R. Gómez – www.0221.com.ar