Este mes Clorindo Testa hubiera cumplido 100 años. El arquitecto que marcó un hito en la modernidad arquitectónica de Argentina e introdujo los preceptos de Le Corbusier fue también un hombre esquivo, que prefería construir a hablar de su trabajo. Tal vez por eso su legado, menos popular que el de otros gigantes de la vanguardia latinoamericana, sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de la arquitectura argentina moderna. Ahora, una generación de amantes de la arquitectura reivindica su obra, que sigue presente en la vida cotidiana de los miles de argentinos que transitan por sus edificios más emblemáticos.
Primera paradoja: esta leyenda de la arquitectura argentina nació en Italia. En concreto, en un pueblo vecino a Nápoles, aunque contaba con apenas cuatro meses cuando se mudó con su familia a Buenos Aires. Tras un breve periodo estudiando ingeniería naval, se decantó por ingeniería civil y la pasión por la arquitectura le hizo graduarse en 1947 por la UBA. Al año siguiente se incorporó a la oficina del Plan Regulador de Buenos Aires, dirigida por J. Ferrari Hardoy, donde trabajó como dibujante junto a Juan Kurchan, Ferrari Hardoy y a Antonio Bonet, el arquitecto catalán exiliado que desarrollaría proyectos tan emblemáticos como los Ateliers, en Buenos Aires o la Casa Berlingieni de Punta Ballena, en Uruguay, y que fue un integrante fundamental del grupo Austral, uno de los más influyentes en América Latina.
Sus orígenes y su formación hicieron de Clorindo Testa un arquitecto, urbanista, artista plástico, pintor y escultor “argentino” que nunca dejó de mirar a Italia. “Aunque italiano de nacimiento, soy un arquitecto argentino que vive y proyecta en Argentina sin perder los lazos con la tierra de mi padre, que era italiano”, declaró en una ocasión. Con esta apreciación coincide su colaborador Oscar Lorenti, que en el documental Testa argentino de Bruno Garritano declara que “Clorindo siempre hacía hincapié en la importancia que tuvo en él el profesor Villalonga que lo llevó a Europa y lo introdujo en la arquitectura moderna”. Los expertos subrayan la relevancia de esta experiencia. “Antes de ese viaje, su arquitectura es de escuela beaux arts, templetes con volutas, columnatas, arquitrabes…”. Tras su estancia europea, Testa descubrió una nueva estética.
Poco amigo de discursos estructurados y didácticos, Clorindo Testa fue un arquitecto enigmático. No le interesó crear escuela. No se le vio impartiendo clases. Nunca dijo nada desde la teoría y, si bien mencionó en alguna ocasión a Aldo Rossi o Robert Venturi, la influencia que más veces reconoció en público fue la de Le Corbusier. “En los años cuarenta había tres referentes: Le Corbusier, Mies y Wright. A mi me gustó Le Corbusier por las construcciones de hormigón”, explicó. En la obra del genio de La-Chaux-de-Fonds, Testa descubrió soluciones estéticas innovadoras, como el uso del hormigón en La Tourette, o la concepción del urbanismo en Chandigarh.
Su arquitectura tiene un gran valor expresivo y plástico que se guarda un as en la manga: la sorpresa. Como señala el profesor Jorge Francisco Liernur, Testa utiliza los edificios “como instrumentos para alterar la mirada distraída del espectador”. Siempre trabajó asociado. Durante sus más de 60 años de actividad profesional proyectó más de un centenar de edificios que van desde un primer periodo de influencia Le Corbuseriana (los años cincuenta) a una época de corrientes más eclécticas (a partir de los años setenta y en adelante). En el periodo intermedio vivió un momento de euforia brutalista, durante los años sesenta, cuando exploró las posibilidades plásticas y escultóricas del hormigón armado. Testa es el artífice de tres obras determinantes de aire brutalista en Buenos Aires como son la Biblioteca Nacional, el Banco de Londres y el Panteón del Cementerio de la Chacarita, obras que demuestran su sintonía con su época y, sobre todo, un talante innovador y audaz.
También son obras que marcaron una época en la capital argentina. Como afirma el sociólogo, historiador y ex director de la Biblioteca Nacional entre 2005 y 2015 Horacio Gonzalez, “la de Clorindo es una arquitectura cosmopolita ligada a un propósito de renovación de la arquitectura de Buenos Aires con formas inesperadas. Hay algo de expresionismo, de austeridad, interiores donde los pisos están colocados en el interior de la estructura vacía. El piso, los hábitos de habitabilidad y el trabajo, están unidos. Ahora ya no hay arquitecturas tan precisas. La arquitectura no puede renunciar a una sensibilidad con lo estético y lo plástico”. Testa ganó varios concursos para proyectos institucionales pero, como también afirma Gonzalez “tenía un íntimo pensamiento libertario, no le gustaba el estado ni los poderes, pero tenía una secreta resignación para trabajar con todos ellos. Su tradición era humanística, creía en la arquitectura del arquitecto social, pensaba como Niemeyer que la vida puede cambiarse según los edificios y el equipamiento humano“.
Banco Hipotecario. Ex Banco de Londres y América del Sur
Fue el proyecto más importante en la carrera de Clorindo Testa y el que le consagró internacionalmente. Según el gran crítico William Curtis, es “una obra que lleva los elementos de la estructura, las instalaciones y la circulación hacia una plasticidad casi barroca”. Para Juan Pablo Negro, docente de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Avellaneda, “es la obra más valiosa, una de las más importantes no solo de Argentina sino también de Sudamérica”. Proyectada junto al estudio SEPRA (Sánchez Elías, Peralta Ramos y Agostini), en ella, afirma Negro, “Clorindo desarrolla todas las virtudes y la expresividad del hormigón armado con un programa muy complejo y una estructura difícil de realizar, con pórticos de hormigón muy grandes donde cuelgan una serie losas que entre sí conforman un gran atrio cuya especialidad, en conjunto con la expresión del hormigón, logra concebir uno de los espacios más notables de la arquitectura argentina”.
Tanto en la fachada como en el interior, el Banco de Londres transmite una modernidad incontestable. Uno se siente muy pequeño pero también llamado e invitado por este prisma rectangular de 26 metros de altura que antecede a un interior de tres subsuelos y seis niveles superiores, los dos primeros destinados a atención al cliente y el resto a uso interno, unidos por una escalera circular insuperable. “Es difícil encasillar a Testa”, añade Negro, “él representa como nadie la arquitectura de autor, el arquitecto artista. Su legado está en estas obras en las que cada vez que las recorres encuentras virtudes. Cada vez que voy al ex banco de Londres encuentro más belleza en el tratamiento de los materiales, en el ingreso de la luz… Tuve ocasión de escucharlo en alguna ocasión y era un señor amable y sencillo. Eso se percibe en la humanidad que transmite su obra”.
Biblioteca Nacional
Tras la construcción del banco de Londres, la figura de Clorindo Testa cobró notoriedad mundial. Dos años después ganó el concurso para la construcción de esta biblioteca en el solar donde en su momento estuvo la residencia presidencial, en el mismo lugar donde murió Eva Perón. La residencia fue demolida en 1955 como un acto de desagravio político y abjuración contra el peronismo y la construcción que comenzó poco después (y que no concluyó hasta 1992) tuvo que ver, según Horacio González, con “una vaga hipótesis de civilización frente a la barbarie que recorre la historia argentina, aquí se han integrado todas las tradiciones desde el peronismo a la memoria de Borges (que fue director de la Biblioteca Nacional entre el 55 y el 73, en otra sede) por lo que el uso real va mezclando las cartas de una manera interesante, es una suerte colectiva de símbolos”.
Su presencia en un terreno icónico, su monumentalidad en un lugar paradigmático, sus vistas hacía el barrio de la Recoleta con sus parques y hacia el Río de la Plata, el puerto y el canal siete, las pinturas del uruguayo Carlos Páez Vilaró y la amabilidad del recorrido ilustran por sí solas la fusión del arte y la funcionalidad, de una eficiencia atravesada por un empeño y una deuda con la estética.
El propio Clorindo recuerda en el documental que, en la biblioteca, “el factor de ocupación del suelo es el hall y las cuatro patas, el resto es el público. Todo consistió en levantar el edificio y dejarlo abierto abajo”. Para el profesor e investigador Gabriel Quipildor, experto en la obra de Testa, esta obra justifica la leyenda: “Clorindo es para mí es el Maradona de la arquitectura, en el sentido de que fue un genio que dejó un vacío. Con el tiempo surgirá un Messi de la arquitectura, pero de momento todavía hay un hueco en la arquitectura contemporánea argentina. No hay una figura con la influencia de Clorindo. Un ingeniero no hubiera podido hacer ese juego de espacios: el espacio abierto de la antesala que se cierra en la entrada y que vuelve a abrirse en el interior y en la subida a la biblioteca”.
Panteón subterráneo del Cementerio de la Chacarita
Terminamos con la que podemos considerar su obra fundacional, su colaboración en el impulso del Cementerio de la Chacarita, pujante barrio de moda en Buenos Aires. La emigración del campo a la ciudad, los flujos migratorios internacionales y el auge de la actividad industrial hicieron que la ciudad de Buenos Aires triplicara su población entre 1920 y 1960, pasando de un millón a tres millones de habitantes. Tal y como indican Léa Namer y Elsa Dupont de Atelier Escala, la ciudad encarna en ese momento el progreso y una promesa de una expansión moderna organizada por medio de una sociedad en crecimiento. Como respuesta a la necesidad evidente de más cementerios, entre 1950 y 1958 el municipio de Buenos Aires encargó a la gran arquitecta Itala Fulvia (una de las primeras mujeres arquitectas argentinas) la construcción de un nuevo espacio en el centro mismo del cementerio más grande de Argentina: el Panteón Subterráneo del cementerio de la Chacarita. Desde su temprano viaje por Europa junto a sus compañeros de curso Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, futuros creadores del Grupo Austral, Fulvia fue una ferviente seguidora de Le Corbusier y de las enseñanzas de los CIAM (Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna). Planeó así una necrópolis moderna, un cementerio como una ciudad que fuera reflejo de una sociedad en un momento histórico preciso, en ruptura con las formas del pasado. Fulvia contó con Clorindo Testa en su equipo.
Juan Pablo Negro recuerda que “la obra del Sexto Panteón es en gran parte subterránea y generó una nueva arquitectura funeraria, de una sensibilidad brutalista, con un tratamiento del paisaje muy interesante. Es de los primeros proyectos en que participa un Testa joven, recién graduado. Testa aporta un lenguaje moderno y una mirada brutalista, ligada al Le Corbusier de la Tourette y Ronchamp”. El recorrido por el panteón tiene dos espacios: el exterior remite a una ciudad griega y el interior sugiere un laberinto de pasillos subterráneos salpicados por la luz proveniente de los patios, que evidencia el deseo de los arquitectos de reinterpretar y refinar el concepto de catacumba.
Obra póstuma
Y de la primera obra a la última, una obra póstuma que además es muy diferente al resto. En 2006 Clorindo Testa ganó un concurso de vivienda social y desarrolló un prototipo de “casa chorizo” en el que reinterpretaba esa construcción tan típicamente rioplatense. Como indica Juan Pablo Negro, que además de arquitecto docente ejerce de subsecretario de política de Suelo y Desarrollos habitacionales en el Ministerio y que tiene a cargo el proyecto de vivienda social Procrear: “Las grandes obras de Clorindo son institucionales pero también es interesante mencionar que hoy hay miles de viviendas repartidas por todo el país para sectores que no suelen tener acceso a una arquitectura de calidad, y que están basadas en su prototipo. Son casas que remiten a su hogar, a la casa familiar con patio, una vuelta a sus orígenes ítalo-argentinos que se reflejan en los croquis que dibujó para este concurso”. Al final, Testa consiguió lo que siempre había soñado: una arquitectura que transformara la vida de la gente.
FUENTE: Use Lahoz – elpais.com