Es una construcción histórica en el Parque Tres de Febrero. Se inauguró en 1887 y por su estilo arquitectónico es una curiosidad para Buenos Aires. Su función original fue la de expendio de leche, pero se lo recuerda más por ser el único vestigio que queda en pie de un circuito tanguero de Palermo en la Ciudad, en el que El Tambito sera un tradicional salón de baile.
La restauración ya está en marcha, y ahora se confirmó que se lanzó la licitación para que funcione como local gastronómico. Se supo también que la apertura de sobre se realizará el 1° de febrero y que el canon mensual base que figura en los pliegos será de $ 220.000. Además, está estipulado que la concesión sea por cinco años.
Entre sus últimos usos, se conoce que fue sede de la administración del Parque 3 de Febrero. Luego también albergó las oficinas de un programa destinado a la juventud (Casa Joven). Hasta que quedó abandonado por diez años y además se sufrir el deterioro por el descuido y el paso del tiempo, padeció intrusiones.
La construcción fue inaugurada en 1877 para el expendio de leche “Al pie de la vaca”. En ese momento, la zona ya se había convertido en un espacio público ideal para paseos y recreación.
Según las reconstrucciones históricas, se estima que funcionó como expendio de leche durante unos diez años.
Luego, según le dijo a Clarín en una nota reciente Yamile García Müller, arquitecta especialista en patrimonio, “el edificio cambió de usos y se resignificó en un salón de baile. Formó parte de un circuito tradicional de tango junto con el Café de Hansen y el Velódromo, todos ubicados en cercanías; pero El Tambito es el único que subsiste”.
No se sabe si el concesionario que finalmente lo ponga en funcionamiento recuperará algo de esa historia. Por lo pronto, avanzan las obras de restauración para ponerlo en valor.
La parte más visible de la casita es su fachada trasera, que da hacia Avenida Adolfo Berro. El frente mira hacia la arboleda de Plaza Sicilia y el Lago Victoria Ocampo. No se sabe quién la construyó. Aunque hay versiones que indican que pudo haber sido obra del francés Carlos Thays, las fechas del origen de la casita y del momento en que el paisajista se hizo cargo de muchas de las obras del parque no coinciden.
El trabajo de puesta en valor consiste en recuperar cubiertas enteras, escalinatas, cerramientos, pisos y detalles ornamentales.
El objetivo del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana, a cargo del lugar, es terminar la obra a mitad de año. Para eso, en el lugar trabajan arquitectos y especialistas en restauración.
Aunque otra limitación es la falta de documentación original sobre la obra, hay mucha información valiosa que está sirviendo de guía para los trabajos. Por ejemplo, las fotografías antiguas, los planos elaborados en años anteriores, cuando el edificio estaba en mejor estado y hubo alguna intención para recuperarlo.
“La estructura de los techos es de madera de pinotea. La encontramos comida por bichos, podrida por la exposición a la intemperie, incendiada y practicamente carbonizada, por eso hay partes que tendrán que ser reemplazadas. Sin dudas el mayor deterioro fueron los incendios”, le había explicado a Clarín la arquitecta Lucía Parra. También confirmó que se usará para reparar los daños madera de pinotea, pero de demoliciones.
En el relevamiento previo a las obras se encontró que las paredes se conservaron. Incluso cuando comenzaron a trabajar en el decapado de los muros externos descubrieron un listón de ladrillo visto que recorre todo el contorno y que había sido cubierto con material. Ahora está siendo restaurado para que se luzca.
En cuanto al tipo de construcción, según las especialistas que trabajan en el lugar “responde al pintoresquismo, un estilo inglés que se usaba en las casas rurales. Una morfología de cubierta alta y con quiebres a dos aguas que se repite mucho en este tipo de obras. Muy cerca tenemos otro ejemplo, que es la sede de Sanidad Vegetal (sobre avenida Berro, antes de llegar al Jardín Japonés), hay otra casita en el Rosedal (allí funcionan los baños y usos de mantenimiento de ese espacio verde) y una tercera en el Ecoparque, a la que se conoce como Casita Bagley”.
“Hemos realizado cateos para indagar en las distintas capas de color. Pero más allá de los colores que hemos encontrado, entendemos que el verde es el color que mejor se vincula con esta obra y que se reconoce en las fotos que nos sirvieron de apoyo para el trabajo de restauración. Incluso el que reconocen los vecinos con los que hemos hablado como parte de la indagación patrimonial”, explicaron las expertas.
Más allá de las estructuras que se dañaron, de la construcción original sobrevivieron esfinges cuyos pedestales se ven vacíos, en la parte posterior de la casita. Son obras que están resguardadas a metros de de la casa, en la sede del MOA (Monumentos y Obras de Arte). Allí serán restauradas.
También se conservó uno de los dos copones que había en el ingreso; el otro será replicado. Aunque se salvaron muchas partes de los pisos, no el mármol de la escalinata de ingreso. Y en cuanto a los techos, como hubo partes de la estructura que se quemaron, la obra implica la sustitución de grandes partes de madera que quedaron irrecuperables.
FUENTE: www.clarin.com