La fachada de antiguo mármol indica que el local tiene historia. De hecho, toda la cuadra es una reliquia arquitectónica. El edificio en el que se encuentra este nuevo e imponente restaurante italiano tiene 153 años y forma parte de un conjunto de obras que en su momento ocupaban casi toda la manzana, donde funcionaban las Tiendas San Juan, una gran tienda departamental fundada en 1870.
“En esta cuadra de Hipólito Yrigoyen estaba Gath & Chavez y Harrods, por ejemplo”, indica Daniel Abrantes, uno de los socios propietarios y aclara que “éste fue el último edificio que construyeron y es de carácter art decó construido con la tecnología que se usaba en ese momento, de steel frame que son todas las vigas de hierro”.
Con esfuerzo y una obra que duró dos años transformaron al antiguo edificio en Abra Cultural, una experiencia que incluye un gran restaurante, una pequeña sala de exposiciones de arte y un anfiteatro pronto a inaugurar.
Cómo es Abra Cultural
La idea de este centro surge para hacer honor a las raíces. “Un poco nos referenciamos históricamente en lo que hicieron nuestros antecesores, nuestros abuelos inmigrantes cuando llegaban a la Argentina y se instalaban en algún pueblito, comenzaban a trabajar, construían un teatro, una fonda y una biblioteca… eran los tres pilares donde podían anclar todos sus bagajes culturales”, dice Abrantes.
Llama la atención de los transeúntes y de quienes entren a Abra una enorme raíz de teca, traída de Tailandia. ¿La razón? simboliza el concepto que buscan mostrar “venimos a enraizarnos en la Ciudad con esta propuesta porque nuestra nuestro deseo es crear un lugar que tenga identidad entonces cada cosa tiene que ver con eso y empezamos con el rescate del edificio”, sostiene Abrantes.
Subiendo las escaleras, se encuentra una sala de exposiciones, que cuenta con obras de artistas jóvenes itinerantes. Las mismas se pueden comprar o simplemente se las admira. Pegadito a este salón está el anexo, donde lentamente comienza a funcionar una biblioteca dedicada a la fotografía y una discoteca de ejemplares antiguos populares y música clásica, donados por amigos y allegados. Tanto la galería como el anexo se pueden reservar para eventos privados.
El enorme salón del restaurante está dividido en sectores. Al fondo, una mesa de madera rodeada de silloncitos con 18 plazas acompañada con una gran obra de arte de la Antártida, un cuadro pintado con pigmentos volcánicos. Es un lugar ideal para celebraciones o reuniones laborales.
En el centro se encuentra un pequeño patio vidriado que alberga a un olivo, ingredientes base de la gastronomía italiana. Justo al lado, aparece un horno Grimaldi, traído exclusivamente de Nápoles, una herramienta culinaria que es un puente que conecta dos culturas a través del sabor. Pesa casi 4.000 kilos y gracias al calor de los leños, llega a una temperatura de 400°.
El resto del salón se completa con mesas de diversas maderas, algunas de barriles recuperados y reciclados, y una barra que no pasa desapercibida por su prolijidad, su tamaño y por el friso dorado -recuperado del antiguo edificio- que la enmarca.
En el subsuelo funcionará un teatro para hasta 300 personas. La idea es que se utilice para recitales o eventos privados.También, está el proyecto de construir una cava de vinos.
Qué comer y beber en Abra Cultural
Luigi Iavarone, conocido como Luigi di Nápoles, es el chef ejecutivo. Se esmera en reproducir la gastronomía de su tierra napolitana “para que la gente pueda descubrir los sabores típicos del sur de Italia”, dice y agrega que el menú está basado en la típica comida mediterránea que incluye un buen aceite de oliva, buen tomate y buena harina.
Se destacan las pizzas napoletanas, hechas a la vista, que se cocinan en escasos minutos. Bordes inflados, base finita y siete cubiertas posibles (desde $ 2.800). También novedosas pizzas fritas (desde $ 3.500) y el infaltable calzone clásico napolitano ($ 2.900). Y no hay carta italiana sin pasta. Por eso, ofrecen ñoquis (desde $ 4.100), tagliatelle ( $ 6.100), linguine con frutos de mar ($ 6.900).
Pero no sólo el menú se centra en la pizza y la pasta. Dentro de la oferta de carnes se distingue a la entraña alla pizzaiola ($ 5.200), el cordero en cocción lenta ($ 6.200) y el chef sugiere probar la pesca del giorno que sale con salsa de limón y calabaza al horno ($ 5.500).
Quienes prefieran comer vegetales, es imperdible el “coliflor total” un plato donde se usa todo el vegetal para responder a la tendencia moderna de comer más sano y las ensaladas.
Los postres clásicos italianos, muy bien presentados, reflejan los sabores de la pastelería italiana. Para el cafecito de la tarde o para después de una comida, recomendable la sfogliatella napolitana ($ 1.200), el cannoli siciliano relleno con ricota, pastelera o helado ($ 1.200) y la torta caprese, original del isla de Capri, de chocolate amargo al 70% o blanco (desde $ 1.300).
La barra cuenta con un servicio de alta coctelería cuidadosamente diseñada por Massimo Stronati (Manager de Food & Beverage de Eataly de Silicon Valley) en colaboración con Alejandro Caia, jefe de bartenders. Un dato para destacar: los cócteles están hechos con productos frescos de proveedores y productores orgánicos naturales. El menú es 100% italiano con 18 cócteles de autor, y algunos rotativos, pero también se puede pedir los clásicos.
En cuanto a la cafetería, cuentan con café de especialidad, un blend exclusivo a base de granos de Centroamérica y de África, que es servido en tazas italianas diseñadas para mantener el calor del café.
FUENTE: Gimena Pepe Arias – www.clarin.com