Al paisajista Fabio Márquez se lo conoce como Paisajeante: es un gran comunicador del paisaje urbano y del patrimonio natural de la Ciudad de Buenos Aires. Hasta diciembre pasado, se desempeñó como director de la Comisión de Participación Social de Acumar (organismo encargado del saneamiento del Riachuelo), involucrado en la recuperación ambiental de diversas áreas naturales y edificios patrimoniales ubicados en las cercanías de la cuenca.
En su cuenta de Instagram se puede leer y aprender sobre detalles del paisaje que pasan desapercibidos, como bolardos antiguos que delimitan portones de estacionamientos, ‘sacabarros’ que quedaron de épocas coloniales de calles de tierra, relojes públicos o edificios históricos. Comparte esas observaciones con información concreta, pero dejando de lado el tono académico. Más bien, lo que busca es despertar una curiosidad que se traduzca en involucramiento. En esa misma línea van sus caminatas abiertas, que organiza con frecuencia por distintos barrios.
¿Por qué es importante educar sobre el patrimonio urbano?
Porque tiene que ver con el espacio que habitamos. Identificarlo, entenderlo y fortalecer el vínculo que tenemos con los momentos anteriores de nuestra ciudad. Saber que nuestro presente es la herencia de esa estructura cultural que se expresa materialmente y a partir de situaciones intangibles. Tener herramientas que te permitan interpretar el lugar en el que habitás construye una mirada crítica. No es solo “me gusta” o “no me gusta”: tiene que ver con dejar de ser un analfabeto o analfabeta del territorio.
¿Qué aspectos urbanos te gustan más de Buenos Aires?
La diversidad. Se expresa en partes de la ciudad más antiguas, otras más contemporáneas, veredas angostas o anchas, calles adoquinadas, arbolados, arquitecturas que expresan estilos muy diferentes. Son características de ciudades que fueron construyéndose por capas cronológicas; quienes las fueron habitando pusieron su impronta. Esa diversidad se está perdiendo, y con ello corre riesgo su identidad.
Otra cuestión en transformación es el vínculo con el espacio público, que siempre fue un lugar de encuentro social. Hoy está en tensión: la gente está siendo corrida por el tránsito vehicular o por actividades comerciales.
“Crearía un programa para los relojes públicos porteños. Relevarlos y clasificarlos según estatales/privados, tipo de mecanismos, funcionamiento, origen e historia, para luego desarrollar plan de restauración. En tiempos en que los relojes personales eran un lujo, fueron referencias ineludibles de la vida cotidiana”, dice Fabio.
¿Qué buscas con tus posteos en redes?
Tienen un sentido didáctico, buscan construir una mirada crítica. Qué es lo que queremos, qué es lo que no queremos como colectivo y decidir qué protagonismo querés asumir para conservar, restaurar o reciclar el patrimonio, por ejemplo.
De una manera lúdica, busco fortalecer el concepto de ciudadanía. Que dejemos de ser meros habitantes para pasar a ser protagonistas del lugar en el que vivimos. Tanto el patrimonio urbano como el natural son bienes escasos, y si se pierden, es para siempre. Pero son la estructura que nos permite imaginar futuros amigables, futuros queribles de la ciudad.
¿Qué se llevan de tus caminatas quienes participan?
Caminar es una manera de desplazarse en la que podemos estimular los sentidos: ver, oír, oler, tocar. Actúo de guía para que intercambiemos sobre lo que nos llama la atención, lo que no, interpretar el paisaje a partir de la crítica: ¿qué es eso? ¿por qué está ahí? ¿de dónde viene? ¿hacia dónde irá?
Al terminar, muchas personas me comentan: “Aprendí a mirar la ciudad de otra manera”. Los participantes se llevan no solo las anécdotas sobre las cosas que vimos, sino un cambio en el modo de ver. Y no solo de ver arquitectura monumental, sino detalles: micropaisajes. Lo ideal es que las personas adquieran destreza en su curiosidad y que después descubran por sí mismas.
FUENTE: Paula Alvarado – www.lanacion.com.ar