Los arquitectos se enfrentan al desafío diario de mejorar sus diseños y que éstos resulten cada vez más amigables para sus ocupantes. Ellos saben que el entorno arquitectónico y urbano cambia el cerebro y modifica el comportamiento humano. Entre las tendencias más recientes se destaca la neuroarquitectura que busca generar espacios que inviten a vivir experiencias placenteras, armoniosas y creativas. Para ello, se valen de herramientas tales como la iluminación, la altura de los techos, el uso de los colores y de las texturas y de los jardines horizontales, verticales y las terrazas verdes.
La iluminación resulta un elemento clave. “Cuando es artificial y deficiente no ayuda al cerebro, que debe esforzarse mucho más; eso en las empresas puede influir en una baja productividad, mientras que la luz natural y el contacto con el exterior aumenta exponencialmente los beneficios”, explica Elisabet Silvestre, bióloga, experta en bioconstrucción y autora del libro Vivir sin tóxicos (RBA).
Según el neurocientífico, Francisco Mora, las zonas verdes también cumplen un rol fundamental. “Contemplar la naturaleza tiene un efecto restaurador para la mente y aumenta nuestra capacidad de concentración. Por el contrario, cuando estamos en habitaciones estrechas y oscuras, tendemos a estresarnos”, señala el especialista. En la misma línea, la arquitecta Ani Rubinat, titular de Rubinat, firma especializada en la arquitectura de interiores afirma: “La neuroarquitectura es una disciplina relativamente reciente que intenta investigar cuál es la influencia psicoemocional de los espacios en las personas. Los arquitectos que trabajamos en el tema tenemos un enorme desafío: la búsqueda constante de espacios placenteros, que incentiven el bienestar, la felicidad y la productividad”.
Cada vez son más las compañías que en la Argentina se suman a esta nueva alternativa en busca de mejorar no sólo su productividad sino también de generar espacios que generen buenos climas de trabajo. Por caso hace más de siete años, el grupo Osde comenzó el camino de la construcción de edificios amigables. En 2012, tomó la decisión corporativa de formalizar la construcción de edificios sustentables propios bajo los estándares de las normas internacionales, LEED (Leadership in Energy & Environmental Design). De hecho, hoy, la empresa cuenta con una decena de edificios; es decir, más de 50.000 metros cuadrados construidos propios que tienen certificación LEED. Es más, tres de ellos obtuvieron la certificación Leed Oro, que es el máximo puntaje que se puede obtener bajo esta norma.
El más nuevo es el complejo que está localizado en Parque Patricios, en pleno Polo Tecnológico de la ciudad de Buenos Aires, que cuenta con 27.000 metros cuadrados distribuidos en dos módulos e impactantes jardines. “El proyecto surgió de la necesidad de la compañía de reunir en un sólo espacio a una gran cantidad de oficinas que tenía dispersas en la región metropolitana. El diseño arquitectónico fue concebido para reducir su impacto en el medioambiente, tanto durante la ejecución de la obra, como en el uso cotidiano de sus trabajadores, socios, proveedores, y prestadores”, comenta Pablo Swiecicki, titular del Estudio Esarq, responsable de la construcción del edificio del grupo.
Agrega que la planificación verde es uno de los pilares donde se apoya esta norma LEED. Además, estos espacios se convirtieron en áreas de relax tanto para los residentes como para los visitantes. El resultado fue un diseño de jardines que aprovechan la mayor superficie posible del edificio, lo que derivó en un conjunto armonioso de jardines verticales, horizontales y de terrazas verdes.
El 90 por ciento de la vegetación que se utilizó, tanto en el patio central de la planta baja como en las terrazas, son especies nativas de poco riego, lo que garantiza una mejor adaptación de las plantas. Entre las grandes ventajas de este oasis de vegetación en medio de la ciudad están las que disminuyen el calor en los meses estivales y del efecto isla de calor que se da en las ciudades. Asimismo, son realentizadores de agua de lluvia (recolección y filtrado para riego) que luego se aprovecha con otros fines sustentables. Según estudios realizados por especialistas, la implementación de terrazas verdes puede llegar a reducir la temperatura del inmueble entre 25 y 30 por ciento, lo que se traduce en una importante merma en del consumo eléctrico.
Además, el edificio produce un ahorro energético del orden del 15 por ciento gracias a la implementación de un sistema de Volumen de Aire Variable (VAV) y un ahorro del consumo de agua que ronda el 30 por ciento. Por otro parte, el 75 por ciento del inmueble cuenta con acceso de luz natural, lo que reduce el uso la energía eléctrica, explican los arquitectos del estudio.
Para Swiecicki, las obras sustentables vinieron para quedarse. “Con el aumento de las tarifas de los servicios de energía en los proyectos de oficinas AAA que cuentan con certificaciones LEED la amortización es mucho más rápida, y ronda aproximadamente cuatro años”. De esta forma las empresas comienzan a “vivir” ventajas que trascienden lo económico.
FUENTE: Leandro Murciego – www.lanacion.com.ar