Decks, decks, y más decks. La patria del deck se encuentra en Palermo, aunque la movida se extiende a otros barrios con desarrollo gastronómico, como Caballito, Colegiales, San Telmo y Villa Urquiza. De madera, de metal; con o sin toldos; con techos altos, con techos bajos, sin techo; verde, negro, azul. Decks delimitados con macetas o con vallas; con plataforma, sin plataforma. Si bien se habilitaron antes de la pandemia de coronavirus, ésta los popularizó como una forma segura de volver a salir, porque permitieron expandir hacia el exterior los salones de bares y restaurantes. Y fueron una opción para los empresarios gastronómicos en un momento complejo y con escasas certezas.
Pero la pandemia pasó -incluso dejó de ser pandemia- y los decks la sobreviven. La cantidad es abrumadora y parecería que cada día se suma uno nuevo. La mayor concentración se da en el polo gastronómico de Palermo Viejo. ¿Tienen un control? ¿Están habilitados? ¿Pagan por la explotación del espacio público? ¿Qué pasa con los que quedan abandonados, sin uso?
Todas estas preguntas se hacen muchos vecinos y vecinas de la zona. Que por otra parte están atravesando un momento muy complejo. El nuevo Código Urbanístico (que se votó en 2018) trajo enormes cambios en la traza barrial. En concreto: más volumen constructivo, lo que está generando una densificación brutal.
Volviendo al espacio público, basta salir a caminar por el barrio para entender la preocupación vecinal. Decks obstruyendo bocas de tormenta, tapando paradas de colectivos, interfiriendo en el escurrimiento de las aguas. Además, “achican” las calles, no sólo por su propia estructura, sino porque se da otro fenómeno: muchos conductores dejan sus vehículos en doble fila, como estas terrazas fueran el cordón de la vereda, y en lugar de dos carriles para circular queda solo uno.
Y aunque esta prohibido, por normativa, en muchos de estos espacios hay parlantes, lo que implica una invasión sonora que complica la convivencia. Tampoco puede haber en calles donde está prohibido estacionar; y sólo tienen que ser destinados a locales gastronómicos, cosa que no se cumple porque hay locales de venta de ropa, por ejemplo, que los tienen. Obviamente tampoco pueden obstruir sendas peatonales, rampas ni ochavas.
A todo esto se suman los que están abandonados, aportando su cuota de caos. Si bien los vecinos realizan las denuncias (a través de un portal de gestión colaborativa, una plataforma del gobierno porteño), cuentan a Clarín que pasan meses hasta que la Ciudad los retira.
A través de la organización Palermo Resiste los vecinos realizaron una solicitud de acceso a la información pública (Ley 107) ante las autoridades de la Comuna 14, cuyo presidente es Martín Cantera (Juntos por el Cambio). Así se notificaron que el gobierno porteño tiene registrados y habilitados 137 decks en toda la comuna. De ellos, 47 se encuentran ubicados dentro del polígono de Palermo Viejo.
Pero, como se dijo, alcanza con un breve recorrido por Palermo Viejo para ver que hay muchos, muchísimos más. Ni hablar en el resto del barrio, teniendo en cuenta que hay sub zonas que son también polos gastronómicos, como Palermo Soho y Palermo Hollywood, además de Las Cañitas.
La organización vecinal Palermo Resiste hizo un relevamiento exhaustivo en Palermo Viejo y contó muchos más que los 47 habilitados por el gobierno porteño: dicen que son, al menos, 250. Un número en constante movimiento porque siempre hay uno en construcción. Ahora mismo un grupo de operarios trabaja en Gurruchaga al 1700, colocando un deck de hierro, enorme, para proveer mesas a un local que despacha café desde una ventana.
“La situación se encuentra desmadrada. Esta claro que la Ciudad perdió el control sobre estas estructuras. La normativa no es nueva, pero en los últimos años se le hicieron modificaciones y se fueron quitando restricciones. Entendemos que algunas soluciones pueden ser delimitar el uso al perímetro de las plazas Armenia y Serrano, por ejemplo. Esto se ve en otras ciudades del mundo”, aporta Martín Rodríguez Rivas, de la organización barrial Palermo Resiste.
En 2018, la normativa unificaba el criterio de construcción de los decks; además, la Ciudad cobraba un canon por el uso del espacio público. Ahora no. Desde Palermo Resiste creen que se podría volver a este modelo para limitar la proliferación. “Nuestra idea no es ir en contra de los decks, pero sí limitar para que no estemos obligados a una convivencia cada vez más compleja”, explicaron.
Para los comerciantes, estas “terrazas” al nivel de la vereda son una expansión concreta de las dimensiones de sus salones. Duplican, y en muchos casos mucho más, la cantidad de mesas disponibles en el interior de sus bares y restaurantes. En charla con Clarín, el encargado de un local muy grande, ubicado frente a Plaza Armenia, fue lapidario: “La cuenta es muy sencilla, si nos viéramos obligados a sacar el deck, entonces tendríamos que recortar el trabajo de la mitad de nuestros colaboradores”, aseguró.
El deck no se ve en óptimas condiciones. “Es verdad que necesita un mantenimiento integral. Lo vamos a hacer después de las vacaciones de invierno. La realidad es que se usa intensamente desde hace más de dos años”, admitió el encargado. Un par de ladrillos sostienen partes de la base, falta pintura en la estructura y se ven cables algo informales (en rigor, según la normativa, no se pueden extender cables hacia los decks, cosa que se vulnera en todas y cada una de las plataformas existentes en la Ciudad, ya que tienen iluminación y algunas incluso hasta ventiladores o calefactores).
Atención Ciudadana y Gestión Comunal -que depende de la Jefatura de Gabinete- es el área que otorga los permisos. Pero no hace los controles.
Esa tarea sobre los permisos otorgados recae sobre la Agencia Gubernamental de Control (AGC). Según informaron desde este organismo, durante el segundo semestre de 2022 recibieron 98 denuncias. Y se labraron 55 actas por diferentes infracciones.
“La intervención de la AGC se da a partir de denuncias. Para normalizar la situación de los decks, interviene nuevamente la Comuna”, explicaron.
La situación en general -el uso ideal espacio público, que se suma a los cambios que trae el nuevo Código Urbanístico- pone una presión enorme sobre las dinámicas barriales. Los vecinos y vecinas ven que no hay controles y todo se encuentra desbordado. También entienden que hay un movimiento comercial y laboral necesario en un momento económico complejo. Por eso, justamente, demandan la intervención del Gobierno porteño para lograr un equilibrio que garantice una mixtura de usos y no una polarización que termine expulsando a los residentes.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com