A principios de este año, la fachada del Centro Cultural Recoleta apareció completamente renovada y de inmediato se abrió la discusión sobre qué límites deben tenerse en cuenta cuando se remodelan edificios públicos.
Sobre todo si se trata de los que están catalogados como Monumento Nacional, como es el caso del Recoleta, ubicado en Junín 1930, muy cerquita de Plaza Francia y del famoso cementerio. Los colores estridentes que eligió en aquel momento Yaia -seudónimo artístico de Julio Cesar Battistelli, un diseñador que trabaja a partir de la estética pop de la cultura skate- llamaron la atención de vecinos y especialistas que opinaron sobre la decisión tomada por las autoridades del Ministerio de Cultura de la Ciudad, a cargo de Enrique Avogadro.
Una de las quejas más sonoras fue la de Jacques Bedel, uno de los tres arquitectos que trabajaron en la puesta a punto de esa fachada para la inauguración oficial del edificio en 1980 (los otros dos fueron Clorindo Testa y Luis Benedit): “Lo que hicieron es un mamarracho, una afrenta, es un centro cultural no una bailanta”, dijo, notablemente contrariado.
Unos meses después la fachada volvió a ser renovada: en el marco del lanzamiento de Imaginódromo, una campaña destinada a estimular la imaginación de chicos y adultos que arrancó en las últimas vacaciones de invierno, Gabriel Fermanelli pintó un mural diferente en términos de contenido (más orientado al público infantil y adolescente) pero que mantiene los colores intensos que criticaron Bedel y algunos vecinos.
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“A mí me parece que esta estética no corresponde con un edificio como este. Es un colorinche. No es un boliche bailable. Me gustaría que este lugar vuelva a tener la sobriedad que siempre tuvo”, sostiene José Fuzzaro, un hombre de 74 años que vive cerca del lugar y suele pasear a su Border Collie en la plaza aledaña.
“Me encanta. Hay que actualizarse. Este mural representa los gustos de la gente más joven, y si la programación del lugar hoy está más orientada a nosotros, es lógico que el estilo esté en sintonía”, dice Delfina Rasso, una joven de 19 años que se acercó al lugar atraída por las actividades relacionadas con el hip hop que son parte de la nueva propuesta del Recoleta.
“Mi búsqueda principal fue conseguir un concepto de amistad e intimidad entre la imaginación y uno mismo, una relación que todos tenemos, solo que muchas veces no estamos conscientes de eso -dice Gabriel Fermanelli, dibujante y animador que pintó el mural-. Ese concepto es transversal a todas las edades”.
“Muchas veces los adultos tenemos que pensar qué trato le damos a nuestra imaginación. A nivel estético, quería lograr algo que genere empatía con los chicos, pero que al mismo tiempo tenga un poco de contraste. Usé colores vibrantes pero también busqué que sea difícil interpretar la edad de los personajes que pinté. En definitiva, trabajé cierta ambigüedad en el concepto para que cada uno participe y lo pueda completar”, señala el artista.
El punto de partida de la campaña Imaginódromo fue una guía de ocho consejos “para liberarse e imaginar con más fuerza” que redactó Luis Pescetti, escritor y músico con una vasta obra dedicada tanto al público infantil como al adulto. Fermanelli creó una serie de personajes que interpretan cada uno de esos consejos y que pueden observarse en realidad aumentada mediante la aplicación gratuita CamOnApp, que permite escanear el mural con ese objetivo.
La programación de Imaginódromo es muy nutrida: talleres de stop motion y animación, muestras, intervenciones, recitales, obras de teatro de títeres para chicos y adultos, festivales de hip hop, películas, ferias y charlas, siempre con entrada libre y gratuita.
“El Recoleta es un lugar de vanguardia. Siempre lo fue y seguimos respetando su impronta. De hecho, es conmovedor ver cómo los jóvenes lo hacen propio. Está pensado como una herramienta donde ellos encuentren un lugar para compartir experiencias y sean cada vez más protagonistas de la cultura. Puede ser que a veces los más grandes nos sintamos un poco fuera ya que son expresiones culturales con las que estamos menos en contacto. Pero hoy el Recoleta es un punto focal para los jóvenes de toda la ciudad. La cultura del freestyle, el hip hop, tienen una presencia muy fuerte. Eso hace que chicos que por ahí no encuentran en lugares más tradicionales un espacio al que asistir o formarse, lo encuentren ahí”, señaló Avogadro, respecto a la polémica por la renovación de la fachada.
Hip hop y graffiti
El hip hop es uno de los ejes de esta nueva etapa: las rimas improvisadas, el graffiti y los diferentes estilos de baile urbano tomaron por asalto al edificio, donde también se desarrollan competencias de freestyle, breaking y workshops.
Hasta noviembre sigue en funcionamiento Triple F, una competencia organizada por la Federación de Freestyle Femenino, la primera liga profesional de chicas raperas que trabaja para darles visibilidad y una plataforma de profesionalización a las mujeres del freestyle local. También sigue el ciclo Beatbox con “Duelo de parlantes”, una competencia queclasifica al ganador para un torneo nacional de esta disciplina que consiste en producir ritmos, sonidos y música utilizando la boca, la nariz, los labios, la lengua y, por supuesto, la voz.
El arte y los sonidos urbanos son claramente una de las líneas rectoras de este Recoleta renovado que ha puesto el foco en un tipo de producción que por lo general circula por fuera de los circuitos de legitimación más tradicionales.”Es un foco interesante -apunta Fermanelli-. A mí me gusta mucho todo lo que es rupturista. Después es trabajo del tiempo y de otros definir si es arte o no, pero me encanta cuando una forma de expresión genera un debate, no solo en torno del arte callejero, sino también sobre nuevos medios y lenguajes en general. Estamos en una época en la que aparecieron muchas tecnologías nuevas, otras de formas de comunicarnos y eso multiplica la cantidad de voces”.
Para pintar el mural del Recoleta, Fermanelli planificó primero cómo aprovechar mejor el espacio con el que contaba. “Quería que la ilustración conviva con el lugar, que no sea lo mismo estar ahí que en cualquier otro lado, que juegue con cada recoveco y que todo se sienta orgánico”, detalla.
El proceso que llevó adelante fue una simbiosis entre trabajo digital y artesanal, con la colaboración fundamental de Rojovivo murales, un colectivo de artistas cuyo trabajo en el Recoleta está muy bien reflejado en su perfil de Facebook. “Trabajaron pincelada a pincelada para lograr que podamos ver todo lo que dibujé en el mural. Les llevó semanas de laburo, pero el resultdo es mágico -resalta Fermanelli-. El cruce de estos procesos hace que al ver el mural uno se quede rascándose la cabeza, pensando en cómo paso”.
Fermanelli aprovecha para recomendar la obra de Low Bros (también vale la pena revisar su perfil en Facebook), dos hermanos alemanes -Christoph y Florin Schmidt- dedicados al street art “que logran un estilo único con formas geométricas, pero casi todo realizado con aerosoles -añade-. Los vi trabajando y es algo que se siente como de otro mundo”.
Para ellos, como para Fermanelli y para cualquier otro artista, la clave es justamente la imaginación, esa cualidad que busca incentivar la nueva campaña del Recoleta. “Es algo que necesito tener muy entrenado para mi trabajo -confirma Fermanelli-. Muchas veces la utilizo para crear un personaje, un mundo o una historia, pero muchas otras para resolver problemas y encontrar caminos alternativos a los convencionales. Eso no quiere decir que no planifique, al contrario… Pero esa planificación tiene que ser dinámica, es como una conversación entre la fantasía y la realidad”.
Desde el Gobierno de la Ciudad deslizaron que éste no será el último cambio de la fachada del Recoleta, sino que el frente irá acompañando las propuestas artísticas que allí se presenten. De todas formas, el mural actual tiene un tiempo más por delante.
FUENTE: Alejandro Lingenti – www.lanacion.com.ar