Desde hace 26 años, Hugo Perea se levanta todos los días antes del amanecer y “entre las 5.10 y 5.20” ya pone manos a la obra en su trabajo cotidiano: cambia la fecha en el tradicional calendario de la plaza San Martin, un trabajo puramente artesanal que debe renovarse cada 24 horas.
Así que, cada noche-mañana -aunque llueve, truene o ya se perfile como una jornada calurosa-, Hugo (56 años) llega hasta la plaza San Martin y se dispone a armar el calendario de foto. El trabajo, netamente artesanal, consiste en “rellenar unos moldes con el nombre del día, ya que el mes y el año quedan, con tierra y después la acomodo, la aplasto y ordeno la granza. Por último les agrego el polvo de ladrillo y aplasto y ordeno todo con el fratacho”, cuenta a LA CAPITAL.
El toque final se lo da “regando un poco” y le lleva un poco más de tiempo organizar el almanaque cuando cambia el mes o cada fin de año, que debe también modificar el año.
Así, el gran calendario gigante y al aire libre genera un mix de colores, ya que tanto el número del día y del año, como el nombre del mes, queda enmarcado en un césped tan cuidado que asemeja un alfombra verde en pleno centro. También es una de las postales de Mar del Plata, locación para la tradicional foto de turistas e incluso locales.
Para las 6 de la mañana, si no hay ningún inconveniente, la tarea está terminada. Pero para eso “dejo todo preparado el día anterior en un cajón que está detrás del calendario. Ahí tengo los moldes gigantes, que son de chapa y pesados, ya preparados para el otro día. Hago igual con los números”, detalla sin perder la sonrisa.
La tradición comenzó con Adolfo Primavesi, en 1940, cuando se desempeñaba como director de Plazas y Parques de la ciudad y creó el cantero frente al Palacio Municipal, hasta que unos años más tarde fue trasladado a su ubicación actual, frente a la Catedral, en la peatonal San Martin casi Mitre.
Hugo nació y se crió en Santiago del Estero, hasta que en 1980 llegó a Mar del Plata, conoció a su mujer Natalia, se casaron y tuvieron a Martina (16 años), Delfina (14 años) y Tiziano (3 años). Durante la extensa cuarentena se quedó en su casa por licencia médica, ya que tiene dos stents y padece arritmia cardíaca, así que recién pudo volver una vez que se vacunó. En ese interín, al igual que cuando se toma vacaciones, a Hugo lo reemplazó Gerardo Mata.
Ya de vuelta al ruedo, confiesa que está “contento, me gusta mi trabajo” y asegura que en casi tres décadas de trabajo nunca se equivocó de fecha. “A veces, si estás en otra cosa, por ahí tengo que pensarlo dos veces”, reconoce. A la tarde suele volver a la plaza para “ver que este todo ordenado y limpio, sobre todo ahora en verano, que hay más gente”, señaló.
Así como sus compañeros aprendieron el oficio de verlo a él, Hugo también aprendió mirando a “don Santos Rosas, que además me fue enseñando. Y después es la práctica misma”, cuenta el hombre que en diciembre próximo cumplirá 27 años al frente de la tarea.
A la experiencia, le sumó su propio método. “Hay que ser prolijo -explica-, para eso muchas veces riego, y lo más importante es que cada día reciclo la tierra con la que relleno los moldes. No tiro nada. Lo único que sí es nuevo cada día es el polvo de ladrillo”.
FUENTE: www.lacapitalmdp.com