Quiso la casualidad que se llame Casa tomada la primera muestra que inaugurará el Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD) después de los robos que desataron el escándalo. Y que Intocable sea el título de la instalación que recibirá al público en la antecámara: desde el 20 de mayo se podrá ver allí como unas misteriosas criaturas voladoras -rara mezcla de libélula, pájaro, mariposa y murciélago- rodean la escultura La noche, de Joseph Pollet.
“El artista es alguien que ve las cosas antes. Mi obra jamás responde a la coyuntura, sino que la coyuntura la resignifica constantemente”, dice a LA NACION Gaspar Libedinsky en referencia a esta retrospectiva que comenzó a planificar hace tres años y que fue postergada por la pandemia. Los títulos, aclara, no se inspiraron en las piezas faltantes que provocaron la suspensión del director del MNAD, Martín Marcos. Tampoco en el conocido cuento de Julio Cortázar, sino en la aproximación que imponía el Palacio Errázuriz.
“Todas las obras tienen que ser autoportantes –explica-; no se puede tocar nada del patrimonio porque se trata de una casa museo, que tomamos por completo”. A tal punto que hay obras incluso en el segundo subsuelo, donde una videoinstalación vuelve a inquietar: en una institución intervenida y con una investigación en curso, donde no se instalaron aún las cámaras de seguridad prometidas, se ve y se escucha a un hombre –el propio artista- abrir un boquete en la pared que conecta con la Avenida del Libertador. “Sentís que hay gente intentando tomar la casa”, dice Libedinsky.
Esa pieza de la serie Productos Caseros fue creada hace más de una década. Se remonta a las intervenciones de Libedinsky en el edificio de la cárcel de Caseros durante su demolición y acompaña los títulos de apertura de la película El hombre de al lado (2009). Recién iniciaba entonces su carrera artística este arquitecto que trabajó en dos de los estudios más importantes del mundo: Rem Koolhaas/OMA (Rotterdam), y Diller Scofidio + Renfro (Nueva York), responsable de la reciente ampliación del MoMA.
Las principales creaciones impulsadas desde entonces habitarán el palacio durante tres meses. Desde Mister Trapo, proyecto desarrollado con trapos de limpieza durante la quinta edición de la Beca Kuitca (2010/11) y representado por los trajes que poblarán el salón de baile, hasta los Arrecifes para vestir, pañuelos de seda que se pueden usar sobre el cuerpo o el espacio, enmarcados y colgados en la pared como obra, presentados el año pasado en la galería Praxis. Pueden combinarse con las pantuflas realizadas con felpudos, que forman parte también de su experimentación con lo exterior e interior, lo público y lo privado, para invitar a extender la zona de confort.
En la entrada del museo izará a diario su Monumento al hombre común: una pirámide de trajes reciclados del Ejército de Salvación, inspirada en una costumbre catalana, que colapsa y se vuelve a erguir a voluntad. Apenas una introducción para el gigantesco Arrecife que ocupará todo el Gran Hall: una instalación inmersiva y contemplativa de señorial color rojo, como la alfombra que conduce hasta esa sala. El detalle es que esta “pintura de 400 m2″, como la llama Libedinsky, fue realizada con fibras de escobillones. Que volverán a su origen, una vez terminada la muestra.
“El proveedor, Xper, va a hacer con ellas una línea especial de escobillones inspirada en la muestra. Es impacto cero: el material plástico vuelve y continúa su vida, después de ser recuperado por cartoneros, reciclado y convertido en paisaje”, señala la artista Elia Gasparolo, coautora de la obra Intocable, que forma parte de un gran equipo de colaboradores integrado también por arquitectos, ingenieros, diseñadores y alumnos de Libedinsky. Estos últimos participaron en el montaje y crearon con cajones de verduras las casas de pájaro ubicadas en el jardín, donde habrá agua y comida para que sean “tomadas” como el museo.
Otra de las “manos derechas” del artista es Robert Paredes, uno de los modelos preferidos del fotógrafo Marcos López, que se ocupa de supervisar cada detalle del montaje. Como la formación de la colorida “nube” de escobillones de techo que reemplazará a una elegante araña de época. La majestuosa mesa del comedor también será desplazada por otra, formada por puertas, que permiten habitarla por dentro y generar al abrirlas “distintos niveles de sociabilidad”. Tan útil como versátil, esta idea nació también antes de la pandemia: la pieza original de Banquete fue exhibida en 2013 en la Semana del Diseño en París.
La puerta de la última sala del primer piso, el Salón de Madame, estará custodiada por dos avestruces realizados con plumeros de plumas reales, compradas a plumereros de Recoleta. Porque según Libedinsky, “el trapo quiere ser prenda, el escobillón quiere ser pincelada y el plumero quiere volver a ser avestruz”.
“Mi trabajo se guía por cinco ideas fuerza –explica el artista, con la claridad didáctica que ganó dando clases en Harvard y en la Universidad de San Andrés-: la transformación de lo ordinario en extraordinario; la transformación de lo marginal en objeto de deseo; la reorganización de lo existente para generar la obra; la revelación del deseo intrínseco de los materiales por una vida más elevada, y el obstáculo entendido como potencial”.
Una obra que reúne varias de esas condiciones es su Carrousel, instalado ahora en el primer subsuelo, debajo del mural circular de Raúl Soldi. Formado por bicicletas unidas por ejes metálicos, obliga a repartir los esfuerzos -para que funcione de manera óptima, todos deben pedalear- y a llegar a consensos: cuándo arrancar, qué velocidad mantener, cuándo parar. “Tiene una lectura argentina -observa Libedinsky-: muestra cómo nos cuesta trabajar en forma colectiva y transforma la acción individual de andar en bici en una gesta necesariamente grupal, en la que la unión hace la fuerza”.
FUENTE: Celina Chatruc – www.lanacion.com.ar