Avenida de Mayo es reconocida por su arquitectura Art deco y Art noveau. Sin embargo, a lo largo de esa arteria, la cuadra del 600 fue pionera en presentar un estilo diferente; en la esquina noroeste, frente a la confitería London City, llama la atención un edificio moderno. Es el llamado Cénit y fue uno de los que se anticipó en utilizar la técnica del curtain wall, o muro cortina de vidrio, que hoy ostentan la mayor parte de las torres en la ciudad de Buenos Aires. Además, desde su terraza del piso 14 se observan más de 20 cúpulas que son joyas de valor patrimonial.
Donde ahora está el Cénit, en Avenida de Mayo y Perú, antes había una construcción Art noveau que alojó a La Positiva, una empresa de seguros. Tenía un reloj analógico a la altura del entrepiso en la esquina que lo caracterizaba. Luego instalaron una tienda llamada El Coloso. La obra fue demolida en la década del 60 y en ese lote más tarde comenzó a levantarse el Cénit, diseñado por el arquitecto Carlos Corona y construido por la empresa de Eugenio Grasetto entre el año 1971 y 1973. Grasetto es uno de los constructores de la emblemtica Torre Prourban, o El Rulero. También se encargó del hormigón y la mampostería en el edificio Fiat Concord, o Torre Mirafiori, más conocida como Torre Fiat. Este caso es más similar al Cénit que el Rulero.
“Se llama curtain wall a un sistema exterior, ligero, prefabricado, generalmente vidriado o acristalado que se levanta de manera continua por delante de la estructura de un edificio”, explica la arquitecta Ana Brandoni quien investiga para el Conicet la construcción en altura en Buenos Aires. Es una técnica que tiene varios beneficios, entre ellos aligerar la carga, la rapidez con que se monta en seco y la luz que inunda todos los espacios de las diferentes plantas.
Según Brandoni, en la ciudad se pueden distinguir tres etapas vinculadas al muro cortina: la primera, desde fines de los 40 hasta fines de los 50, que es experimental, donde se empieza a probar pero no se desarrolla en su capacidad total. Ejemplos de este período son el edificio Guardacostas, el Mercado del Plata y el Carlos Pellegrini 885; la segunda fase, que aborda parte de, 50, 60 y 70, marcada por intercambios con experiencias internacionales y de consolidación de grandes avances tecnológicos, tal como lo es la el Cénit, la Torre Fiat, y la Torre Brunetta, o El Olivetti. Finalmente, la tercera etapa, de los 80 en adelante, cuando la tecnología deja de ser una novedad, pero se sigue usando y se perfecciona un proceso que continúa evolucionando hasta hoy en día.
El Cénit es uno de los pocos edificios no clásicos que han permitido levantar en la Avenida de Mayo, caracterizada por obras de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Su aspecto moderno fue totalmente disruptivo.” Además de tener similitudes con la Torre Fiat, tiene parecidos con el Olivetti, por su estructura hacia afuera, los paños opacos intercalados con los vidriados, los colores etc. “, asegura la arquitecta. El Cénit, en Avenida de Mayo 605, fue posterior a estas dos torres.
El muro cortina surge en Buenos Aires gracias a la circulación que hubo de ideas, patentes, y profesionales internacionales. Olivetti fue fabricado por la empresa nacional Flamia S.A., que a su vez es licenciataria de otra compañía de Nueva York, autora del Seagram Building de Manhattan, una torre de oficinas levantada en 1958 por el alemán Ludwig Mies van der Rohe. A su vez la el Fiat de Buenos Aires posee un cerramiento realizado por Sculponia S.A, empresa argentina, pero de licencia italiana.
El caso del complejo de oficinas Catalinas Norte es interesante porque aparecen edificios con este sistema que son antiguos, como el Carlos Pellegrini, o el de la Unión Industrial Argentina, de fines de los 60. Lo mismo sucede con Torre Madero, creada entre 1976 y 1980. “Es una técnica que desde lo simbólico tiene vinculación con la elegancia, con el prestigio y la imagen que se quiere brindar hacia el exterior. Al continuar representando los ideales de las empresas se sigue perfeccionando”, explica la arquitecta.
Una vista privilegiada
Desde hace cuatro años la artista Marga Fabbri viene organizando encuentros en las cúpulas más icónicas de la ciudad. Es quien descubrió una terraza poco conocida pero con vista única, la de Cénit. Ahí realizó uno de los eventos de su proyecto destinado a valorar el patrimonio, MirarMiradores. “Es mirar con el alma y el corazón, Esta vista es maravillosa. Por eso hay que compartirla”, asegura desde el último piso, durante una recorrida por el inmueble con LA NACION.
Fabbri reconoce como nadie a que construcción emblemática pertenecen cada uno de los remates que lo rodean. De pie, mirando hacia la Casa Rosada, las va nombrando de izquierda a derecha. El paneo de 360 grados abarca, entre otros, a los edificios Eskasani, Miguel Bencich, y Maximiliano Bencich, la Galería Guemes, el Ex Banco Boston y el Argentino Uruguayo, la Equitativa del Plata, La London, el Banco Nación, La Prensa, el Palacio Municipal, la Rail Way Buildibg, el Ministerio de Defensa, las Torres de Puerto Madero, el ex City Hotel, el Cabildo, el Palacio de la Legislatura, la Manzana de las luces, el Otto Wulff, etc. Entre las Torres de Puerto Madero, se destaca la Alvear Tower, la más alta del país. Por el contrario, si uno mira hacia abajo, verá Plaza de Mayo y sus alrededores.
Respecto del Cénit asegura que “lo interesante de estos edificios de curtain wall es que la fachada se repite indefinidamente, no llegás a distinguir uno de otro”. Sin embargo, lo que sí llama la atención, al compararlo con otras construcciones de su época, es el buen grado de conservación.
Lidia Otero es administradora del edificio que tiene 33 unidades funcionales. Hay oficinas en alquiler, otras en venta y la planta baja tiene locales comerciales. En el último piso armó un office para que el personal del edificio tenga un sitio donde tomar café o almorzar rodeados de un paisaje único.
“Los materiales y el diseño de toda la obra son de vanguardia y de tan buena calidad que hasta se conservaron las escaleras originales de aluminio con las paredes recubiertas de venecitas”, cuenta Otero, mientras descendemos a pie.
De todos modos, el inmueble tiene modernos ascensores. El palier de entrada también es de cuando se construyó, de granito negro, con columnas de acero.
Con lo recaudado en los eventos Fabbri contribuye, en parte, a la mantención de los edificios. “Nos gusta ayudar, aunque más no sea con aportar algo chiquito para alguna mejora en concreto que preserve su valor”, agrega.
Ya en el exterior, cruzando Avenida de Mayo, las mujeres invitan a observar nuevamente la prolija fachada del Cénit donde, llamativamente, no se observan splits colgando. Esto se debe al trabajo que hicieron el consorcio y la administración para restaurar el exterior, retirando los equipos de aire acondicionado, reubicándolos en el interior de las unidades y refaccionando las carpinterías, devolviendo el aspecto original al edificio.
FUENTE: Virginia Mejía – www.lanacion.com.ar