En un galpón gigante del barrio de Caballito, hoy inaccesible para el público en general, avanza la puesta en marcha de un taller en el que se busca restaurar, proteger y, en un futuro, exhibir parte de un enorme patrimonio cultural, industrial e histórico vinculado al subte porteño. Se trata del “Laboratorio Patrimonial Centenera”.
El enorme tinglado comparte manzana con un jardín de infantes -El Tranvía de Caballito- y los talleres Bonifacio y Polvorín, en donde se lleva a cabo el mantenimiento de la mayoría de los coches pertenecientes a la red de subte. Hoy el laboratorio es un proyecto incipiente, motorizado por personas que aman el patrimonio, que llevan muchos años trabajando en el área y que continúan capacitándose porque el acerbo que posee la red les plantea a cada paso un nuevo desafío.
Uno de estos desafíos es sin dudas la restauración del magnífico archivo de planos, que posee 50 mil piezas. Planos de toda la red, de las estaciones, del tendido de vías, de los talleres, incluso de los trajes de los trabajadores. Hay planos de fines del 1800. La inmensa mayoría realizados a mano; algunos son de papel, otros de tela.
Pero estos planos tienen una historia increíble y casi milagrosa: en abril de 2013 las 50.000 piezas quedaron sumergidas en agua. Fue luego de una tormenta que azotó la Ciudad y anegó el subsuelo del Campus de la Universidad Tecnológica Nacional (la sede de Mozart al 2.300, en Villa Lugano). Allí, el Laboratorio de Procesamiento de Imágenes Documentales trabajaba en la digitalización de los planos del subte. Se llegó a completar el 80% de ese trabajo. Cuentan a Clarín los trabajadores del subte que los planos flotaban, esparcidos por todos lados. Fue desesperante.
“En ese momento se decide dar intervención a diferentes áreas patrimoniales de organismos del Estado. Desde la Legislatura porteña -en donde poseen un equipo de profesionales expertos en archivos- evaluan una solución posible para salvaguardarlos: enrollar los planos, mojados como estaban, ponerlos adentro de bolsas y congelarlos. Así están desde 2013 y ahora estamos en la tarea de desenrollarlos, secarlos, catalogarlos nuevamente y digitalizar ese 20% que la UTN no llegó a procesar”, le contó a Clarín María Videla Rivero, gerenta comercial de Sbase, la sociedad del Estado porteño propietaria de la red de subtes (antes, funcionaria en el Teatro Colón, en donde tuvo a cargo el mantenimiento del edificio y subsecretaria de gestión patrimonial en el Ministerio de Cultura de la Nación).
Efectivamente, dentro del “Laboratorio Patrimonial Centenera” hay un contenedor que en verdad es una cámara frigorífica gigante. De allí se retiran los rollos con la documentación y se traslada al laboratorio que se construyó in situ, específicamente para esta tarea.
Los trabajos arrancan a última hora del día: “Dejamos los rollos durante toda la noche en el laboratorio, acondicionado con una luz y una temperatura específicas. Luego se desenrollan y se colocan en unas bandejas de red a través de las que escurre el agua, se separan y luego los vamos intercalando con papeles secantes, para que continúen el proceso de secado. Ahora estamos probando con friselina, que funciona bien, es más liviana y más barata”, contó Andrea Rocca, a cargo del área de patrimonio de Sbase.
Una de la acciones que llevan adelante para sostener y solventar el proyecto, es generar alianzas con diferentes organismos e instituciones. Por ejemplo, firmando un convenio con la Universidad Nacional de las Artes para que los estudiantes puedan realizar pasantías y, en simultáneo, capacitar al personal de los subtes. O por ejemplo, concursando en el programa de Mecenazgo del Ministerio de Cultura porteño, que otorga dinero a proyectos artísticos-culturales.
Justamente con el aporte de Mecenazgo adquirieron una pieza fundamental para el proyecto: un horno con el que podrán trabajar en las muestras de las mayólicas que recubren muchas de las paredes de las estaciones. La red tiene 90 estaciones y 30 de ellas fueron declaradas Monumento Histórico Nacional en 1997.
“El horno llega entre febrero y marzo. Nos va a permitir reproducir mayólicas que fueron fabricadas en 1800 y principios del 1900. Vamos a realizar un mapeo de todas las estaciones y una ficha técnica -una suerte de receta, una fórmula- de cada mayólica. Esto a futuro va a facilitar las obras civiles o las reformas que se realicen en la red. Así las empresas que tengan que trabajar, van a tener los datos precisos para la reproducción de estos revestimientos históricos”, explicó Rocca.
¿Cómo se hace hoy para reemplazar estas mayólicas? “Por ejemplo, para el revestimiento de la estación Plaza de Mayo (Monumento Histórico Nacional), tuvimos que hacer 20 pruebas distintas hasta llegar al color original. Una locura porque se investiga sobre la marcha y esto demora las obras. Por otra parte, vamos a tener capacidad para investigar y determinar cómo reemplazar materiales como el plomo, que hoy está prohibido”, detalló Rocca.
El horno ya tiene su lugar reservado dentro del laboratorio. Junto a ese espacio aún vacío se ven cajas de madera, antiguas, llenas de revestimiento. Permanecían en depósitos y son las originales que viajaban en barcos desde Europa.
En la recorrida por el laboratorio, se pueden ver además antiguos equipos de la operación de la red de subtes, relojes de pared y libros, ventiladores, cuadros, pasamanos tallados en madera y señalética que se fue reemplazando y ahora se utilizó para revestir los muros. A futuro planean construir un auditorio, para el que utilizarán butacas de cuero de un microcine que funcionó en las oficinas de Bartolomé Mitre; un lugar que durante décadas estuvo abierto a los vecinos. Ahora desmantelado, las butacas serán reutilizadas.
Uno de los objetos más curiosos son las balanzas que muchos usuarios y usuarias quizá recuerden haber visto en algunas estaciones de la Línea A. Son alemanas, marca Bizerba, de principios del 1900. Varias de ellas muestran un deterioro avanzado. “Contactamos a la empresa, nos enviaron los planos originales y ahora estamos realizando gestiones ante la Embajada de Alemania en Argentina para obtener un financiamiento que nos permita recuperarla”, contó Videla Rivero. Son seis, tienen una protección patrimonial y deben volver a los andenes de las estaciones.
El proyecto del laboratorio arrancó previo a la pandemia de coronavirus, se sostuvo y los trabajadores esperan poder abrir las puertas lo más pronto posible. Aún no hay fecha de inauguración o de apertura, pero el objetivo final es que los vecinos y vecinas puedan visitarlo y descubrir los tesoros de la red de subte.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com