Un pequeño grupo de trabajadores en la Argentina aún sigue “parapetado” en su casa con la notebook, para bajar los riesgos de contagio de coronavirus. Para todo el resto, la trinchera de las pantuflas se desmoronó. Al menos tres días a la semana, deben abandonar el pijama del home office para volver al traje, los tacos altos o, en los casos menos estrictos, simplemente vestirse para ir al trabajo.
Así como el modelo híbrido hizo que las multinacionales y grandes empresas sean más flexibles con los horarios y los días presenciales, la pandemia también impactó en el código de vestimenta. Chau dress code, hola a una suerte de “informalidad/comodidad cuidada”.
El look casual, el de “entre casa” (que dejó de ser sólo ropa de dormir) se convirtió en moda durante el aislamiento. Y las prendas cómodas, como el pantalón pijama, también se usaron en “el afuera”, al salir a la calle por algún tema específico y con permiso de circulación. De la mano de emprendedores, Instagram y el exorbitante crecimiento de las compras por Internet en el país, se sabía que el look se instalaría en la pos cuarentena. Y se instaló.
El trabajo remoto forma parte del ADN de Globant desde siempre. Pero el escenario pandémico llevó a esta gigante empresa de servicios tecnológicos a consolidarlo de una forma que llaman “dinámica”. Hoy, los más de 20.000 mil globers -como llaman a sus colaboradores- ubicados alrededor del mundo volvieron a la oficina de una forma flexible. Cuando quieren. El tiempo que quieren. Mientras cumplan con los objetivos. Lo mismo pasó en sus 12 sedes en la Argentina.
Clarín había recorrido sus oficinas de Retiro –también están en 17 ciudades del mundo– en la semana previa al comienzo del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO). En esa era, el lugar no era “tradicional”. No se veían trajes ni tacos de oficina, pero no se podía decir que los globers no estuvieran lookeados. Pese al jean y las zapatillas, había cabellos mitad azul mitad negro y sueters de emoticones que terminaban de constituir esa burbuja de estética “relajada pero productiva”. Todo eso en una sala de música que oficiaba como ámbito de reunión informal.
“Desde siempre la cultura Globant es flexible. Y parte de eso es que el dress code permita que cada glober se sienta cómodo en el trabajo, aportando a generar fluidez con los equipos, los espacios y los desafíos a los que debe responder. Creemos en que deben sentirse cómodos consigo mismos y esto incluye la manera en cómo se visten. Es por esto que no creemos pertinente tener un dress code rígido”, dice a Clarín Axel Abulafia, vicepresidente ejecutivo de Globant.
Una de las particularidades que dejó la pandemia en el mundo de las oficinas es que en el último año y medio muchas personas no conocen a sus compañeros nuevos ni los nuevos a sus espacios de trabajo. Eso les pasó, por ejemplo, a los casi 10.000 globers que ingresaron a la empresa en ese lapso de cuarentena. “Por lo cual, el proceso de inducción cobró gran relevancia porque hay que lograr que no sólo conozcan cómo se trabaja sino que se sientan acompañados”, detallan. Empezaron a trabajar en torno al concepto de “camada” y asignando a dos partners para acompañar a cada nuevo glober.
Ahí también, en el acompañamiento, están los mails masivos que otras empresas enviaron para ese primer día de retorno. No sólo especificaron que el barbijo debe usarse siempre -salvo cuando se está solo en el sitio de trabajo- sino que algunas hasta aclararon que no era necesario el uso de corbata porque no iba a haber reuniones con jefes presenciales sino por Zoom.
¿El fin de la vestimenta corporativa para todos?
Entonces, ¿es el fin del home office puro y, a la vez, el del código de vestimenta corporativo? Según pudo saber Clarín, hasta los molinetes más tradicionales ya no exigen tanto como antes en cuestiones de prendas. La corbata es un cliché de la formalidad que hace una década que se cambió, en muchos casos, por el casual Friday que permite lucir chomba los viernes. Eso, en los hombres. En las mujeres, en los ámbitos más afianzados en lo corporativo, aún resta negociar el uso o no de jean en vez de pantalón de vestir, y sandalias bajas en vez de tacos. En pandemia, ese look de “informalidad/comodidad cuidada” del que se habló al inicio de la nota, mostró un mejor balance.
“Desde hace varios años venimos trabajando en la flexibilización de prácticas, procesos y beneficios. Con respecto a vestimenta, hace 2 años, prepandemia, lanzamos la iniciativa #VestiteSegúnTuAgenda para promover que cada uno se vista como quiera, sintiéndose cómodo y, sobre todo, identificado con él/ella misma. Sólo se deben tener en cuenta 3 puntos: seleccionar tu vestimenta según los eventos que tengas en tu agenda; considerar tus compromisos del día, especialmente si vas a visitar o recibir clientes; y sentirte cómodo/a en cada ocasión”, dice a Clarín Nicolás Todino, responsable del área de Personas y Cultura de Roche Argentina.
En ese laboratorio, el modelo híbrido que profundizó la pandemia también ahondó la flexibilización previa del dress code.
Así como la pandemia puso sobre la mesa que la flexibilidad de poder elegir el lugar de trabajo según la necesidad del momento es una ventaja tanto para colaboradores como para la organización, para Ayelén Culaciati, manager de PR&Marketing del desarrollador inmobiliario HIT, con la vestimenta pasa algo análogo.
“Si la nueva normalidad nos enseñó que es saludable poder elegir desde donde trabajar según el momento de la semana, sea la oficina, nuestra casa o un espacio alternativo ¿por qué no lo sería elegir la forma de vestirnos según nuestra forma de ser, la temperatura o como nos sentimos ese día? Esto no significa abogar por estar todos en pijama, pero si por la libertad de que el foco y la energía estén puestos en otro lugar que nos sirva más a todos”, puntualiza.
Ante las nuevas formas de trabajo que trajo la pandemia, aclara, “más que nunca es importante que las organizaciones pasen del paradigma del control a la confianza”. Ese concepto de “poner a los colaboradores en el centro de la estrategia”. Y en esta época donde todo va más rápido y se impone la necesidad del pragmatismo, la flexibilidad es la herramienta que permite ganar tiempo y agilidad de decisión a los buenos talentos.
“Si la cultura de nuestra organización nos ayuda a sentirnos tranquilos y a ser nuestra mejor versión, tendremos nuestra energía 100% disponible para enfocarnos en objetivos, pensar diferente y desde allí innovar ¿qué mejor?”, cierra.
FUENTE: Emilia Vexler – www.clarin.com