Su fachada era hermosa, atípica y atractiva. Una gran combinación para un centro cultural. Enmarcada por un gran hotel y una vieja casona típica de Mar del Plata, sobre la calle 9 de julio al 2700, se encontraba el Centro Cultural La Cuadrada. Y digo se encontraba porque ya hace más de 10 años que está cerrado. El 10 de mayo de 2013, en su cuenta de Facebook, los dueños hacían un último posteo anunciando: “La Cuadrada se encuentra cerrada: Nos despedimos de esta gestión y agradecemos a todos/as que se pusieron el espacio al hombro como nosotros”.
Según se informaba en ese tiempo, el proceso de caída del Centro Cultural fue paulatino. De a poco el movimiento de público comenzó a declinar, sobre todo el local, a la hora de la presentación de espectáculos o simplemente para aprovechar la Casa de té. Tuvo su época muy buena, pero, aparentemente, una serie de cambios de dueños no ayudó a su protección.
Pero el golpe de gracia lo dieron dos hechos muy distintos, uno natural y otro vinculado a lo social-económico: una fuerte granizada y los anuncios de demolición para la futura construcción de otro edificio.
La Cuadrada funcionaba como restaurant, casa de té y como centro cultural. En el espacio se podían degustar elaboraciones propias como panes y mermeladas, además de disfrutar de la propia infraestructura, las muestras de arte, así como lecturas en vivo y música. El resto del tiempo se distribuía en espacio para talleres, conferencias y puestas performáticas.
El 24 de febrero de 2013, la ciudad de Mar del Plata se vio afectada por una granizada muy fuerte. El Centro Cultural La Cuadrada se encontró con su techo completamente destruido por ese temporal de granizo y eso provocó que los dueños del edificio decidieran ponerlo en venta. Quedó todo bastante deteriorado y las especulaciones empezaron a ser protagonistas. De hecho, si uno visita los archivos fotográficos del mapa de Google, encontrará que la foto del 2013 muestra un edificio con su fachada pintada y la del 2015 ya tiene el cartel de venta colocado su frente está cubierto de propagandas políticas.
Ante la propuesta de venta las distintas versiones comenzaron a circular. Algunos decían que no había comprador a la vista y otros decían que ya estaba vendido, que se demolería y se construiría un edificio en ese espacio. Ante la inquietud por la situación, la comunidad artística decidió convocar a un abrazo simbólico en la voz de la productora de espectáculos Liliana Wolansky. La intención era evitar la posible demolición y la búsqueda del espacio cultural, aunque eso podía estar muy lejos dado la inversión que se necesitaba. Más allá de todo, más de 2500 personas, a través de las redes sociales, se convocaron en su defensa el 23 de noviembre del 2013.
El secretario de Cultura del Municipio de aquel momento, Leandro Laserna, aseguró que, si se confirmaba la intención de demoler el inmueble, pediría al Concejo Deliberante su preservación para fines culturales y artísticos, así como la inmediata declaración de Interés Público para su expropiación. Por su parte, el secretario de Planeamiento Urbano del Municipio, José Luis Castorina, negaba que se hubiera iniciado algún trámite para avanzar sobre la demolición del espacio de 9 de julio 2737 ni en Ordenamiento Territorial ni en Obras Privadas. Pero, por otro lado, sí confirmaban consultas de interesados para ver si el espacio estaba afectado al patrimonio histórico y sobre las posibilidades de realizar un emprendimiento inmobiliario.
Lo cierto es que el espacio ha llegado hasta el día de hoy como un edificio con una hermosa fachada tapiada. Lejos de su portón, sus ventanales y los balcones que lo vestían, hoy encontramos oscuridad y sombras. Aquel espacio que supo refugiar a muchas y muchos artistas hoy pertenece a las palomas que anidan en lo que fueron sus balcones. Su portón está completamente cerrado con ladrillos, los que a su vez están cubiertos por maderas blancas como el resto de la fachada. Una enredadera gana espacio en el rincón que da a la calle Mitre y todas las áreas blancas de su frente están opacadas actualmente. De aquellos cuatro balcones con sus balaustres y sus rejas de piedra, solo queda algún resto de dos de las ventanas de arriba. Solo permanecen sobre la vereda, y justo frente a la fachada, las cuatro palmeras de siempre. Pero su estado, por las condiciones del tiempo, la estación del año o simplemente por el descuido, coincide con el del edificio y, como la estatua de Ceres del cuento Un viaje a la semilla de Alejo Carpentier, vienen presenciando la caída del lugar.
Al pasar por su frente nada llama la atención. En realidad, algo sí lo hace: el que uno se detenga a apreciar lo que quedó de La Cuadrada. Ya nadie le presta atención. Quedan los recuerdos y lo innecesario de la pregunta por el final. No hay respuesta. No las hubo entonces. Solo quedó la pérdida de no solo un bello espacio de la ciudad, sino de otro espacio de la cultura.
FUENTE: Bernabé Tolosa – www.0223.com.ar