A fines del siglo XIX Mar del Plata era una pujante ciudad que aristócratas y familias destacadas de la Argentina elegían para instalarse durante los meses de verano y disfrutar de largas jornadas de ocio con paseos por la costa y baños de mar durante el día y fiestas durante la noche. Toda familia destacada que tenía un lugar en la sociedad tenía su estancia, casona o villa balnearia en la que pasaban los largos cuatro meses de estío.
Como tantos, los hermanos Juan, Pedro, Antonio, Alfredo y Carlos Fiorito llegaron al país con las corrientes migratorias europeas y a fuerza de trabajo se hicieron un lugar entre las familias destacadas vinculadas a los negocios inmobiliarios.
En 1909 los hermanos decidieron mandar a construir en un terreno que adquirieron en la esquina de las actuales avenida Libertad y Salta tres casonas idénticas en una zona en la que por entonces predominaban los terrenos baldío y las construcciones tipo “chorizo”. Las construcciones se conocerían mas tarde como “Los Chalets de Fiorito”. De las tres casonas, solo queda en pie una que fue declarada Patrimonio histórico. Las otras dos fueron vendidas y demolidas y, en esos terrenos se levantaron edificios de departamentos respondiendo a las necesidades habitacionales de la época.
Según detallan Silvia Yolanda Roma y María Eugenia Millares en “Mar del Plata y su Patrimonio Residencial: Guía para descubrirlo y valorarlo”, los hermanos encargaron la obra al arquitecto también genovés Alfredo Olivari, responsable además de la construcción del hospital Fiorito de Avellaneda.
Los constructores de las viviendas fueron los italianos Miguel Manelli y Juan Lemmi, que trabajaban para las empresas más exigentes de la Mar del Plata de principios del Siglo XX.
La obra de estilo pintoresquista estaba conformada por tres perfectos chalets con frentes adornados con preciosas mayólicas y cubiertas, con grandes despliegues de óculos, cresterías y punzones. Además, contenían obras puramente artesanales de la zinguería de su tiempo.
Los interiores de las viviendas eran cálidos, con la presencia destacada de la gran escalera de madera, con pisos del mismo material o de brillantes mosaicos, empapelados en los muros, con herrajes de bronce, y con altas aberturas de las persianas, postigos, visillos y cortinados que permitían graduar los efectos de la luz, el frío y el calor.
A diferencia de las grandes residencias que la elite porteña levantaba en la ciudad, los Fiorito habían decidido que sus chalets trillizos no cuenten con espacio para parque, ni gran numero de habitaciones para el personal.
Con el paso de los años y las desavenencias económicas de los años ’30 los Fiorito se vieron obligados a vender dos de las tres viviendas, que mas tarde fueron demolidas y en su lugar se emplazaron edificios de departamentos. La tercera continuó siendo utilizada como residencia veraniega hasta la década del 60.
El 28 de agosto de 1995, el Honorable Consejo Deliberante sancionó la ordenanza 10.075, que ingresó el inmueble en la lista de edificaciones del Código de Preservación Patrimonial como Patrimonio histórico, simbólico y social con valor artístico y arquitectónico.
“Se valora la factura del hecho arquitectónico, comprende las características inherentes a la obra, incluyendo edificios de pureza estilística, de diseño y de soluciones de calidad, tanto en detalles constructivos como espaciales. Se considera también si la materialidad del objeto ejemplifica alguna etapa de la construcción de la ciudad”, establece la ordenanza.