“Estimado vecino: su propiedad fue seleccionada por uno de nuestros constructores e inversores para desarrollar un proyecto inmobiliario”. “El Código Urbanístico cambió y tu propiedad se benefició. Hoy tiene más valor como lote para desarrollo”. Vivir en una casa baja en Villa del Parque o Villa Santa Rita implica recibir por debajo de la puerta volantes con propuestas como estas.
Es el desarrollo inmobiliario, que ahora llegó a las zonas más tranquilas y menos densas de la Ciudad de Buenos Aires. 34 demoliciones en el último semestre, 20 lotes en venta -la mayoría destinados a ser demolidos-, esquinas que se pintan de negro para borrar el relieve del pasado. Todo en 27 manzanas en las que se vende, se resiste, o se vende después de resistir y ver cómo la nueva torre de al lado hace sombra.
Los datos fueron recopilados por vecinos de ambos barrios, buena parte de ellos nucleados en la agrupación Conciencia Urbana, que olió en este fenómeno el mismo aroma de lo que ya ocurre hace meses o años en Núñez, Villa Ortúzar o Villa Luro.
Por eso, en lugar de frenar obras con amparos, estos vecinos van por más: preparan un proyecto de ley para modificar el “nuevo” Código Urbanístico (CUr), que rige desde 2018. Hoy están en la etapa de relevamientos, identificando zonas que requieran modificaciones a partir de reclamos vecinales. Dicen que hay más casos -al menos 60- que los que llegaron a verificar presencialmente.
“El Código habilita obras en altura donde antes era residencial. Por eso estamos preparando este proyecto, que esperamos tener listo a fin de mes”, resume Elisa (63), habitante de una casa de Villa del Parque a la que le construyeron un edificio al lado. “Antes podía ver a la distancia, de acá a tres cuadras. Ahora veo una pared”, lamenta.
En Villa Santa Rita, la mayoría de los desarrollos nuevos están sobre la calle Helguera. También sobre su perpendicular San Blas, a una cuadra del barrio no oficial Nazca, repleto de pasajes de casas bajas y aroma a jazmín. “Ideal para desarrollo”, reza el cartel de venta de tres PH de frente amarillo pálido que se ofrecen en bloque en San Blas al 2900. Sobre la misma calle, pasando Helguera, una casa revestida en piedra natural se vende como terreno para edificar hasta cinco pisos más dos retiros.
En Villa del Parque viene construyéndose hace rato, pero el boom edilicio se intensificó tras la sanción del nuevo Código. La inclusión de parte del barrio en el Distrito del Vino -que da beneficios impositivos a emprendimientos relacionados con esa bebida- favorece el cambio de perfil de la zona a uno más comercial y gastronómico.
Allí el grueso de las obras está unas cinco cuadras a la redonda de la estación, desde los alrededores de José Pedro Varela y Cuenca hacia el sudeste. También del otro lado de las vías del Ferrocarril San Martín.
Cerca de estas, frente al icónico Palacio de los Bichos, se levanta un edificio de cinco pisos y dos retiros, y al lado se comercializa uno similar. A dos cuadras, sobre Pedro Lozano, una esquina de negro resalta en letras blancas: “Hay espacio para tus sueños”. Pronto será un edificio de ocho pisos y dos retiros.
“Esa área pasó de tener zonificaciones residenciales, como R1B1, a C3 II”, resalta Elisa. En los distritos R1B1, la altura máxima es de 11,6 metros. En los C3 II, pueden construirse hasta 24 metros de alto si la calle tiene más de 17,5 metros de ancho. El E3, que cubre parte de ambos barrios, tiene una altura máxima de 15,5 metros en el nuevo CUr.
Desde Conciencia Urbana, Elisa y otros vecinos organizaron varios semaforazos en Beiró y Cuenca, con el lema “Basta de edificios en altura en nuestros barrios”. Pero ya desde hace rato vienen juntando firmas en la plaza Aristóbulo del Valle, a cuatro cuadras de la estación Villa del Parque, para cosechar apoyo a la presentación del proyecto, elaborado junto a la legisladora Claudia Neira, del Frente de Todos.
No solo eso: hace dos semanas se reunieron con el secretario de Desarrollo Urbano de la Ciudad, Álvaro García Resta. “Nos dijo que está de acuerdo con la filosofía del Código Urbanístico actual pero es consciente de que hay muchos puntos para modificar y está abierto a eso”, destaca Elisa.
Identidad de barrio
La residencia de Baigorria 3040 es un viaje en el tiempo que no fue protegido. Su singularidad, sus aires eduardianos, su fachada de piedra combinada con ladrillo visto no alcanzaron para que fuera incluida en el catálogo del Área de Protección Histórica. Hace unos meses fue puesta en venta como terreno.
“Altura máxima: 17,2 metros. Metros cuadrados construibles: 1.489 + subsuelo. Metros cuadrados vendibles: 1.133 (varía según proyecto)”. El texto que acompaña el aviso inmobiliario no dice una palabra de las características de esta casa sino de lo que puede hacerse con ella. Una propiedad singular que será reemplazada, lo más probablemente, por otro edificio parecido al resto, como ocurre con todo lo que se levanta últimamente por aquí.
“Siento que estamos perdiendo la identidad del barrio, pero también se está deteriorando la calidad de vida. Hay menos aire y sol y, al mismo tiempo, no vemos una mejora en transporte o luz. De hecho, hace años que acá hay apagones en verano y no creo que eso mejore con la construcción de decenas de edificios, con todo eléctrico”, señala Yamila Rambaldi, vecina de Villa del Parque y creadora de la cuenta Buenos Aires Perdida en Twitter e Instagram.
El mismo punto señala el vecino de Villa Santa Rita Pablo Salcito. “Acá el verano ya de por sí es complicado por los cortes de luz. Pero, además, si se afectan los pulmones de manzana, correría menos aire y haría más calor. Hace unos años quisieron hacer edificios en las puntas de los pasajes del barrio, por Jonte, pero por suerte se echaron atrás”, recuerda.
Otros factores que preocupan a los vecinos -y que fueron incluidos en un informe preliminar para el proyecto- son la disminución de suelo absorbente privado, la tala indiscriminada de árboles, la falta y reducción de espacios verdes públicos y la sustitución del patrimonio histórico y cultural del barrio.
En dos barrios cuyo metro cuadrado nuevo promedia los 2.000 dólares, la oferta de propiedades es menos una respuesta al déficit habitacional y más una corrida al ladrillo para conservar el valor de los ahorros. Faltan créditos inmobiliarios, lo que no solo dificulta el acceso a la vivienda propia a la población sino que le impide competir con el precio que ofrecen los desarrolladores.
“Esto va a hacer que nuestros barrios de casas bajas desaparezcan casi por completo. Van a quedar los dueños de toda la vida, hasta que se sientan obligados a irse por verse rodeados de construcciones o hasta que sus hijos deban hacer la sucesión y lo más sencillo sea vender”, analiza Rambaldi. Lo dice con miedo de que cada vez más zonas de su Villa del Parque pasen a formar parte de lo que ella retrata en su cuenta Buenos Aires Perdida.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com