Caranchos, mariposas, teros, arañas de tela dorada. Ombúes, espinillos, talas. Verde de todo tipo: de pasto corto, de pastizal, salpicado de flores amarillas. Parece mentira que todo esto esté a 15 minutos en auto desde Capital. Más sorprende que acá haya estado uno de los basurales más grandes del país.
Gracias a la lucha de los vecinos, el basural de Villa Domínico y su olor agrio ya son historia. Hoy la mayor parte de las 400 hectáreas de relleno sanitario están parquizadas y forestadas, en muchos casos con especies autóctonas y algunas en riesgo de extinción.
El pulmón verde y la reserva natural del Complejo Ambiental Villa Domínico de la CEAMSE vienen poniéndose a punto desde hace años. Pero con el cambio de autoridades hace un mes y medio, el foco está puesto más que nunca en abrir ese espacio al público. Desde la empresa esperan que eso ocurra en algún momento de 2021, aunque se abstienen de confirmar plazos.
“Queremos abrir cuanto antes esto, y tenemos toda la intención de que sea el año que viene -adelanta un vocero-, pero depende de muchas cosas, protocolo sanitario incluido. Hay que delimitar la zona y definir por dónde se podrá circular, designar personal para cuidar el espacio, conseguir las autorizaciones de los entes intervinientes”.
Mientras tanto, la forestación avanza. La idea es dividir el pulmón verde entre “espacios destinados al uso más general y de esparcimiento del público”, y otros “lugares absolutamente naturales, con circuitos de interpretación, avistaje de aves y una demarcación lo más natural posible”, destaca el mismo vocero.
Cerca están la estación Villa Domínico del tren Roca y las paradas de los colectivos 98 y 159. Pero el acceso en auto es bastante más sencillo: desde Capital se va por la autopista Buenos Aires-La Plata, se toma la bajada de Wilde/Don Bosco/Villa Domínico, se continúa derecho por colectora y se siguen los carteles al costado del camino. En segundos se llega a la entrada, en Ortega al 4800 casi Guaminí, a metros del Complejo Santo Domingo de Independiente.
Santo Domingo se llama el arroyo canalizado que bordea el predio de la CEAMSE por el noroeste y que a pocos metros desemboca en el Río de la Plata. Nace a 23 kilómetros de acá, en Glew, y va arrastrando desechos que en Domínico lo vuelven pestilente, con remate de arena tapizada por residuos.
La reserva natural hace lo suyo para calmar un poco los olores. Está en el cuadrante norte del predio, en el cruce entre canal contaminado y río anchísimo. Décadas atrás allí había gente, casas, producción de vino de la costa. Hoy hay un colchón de agua y lirios, mariposas, cañas y una pasarela de madera que permite atravesar ese terreno húmedo y pantanoso llamado bañado. El mismo que había hace décadas también en la parte del relleno sanitario y que, justamente por este último, hoy no se puede reproducir.
“Como se elevó el suelo con el relleno, ya no puede replicarse lo que había previamente, pero sí reforestar con lo que existía hace cientos de años: el pastizal pampeano”, aclara Martín Bobeda, jefe del Departamento de Control de Lixiviados de la CEAMSE, parado en el mirador de madera ubicado en pleno pulmón verde. De un lado, el mangrullo indica que se mira a Quilmes. Del otro, que ese skyline es Puerto Madero, contrastante gris azulado ante la base verde que da el predio.
La reforestación inicial fue con plantas de rápida reproducción, aunque no fueran nativas, y ese pasto corto que recuerda a cementerios privados y campos de golf. En los últimos años se cambió por especies de las ecorregiones autóctonas de pastizal pampeano y selva en galería, para generar mayor cantidad de fauna asociada.
“Tenemos sen de campo, ombusillos, anacahuitas, molles, espinillos, coronillos”, enumera Nicolás Dobler, subgerente de Áreas Verdes, Forestación y Parquización de la CEAMSE. El vivero es su territorio: se presenta y enseguida da la bienvenida a uno de los invernaderos, para mostrar cómo crecen los coronillos en sus almácigos.
“Esta planta está asociada a la mariposa bandera argentina -explica sobre el coronillo-. Y en general cada especie nativa que plantamos permite recuperar la fauna. En el relleno, ya hay 38 especies nativas y registramos más de 130 especies de aves, entre ellos rapaces como los caranchos, chimangos, aguiluchos, el milano blanco -precisa Dobler-. Sólo el molle o el tala, por ejemplo, tienen 120 formas de vida asociadas”.
Frente al vivero está el laboratorio in vitro donde se multiplican las especies más difíciles y amenazadas, como el ombusillo, que sólo crece en la provincia de Buenos Aires y en ninguna otra parte del mundo. “Ahí se hace el cultivo, en el vivero se hace el engorde, y desde acá damos las plantas a organizaciones y entes que quieran ocuparse de la conservación de esas especies, para eventualmente sacarlas de ese estado de riesgo crítico”, cuenta Dobler.
En este laboratorio, las macetas son los frascos y el sustrato, la formulación que se prepara en un tubo de ensayo, con una base de gel, para que la planta se sostenga. La bióloga María de los Ángeles Basiglio muestra uno y resume la cuestión para novatos en el tema: “Propagamos plantas de la misma manera que en un vivero, pero de forma artificial. Seguimos multiplicando a partir de los hijos que obtenemos de la planta madre, para tocarla lo menos posible. Así, con muy poco material podemos aumentar el número de ejemplares y salvar especies que tienen algún grado de amenaza”.
El relleno sanitario de Villa Domínico abrió en 1979 y cerró en 2004 gracias a la movilización de los vecinos, que denunciaron contaminación. No era para menos: todos los días se descargaban allí 6.500 toneladas de basura porteña y de ocho municipios del sur del Gran Buenos Aires. Hoy esos residuos van al relleno de José León Suárez.
“Vivir en el barrio era convivir con un olor único, que no te olvidás jamás: el olor a gases de la basura. Fue impresionante la movida, la primera vez que Domínico se movilizó vecinalmente”, recuerda Lorena Sánchez, nacida y criada a unas cuadras del predio. “El cierre fue una fiesta, la celebración de un triunfo vecinal”. Ahora espera volver pronto al mismo espacio, pero para disfrutar en vez de tener que luchar.
FUENTE: www.clarin.com