Mariana Stange es una broker con vasta experiencia en el mercado, especialmente el corporativo. Su trabajo consiste en asesorar a empresas que necesitan mudarse y, del otro lado del mostrador, ofrecer inmuebles que estén a la altura de las necesidades de la demanda. En cualquier caso, para optimizar su función mantiene una escucha activa de las partes. A esta información suma otra menos tradicional en este segmento como son las investigaciones científicas, aunque es igual de efectiva.
En este cruce de saberes se destaca el concepto de neuroarquitectura, el resultado del “diálogo entre la neurociencia y la psicología ambiental”, como sintetiza Stange. “Este neologismo estudia la activación y reacción del cerebro frente a determinados estímulos, es decir, el impacto en el ser humano, según su relación con determinados ambientes y espacios arquitectónicos, más allá de la estética y el confort”.
Stange asegura que los estudios indican que hay espacios que generan bienestar, mientras que otros generan angustia. Por lo tanto, su análisis es una buena herramienta para aquellos directivos y líderes que quieran potenciar no sólo el rendimiento de sus equipos sino retener los talentos otorgándoles ambientes sustentables, agradables y saludables para trabajar.
“Cuando asesoramos empresas en su búsqueda de espacios, nos topamos no sólo con preferencias individuales sino también con creencias personales y de comunidad o culturales. Un barrio, una fachada, el color del piso de acceso a una oficina, son algunos de los factores que despiertan emociones en nuestros clientes. Algunas pueden ser positivas, otras negativas”, sostiene la especialista. Y aclara: “El ser humano buscará siempre mantenerse estable. Llamamos a este comportamiento ‘homeostasis’ el cual remite a la capacidad del organismo de movilizar sus diferentes sistemas con el fin de mantenerse estable frente a cambios ambientales o mentales”. Esto significa que ante estímulos que generan emociones negativas como stress, estado de alerta o excitabilidad, el ser humano plantea estrategias cognitivas para sobreponerse. Stange da un ejemplo: “Ante un entorno amenazante tratará de ser racional para convencerse de que todo está bien, que no corre peligro. Sin embargo su emocionalidad reacciona en sentido inverso. Entenderla y gestionarla nos permitirá como asesores (arquitectos, diseñadores, inmobiliarios) brindar un servicio diferenciador”.
La neuroarquitectura responde a preguntas como: ¿Es necesaria la privacidad en el lugar de trabajo? ¿Cómo influye la luz en el rendimiento? ¿La altura de los techos en una oficina influyen en la creatividad? Distintos lay outs ¿contribuyen en la sinergia entre los equipos, o son inocuos?
Stange afirma que algunos estudios comprobados desde lo empírico demuestran que “Los diseños en puntas y angulosos generan stress; los techos altos estimulan la creatividad; los espacios rectangulares disminuyen la sensación de encierro o masificación frente a diseños cuadrados de planta; las ventanas ayudan a descansar a la mente, que luego de desvíos de corto lapso vuelve a concentrarse con mejores resultados en el trabajo. Otras cuestiones verificadas por la ciencia es que así cómo la luz favorece la recuperación de pacientes internados, también facilita el aprendizaje en alumnos y aumenta la productividad en equipos de trabajo. En tanto, los colores claros descansan mientras que los oscuros bajan el nivel de comunicación entre compañeros de trabajo; los lay outs abiertos facilitan la sinergia y la colaboración, pues incentiva el encuentro de miradas y cruces corporales; los espacios de trabajo personalizados por sus ocupantes generan empleados más creativos y focalizados que aquellos que trabajan en espacios austeros o neutros. Por último, incorporar plantas genera confort y emociones agradables”.
Descansar, activar otros sectores de nuestro cerebro como el motor o el auditivo funcionan como aportes de energía que redundan en un trabajo eficiente. “Es por ello que en las oficinas se están incorporando siestarios, sectores donde el staff se turna para descansar. Otro recurso es salir a caminar 30 minutos, idealmente en lugares verdes. Sin celular, abriéndonos a la percepción. La posibilidad de conectar con el cortex auditivo descansa nuestro corte prefrontal (el que usamos para pensar, racionalizar, planificar, organizar). Por tal motivo, algunas empresas están incorporando salas de audio, donde sus empleados pueden elegir una canción de su agrado y dejarse llevar por el ritmo, por ejemplo”, explica Stange. Y agrega otra ventaja: “El poder elegir según su preferencia tiene el beneficio extra de generar dopamina, una hormona que permite una mejor focalización e interés al retomar el trabajo, además de optimizar la gestión de las propias distracciones”.
Son varios los estudios que aseguran que de las 8 horas de jornada laboral, en promedio 2 se “pierden” en distracciones. “El open space tiene la ventaja de facilitar la sinergia, pero es una amenaza a la concentración. Por tanto generar espacios silenciosos y agradables permitirán articular trabajo en equipo con enfoque individual”, resume la experta.
Esto explica la aparición de la certificación WELL, que exige un mayor bienestar para los ocupantes de una oficina de acuerdo a 7 categorías: aire, agua, nutrición, iluminación, fitness y mente.
“Hace una década nacía el ‘Home Office’ que impulsaba el trabajo en la casa como en la oficina. Hoy estamos ante el ‘HOFFICE’ que es trabajar en la oficina como en casa. A la hora de diseñar debemos sumar una nueva capa evolutiva: el estudio de las emociones y preferencias individuales y colectivas que generaremos, para lograr, a su vez, equipos que trabajarán con más energía y creatividad”, concluye Stange.
FUENTE: www.clarin.com