Como parte del desarrollo de una tesis de posgrado, el arquitecto José Reyes planificó una serie de reformas en una vivienda con el fin de hacerla más eficiente en el consumo de energía para climatizarla y, por consiguiente, mejorar sus condiciones de confort.
El primer paso fue realizar un diagnóstico y establecer las condiciones previas a la intervención y así, definir cuáles iban a ser las mejoras. Para eso, usó el aplicativo de etiquetas de eficiencia energética de la Secretaría de Energía, basado en la norma IRAM 11900.
Reyes define la eficiencia como la “capacidad de lograr un objetivo deseado utilizando la menor cantidad de recursos posibles”. Con lo cual, “cuando se inyecta energía de más para acondicionar una vivienda se estaría siendo eficaz al lograr el objetivo de confort, pero no eficiente”, compara.
Una radiografía de una construcción estándar muestra que las pérdidas de energía en las viviendas se deben en su mayor parte a las que se producen a través del techo (30%) y luego por la ventilación (20%), las ventanas y los muros. “Todos juntos reúnen el 80% de las pérdidas y sobre ellos se debe actuar”, destaca el especialista.
El “caso de estudio” al que se realizaron mediciones de consumo de energía y de las condiciones de confort previos a una reforma y posteriores corresponde a una vivienda suburbana de dos plantas 120 m2, de perímetro libre y construida en la década del 50.
La norma IRAM 11900 que fija las bases para el etiquetado de eficiencia energética en viviendas tiene un capítulo dedicado a las estrategias pasivas. “Incorporamos las condiciones que tiene esa vivienda en una planilla de cálculo y demostró que el aislamiento térmico era un área de posible intervención. En una vivienda existente hay cuestiones que no se podían cambiar, por ejemplo, la orientación o la inercia térmica porque implicaría reconstruirla”, describe.
El aplicativo arrojó que el Indice de Prestaciones Energéticas (IPE) de la vivienda existente es 187Kw h m2/ año, y se verificó que un 80% de esa energía se va en la calefacción y refrigeración.
La reforma de la casa se planificó en etapas. Arrancó con el recambio de ventanas para lo cual se dejó constancia de las condiciones de hermeticidad de las aberturas existentes mediante un ensayo de infiltración (se presuriza la vivienda a través de un ventilador). Se retiraron todas las hojas y se dejaron los marcos originales para usarlos como premarcos de las nuevas ventanas de cierre hermético y doble vidrio.
“La diferencia fue notoria, no hay chiflete, y automáticamente mejoraron las condiciones acústicas”, afirma Reyes. En una segunda etapa se colocaron 20 cm de aislante en techo (sobre el cielorraso, aprovechando el ático) y se reforzó el aislamiento térmico de la pared medianera.
Esta vivienda cuenta desde hace cinco meses con sensores de temperatura y humedad ubicados estratégicamente para tener una temperatura de registro, con tomas cada 15 minutos. En conjunto, estas acciones lograron llevar el IPE a 129. El ahorro energético fue de un 30% en el registro para el verano. Se estima que en invierno, actualmente en estudio, el ahorro llegaría al 35% porque se va a bajar entre dos o tres escalas tarifarias en la factura.
El desarrollo de esta investigación cuenta con el apoyo del INTI y la colaboración de las empresas: Arvo (Aberturas de PVC), Isover (Sistemas de aislación), Tecnoperfiles (Aberturas de PVC) y de VASA (Vidrios DVH Ekoglass).
FUENTE: Paula Baldo – www.clarin.com