Dos de cada tres parques y plazas de la ciudad no tienen rejas. Después de un largo tiempo durante el que se debatió sobre el vallado perimetral de los espacios verdes porteños, la tendencia a enrejar parece haber frenado. La política instrumentada tanto por el Ministerio de Ambiente y Espacio Público como por las juntas comunales es “mantener los espacios abiertos, pero estudiar las particularidades de cada caso”. El vandalismo y las quejas de los vecinos son los principales motivos que impulsan la colocación de cerramientos.
“Decidimos colocar las rejas en casos extremos, en zonas muy concurridas y vulnerables. Aspiramos a que los parques sean espacios 100{85a194220a6f266c1dcbe2543ff9c92416dafb994710ce8988807bdc6e23f4c8} abiertos para el disfrute del espacio público, dar así un mensaje más sustentable y apuntar a una sociedad más respetuosa, pero cada situación merece un estudio en particular”, dice Eduardo Macchiavelli, ministro de Ambiente porteño. La dependencia gubernamental a su cargo se encarga de los 42 parques y plazas de mayor tamaño. El 28{85a194220a6f266c1dcbe2543ff9c92416dafb994710ce8988807bdc6e23f4c8} de esos espacios verdes que controla están enrejados; entre ellos, el Parque Los Andes, de Chacarita, y el Parque de la Memoria, de la Costanera Norte.
El Parque Lezama, uno de los pulmones insignia en la órbita de Ambiente y Espacio Público, no tiene rejas. Fue reformado hace algunos meses y es el epicentro de ferias de ropa, de comida, de antigüedades, así como de reuniones espontáneas de músicos. Multifacético, luce un césped en buenas condiciones y tiene un anfiteatro con mesas de damas y ajedrez. “El parque está hermoso. Lo malo es que en la última reforma sacaron una cancha de fútbol donde siempre había chicos jugando”, opina Victoria Gómez, de 26 años, vecina de esas cuatro hectáreas que balconean sobre la avenida Paseo Colón.
“Es un parque mantenido en excelentes condiciones a pesar de no estar enrejado. Esto nos demuestra que los vecinos cada día cuidan más los espacios verdes y los visitan más seguido porque los sienten propios”, considera Macchiavelli.
Protección
Facundo Carrillo, secretario de Atención y Gestión Ciudadana, el área del gobierno porteño responsable de trabajar con las juntas comunales, aporta: “La construcción de cerramientos responde a establecer condiciones de seguridad y protección para espacios que han sido violentados o que presentan problemáticas específicas y motivan denuncias de vecinos. Sin embargo, nuestro objetivo es que las plazas estén abiertas y al servicio del disfrute de todos”. El vandalismo ocurre por las noches en las plazas sin rejas. De día, indican desde Ambiente y Espacio Público, no hay diferencias.
El grueso de los parques, plazas, y plazoletas de Buenos Aires ya son administrados por las 15 comunas porteñas. Entre todas, controlan 1102 espacios verdes de forma descentralizada porque “están más cerca de las necesidades de los vecinos de cada barrio”, explican desde la Ciudad. De ese total, el 31{85a194220a6f266c1dcbe2543ff9c92416dafb994710ce8988807bdc6e23f4c8} tiene cerca perimetral. Hacen un análisis exhaustivo antes de poner un cerramiento. Evalúan la cercanía con avenidas y estadios, los antecedentes de devastación y las denuncias por hechos de inseguridad. Entonces, toman dos caminos: poner rejas a todo el espacio o solamente proteger un sector específico, como el patio de juegos, por ejemplo.
La comuna 14, integrada exclusivamente por el barrio de Palermo, tiene 53 plazas y parques, de los cuales el 60{85a194220a6f266c1dcbe2543ff9c92416dafb994710ce8988807bdc6e23f4c8} están cerrados. Es una de las zonas de Buenos Aires con porcentaje más alto de verjas, el doble del promedio para toda la ciudad. El Parque Las Heras, en cambio, sobrevive abierto. Es un punto emblemático del barrio: verde y amplio, funciona como un atajo entre Coronel Díaz y Las Heras: los peatones utilizan sus senderos prolijos para cruzar de un lado al otro. Es habitual ver gente tomando sol sobre la grama bahiana bien mantenida. Los fines de semana se llena de jóvenes, de vida: hay artistas, músicos, familias que eligen la barranca que cae hacia la avenida Las Heras para pasar la tarde.
“Traigo a mi sobrino todos los días porque es un espacio lindo para tomar aire. Me gusta que el parque se mantenga sin rejas porque le da una sensación de libertad”, describe Dolores Corvalese, de 20 años y vecina de la zona. Néstor Morante, de 79 años, visita este pulmón verde a diario, pero le gustaría que estuviera enrejado: “Es por una cuestión estética, porque se cuida mejor contra el vandalismo y así se mantienen más lindas. Es un lugar muy tranquilo, con mucha familia”, agrega.
Resistencia
La Plaza Mafalda se resistió a las rejas. Se resistió, literalmente: una mañana de 2014, los vecinos se encontraron con obreros colocando la cerca perimetral, se movilizaron y frenaron la medida promovida por la junta de la comuna 13. Incrustada en un rincón del barrio de Colegiales que parece aislado del bullicio, Mafalda sobrevive intacta con dibujos de la obra maestra de Quino. Es también un lugar de encuentro, especialmente los sábados y los domingos por la tarde. Bien mantenido, el espacio solo posee rejas para proteger los juegos para niños.
Daniel Zapala, de 56 años, vive enfrente. Su dúplex está separado de la plaza por la calle Santos Dumont: “Jamás tuve que bancarme nada más allá de algunos chicos tomando cerveza por las noches, escuchando música y cantando. Nunca supe de algún hecho de inseguridad, aunque no haya rejas. A mí me gustan las plazas abiertas, libres y bien conservadas”, sostiene.
Félix Meluk, de 28 años, lleva a su perro todos los días a Mafalda y, aunque le “daría igual” que la plaza estuviera enrejada, coincide con Zapala: “De noche nunca vi que pasara nada raro”, afirma.
FUENTE: lanacion.com.ar