Villa María fue construida en 1906 a pedido del francés René Charles Rodrigué Hileret, sobrino y estrecho colaborador de Clodomiro Hileret, quien en 1889 había montado en Santa Ana, Tucumán, un ingenio que llegó a ser el más importante de Sudamérica.
El arquitecto de Villa María fue Jacques Dunant, un suizo que se había graduado en la Escuela de Bellas Artes de París y que dejó importantes obras en Argentina, incluyendo la Catedral de San Isidro.
En sus tiempos de esplendor, la residencia veraniega, levantada en Bolívar y Entre Ríos, tuvo canchas de tenis y un edificio anexo destinado a cocheras y dependencias de servicio. A dos cuadras de allí resplandecía en su apogeo el Bristol Hotel. A sólo cien metros estaba el paradisíaco Paseo General Paz, diseñado por Carlos Thays.
En septiembre de 1990 la demolieron. No fue la primera ni la última pieza patrimonial que corrió esa suerte, pero el caso de Villa María planteó un antecedente inédito: el de la participación ciudadana en defensa del patrimonio.
Fueron tiempos especiales. No mucho después los marplatenses volvieron a movilizarse, esta vez en Playa Chica, cuando la construcción de un complejo balneario amenazó con obstruir el paisaje marítimo. Debe recordarse que veníamos de la remodelación de los balnearios de La Perla (1989), que fracturó el horizonte con sus terrazas candentes y sus muros de ladrillos. La movilización en Playa Chica fue multitudinaria y forzó a la gestión del intendente Angel Roig a rediseñar el proyecto, del que hoy sólo quedan ruinas.
En Villa María la gente apenas ganó una pequeña batalla. La protesta ciudadana obligó a suspender el primer intento de remate, pero no el segundo, que se realizó bajo recaudos especiales.
Tras la demolición, el terreno vacío se burló durante años de quienes lamentamos la pérdida. Luego afloró, cuadrangular, el edificio del bingo. Es oportuno recordar que allí, hace 30 años, un grupo de marplatenses intentó salvar una reliquia patrimonial.
FUENTE: wwww.lacapitalmdp.com