A principios de 1900, proliferaron en Mar del Plata diferentes estancias de veraneo construidas por las familias aristocráticas del país. Hubo una, alejada del resto de las villas tradicionales que aún hoy, pese a encontrarse en ruinas, estuvo rodeada de misterios y se transformó en leyenda urbana.
De estilo neocolonial, construida en 1916 por Roberto Soto Acebal, Fontana y Cremonte a la vera de la Ruta 11, a ocho kilómetros del centro de Mar del Plata y a metros de Parque Camet; Villa Joyosa se erigía como una de las mayores construcciones aristocráticas de la época.
Alejada del casco urbano de la ciudad, el caserón de dos plantas contaba con una torre que se podía identificar a varios kilómetros de distancia y ofrecía una vista única para sus habitantes que tan solo dos décadas después de haberla construido decidieron venderla. Así, la propiedad se convirtió en una casa de té pero el emprendimiento no prosperó.
Desde entonces, la casona tuvo varios dueños que por diferentes motivos se deshicieron del inmueble hasta que, durante la última dictadura militar, la casa se convirtió en un centro clandestino de detención y llegó a tener fama internacional porque allí estuvo secuestrada una adolescente extranjera.
Villa Joyosa cobró notoriedad pública a principios del año 1984, cuando el excabo de la Marina, Raúl David Villariño, comenzó a denunciar los asesinatos cometidos por esa fuerza. En una nota publicada en la revista La Semana, el arrepentido dice haber visto con vida a la joven sueca Dagmar Ingrid Hagelin, detenida y desaparecida en 1977.
A fines de los 80 fue convertida en la discoteca Pop Art cuya cara visible era el exvicepresidente Amado Boudou. Según aclaró en su momento, adquirió el lugar sin tener idea de la historia de la villa y se dedicó a reancondicionarla, con palmeras y piscina incluida. Sin embargo, funcionó unos pocos meses hasta que fue rebautizada Villa Joyosa.
La nueva concesión del lugar no tuvo mejor suerte. Fue tal vez por su ubicación, la cercanía a la planta de efluentes cloacales o la “mala energía” que quienes visitaban el lugar aseguraban sentir. Lo cierto es que los nuevos propietarios de la Villa llegaron a realizar un exorcismo para salvar el emprendimiento. Pero, sin el resultado esperado, al poco tiempo cerró sus puertas y comenzó a hundirse en el abandono.
Solitaria, en ruinas y envuelta en historias de fantasmas, crímenes y suicidios, las paredes de la Villa desaparecen de a poco alimentando día a día una nueva leyenda urbana.
FUENTE: Lourdes Díaz – www.0223.com.ar