La riqueza patrimonial y arquitectónica de Rosario ha sido colisionada en la última década por el estruendoso boom de la construcción. Alimentado principalmente por capitales que provienen de la explotación cereleara de la pampa húmeda, el avance de las nuevas edificaciones sobre los ladrillos que encarnan una parte de la historia de la ciudad ha sido voraz.
La respuesta, además de estatal, ha sido cívica. Ana María Ferrini fundó hace 9 años el grupo llamado Basta de Demoliciones, un club de amigos (hoy son 7 miembros activos) que se reunió a partir de una página de Facebook y pronto pasó a la realidad con el interés de ponerle un freno a las piquetas.
“La Municipalidad tiene una catalogación enorme de edificios con grados de protección, y aun así, como se trata de propiedad privada y el propietario puede hacer de ella lo que quiere, salvo incendiarla, hemos visto caer muchas hermosuras” , dice la mujer con aflicción.
“Primero —afirma—, en los barrios, que como sólo están protegidas las construcciones del centro, han tirado muchas. Y a veces en el centro también, edificios catalogados y en buenas condiciones cuyos dueños piden autorización al Concejo”.
Ferrini marca dos recuerdos recientes y especialmente fuertes, los dos en 2017. Uno es el petit hotel de las primeras décadas del siglo XX que estaba ubicado en Corrientes al 700 y que tiró abajo la Bolsa de Comercio para hacer una “torre verde”, luego de recibir el permiso de la Municipalidad y el Palacio Vasallo. El otro es el de la histórica casona de la familia Semino, propietaria del Molino La Estrella, emplazada en Maipú al 1400 y que fue derrumbada para construir un edificio de departamentos. “Eran dos construcciones bellísimas. Fue muy doloroso que las demolieran a pesar de nuestra resistencia”, recuerda.
Hacer visible lo invisible
Sobre el objetivo del grupo, advierte: “A veces no podemos detener la demolición, pero el abrazo (la forma que eligen para protestar) es para visibilizar. Las feministas tenemos una frase de la década del 70, que dice que «hay que hacer visible lo invisible». Una camina por el centro y ve la abertura ordinaria de un comercio, pero levanta la mirada y puede ver belleza ideada por arquitectos de renombre”, destaca.
En este marco, destaca el carácter independiente de la asociación. “Patrimonialistas de otros países nos dicen que no nos podemos quejar, porque la ciudad tiene un buen registro de protección. Pero siempre vamos a ser críticos. Lo intelectual no tiene que ser búsqueda, sino síntesis. No pretendemos que no se construya ni detener el progreso. Quizás sí que dialogue lo viejo y lo nuevo”, acepta.
Y en ese sentido, apela a una imagen poética: “Los edificios pueden caer, pero caen haciendo foco. Te dejan pensando. Nada es inútil, porque va quedando el registro de lo que se tumbó y de lo que queda”, dice. De lo que se puede interpretar: si las paredes se derrumban como hojas arrancadas del libro de la historia de Rosario, habrá que escribir su colapso como hechos en el papel de los periódicos.
FUENTE: www.lacapital.com.ar