No te voy a spoilear la película “Método Livingston”. Sería imperdonable privarte de las sorpresas que tiene la obra de Sofía Mora que acaba de estrenarse durante el BAFICI. Sobre todo, tratándose de un documental que cuenta la historia del arquitecto Rodolfo Livingston, una sorpresa viviente.
Sería bueno que disfrutes de la película como se merece. Vas a conocer un personaje singular que se deconstruyó a sí mismo para reinventarse y reinventar la forma en que se enseña y se hace arquitectura. Pero también a un sujeto político consciente de sí, valiente e íntegro.
De paso, si ves la peli, vas a notar que Livingston hace lo posible para que entendamos de qué está hecha la vida, las pasiones y la felicidad.
Con la producción de Néstor Frenkel y el oficio de Mora, la película alienta a que el protagonista devore la pantalla y al público. Cómplice del carisma del arquitecto, la directora pone sus notas en el momento justo, al punto de generar intriga, diversión, hacer que te descostilles de risa, te inspires y te emociones.
Pero a mi se me ocurrieron algunas ideas para un documental que bien podría hacer Netflix. Escenas basadas en hechos reales que Mora no alcanzó a mostrar por falta de tiempo. Necesitaríamos varias temporadas para hacerle justicia a una existencia tan fecunda como la de Livingson. Si Mad Men estuvo en pantalla 7 años, bien podemos estirar la serie agregando nuevas temporadas a media que Livingston siga construyendo su historia y la nuestra.
La serie podría empezar con un Livingston joven llegando al Chaco. Allí descubre que es bueno para enseñar y empieza, también, a descubrirse a sí mismo. Durante una calurosa noche, entre sueños, podría ver el rostro de Nidia Marinaro, una joven arquitecta chaqueña que conocería décadas después para quedar enamorado al instante y convertirse en pareja hasta hoy (imagen difuminada).
También al principio podría haber un breve flashback (visión del pasado) donde se ve a Livingston niño educado por institutrices europeas, tomando aristocráticas vacaciones en Mar del Plata y estudiando en un colegio de elite (Todo en blanco y negro).
La serie podría tener un momento alto cuando Livingston llega a Cuba vestido de arquitecto burgués porteño, ahí recibe su compañero de facultad Juan Molina y Vedia, otro arquitecto burgués porteño que había dejado de serlo colaborando con la Revolución Cubana.
Livingston se pone a trabajar de arquitecto revolucionario y alterna sus tareas haciendo guardia para prevenir una posible invasión estadounidense (Acá podemos sumar sus encuentros con Fidel y el Che) (Nota: Agregar imágenes de la Revolución Cubana al principio, le va a gustar al público).
Después podemos saltar a la Buenos Aires actual. Livingston explica El Método a jóvenes de la facultad de arquitectura, les promete que con su sistema, van a tener mucho trabajo y ser felices. En un momento, Livingston mira a la cámara como si fuera un alumno y le dice: “Nadie dice que Dios es carpintero o sastre, todos lo imaginan arquitecto y por eso piensan que estamos para cosas grandes. No nos llaman para hacer una habitación en la terraza o un baño, lo hacen con un albañil”.
Vamos por corte a la imagen de Livingston trabajando en su estudio como un Arquitecto de Familia, término y categoría que inventó él. Le propone soluciones creativas a un cliente que no va a gastar ni dos pesos con cincuenta.
En algún momento tendría que haber unas imágenes de los 70. Por ejemplo, Livingston acompañando a su amigo Tato Pavlovsky demorado en un destacamento policial. Tensión.
Por corte, pasamos a un Pavlovsky distendido en una terraza del barrio de Palermo, contando divertido la anécdota diez años después y pintando a un Livingston exasperado con los militares por la demora que habían sufrido.
Ahora Livingston pasea inquieto porque no consigue la visa estadounidense. ”Voy a hablar con el Presidente”, dice y pide un llamado persona a persona. La telefonista se niega, Livingston insiste. Contestan en la Casa Blanca, Livingston reclama su llamada personal. Atiende un funcionario, después otro de mayor rango. Livingston, firme. Por fin, un custodio le dice: “Estoy en la puerta del dormitorio, el presidente está durmiendo ¿quiere que lo despierte?, finalmente Livingston, un gentleman por sobre todo, cede y deja dormir a Ronald Reagan.
No pueden faltar imágenes de Livingston enfrentando a la ley para privatizar espacios en plazas y parques, o en contra de las excepciones al código urbano.
Hay que admitir que Sofía Mora se llevó a su película buena parte de los momentos más brillantes de Livingston. Pero creo que podríamos sumarlos a la serie invitándola a dirigir la serie. Con su talento, el proyecto va a ser un golazo. Además, todavía queda todo lo que el propio arquitecto puede dar. Las cámaras lo aman… nosotros también.
FUENTE: Miguel Jurado – www.clarin.com