Los vidrios tienen telarañas y una espesa capa de mugre, pero por algunas ventanas abiertas o rotas se puede observar el interior. Los pisos de madera desaparecieron, solo quedan algunas tablas rotas y vigas de hierro que sostienen la estructura y se pierden en un subsuelo donde crece yuyos y hay basura. Resisten las paredes entre grafitis y techos que se van cayendo a pedazos, al igual que la mampostería de la galería circular que rodea el edificio. Una escalera, en ruinas y oxidada, llega hasta la planta alta que balconea hacia el centro con vista a la cúpula central, gris, castigada, a tono con el cielo plomizo que la envuelve esa tarde.
Lo que se ve no es agradable, es un edificio en descomposición, sumergido en un olor a cloaca, que acrecienta el estado de abandono. Es un edificio declarado Monumento Histórico Nacional en 2010, el único que sigue en pie de los festejos del aniversario del centenario de la Revolución de Mayo de 1810 a la espera de un plan de restauración que no termina de consolidarse a pesar de que las responsabilidades de hacerlo quedaron establecidas hace décadas.
En un rincón del predio de las avenidas Cerviño y Bullrich, en Palermo, donde funcionan las sucursales de Easy y Jumbo, y a lado del Regimiento de Patricios, disimulado entre racks que apilan mercadería, se encuentra el Gran Pabellón Central de la Exposición Internacional Ferroviaria y de Transportes Terrestres. Fue uno de los 35 construidos para los festejos de 1910 que se exhibieron en las distintas exposiciones internacionales organizadas, entre ellas, la que tuvo lugar en el actual predio de La Rural en Palermo dedicada a la Agricultura y a la Ganadería.
El Pabellón del Centenario, como se lo conoce actualmente, fue obra del arquitecto italiano Virginio Colombo y del estudio Vinent, Maupas y Jáuregui y su calidad arquitectónica fue premiada con una medalla de oro. Fue parte de los edificios que se levantaron en el predio de la avenida Bullrich, en el Pabellón de Fiestas, Correos y Telégrafos, donde se ingresaba por un gran portal de acceso en estilo art nouveau.
Su composición responde al eclecticismo académico y la ornamentación muestra influencias de la llamada Secesión Vienesa. El frente curvo, en forma de hemiciclo, cuanta con una galería sostenida por grandes columnas y en la cima una gran cúpula vidriada remataba en un grupo escultórico compuesto por cuatro figuras femeninas que sostienen, en lo más alto, un globo terráqueo.
Columnas gruesas y firmes mantienen la estructura de Colombo que, sin embargo, comienza a dar signos de avanzado deterioro. El resto de los edificios construidos para el centenario de 1910 se desmantelaron, pero el pabellón se mantuvo en pie. Años más tarde de su construcción se instaló en el predio el Regimiento de Patricios; el pabellón, que había cerrado sus puertas en 1911, comenzó a ser utilizado para las revisiones médicas del servicio militar hasta fines de los 80.
Por una calle lateral, pegada a las vías del ferrocarril Mitre, entran los camiones que descargan la mercadería para abastecer a los hipermercados que están en el predio. El Pabellón queda a un costado, inerte, testigo de su propio deterioro del que solo dan testimonio las palomas que lo merodean. Entran y salen por los huecos de los techos, ingresan al pabellón y se pasean por la planta alta del Monumento Histórico Nacional de 1500 metros cuadrados.
El excremento va ganando terreno en los diferentes ambientes, o lo que queda de ellos, y la galería del exterior. Una mano de pintura amarillenta, lavada, en parte de la fachada y las columnas es el único cambio que se ve cuatro años después de un proyecto que intentó reactivar su puesta en valor. Ese mínimo mantenimiento no era todo lo que debía llevar adelante la empresa Cencosud, concesionaria del predio, cuando se firmó el convenio de explotación.
Obligaciones sin cumplir
Cuando en 1994 la Dirección de Construcciones del Ejército Argentino firmó un convenio con Cencosud para la explotación de las tierras del Estado Nacional, por un plazo de 20 años más dos períodos consecutivos de 60 meses cada uno, se estableció que la empresa debía afrontar el “reciclado del Gran Pabellón Central de la Exposición Internacional Ferroviaria y de Transportes Terrestres hasta lograr un grado de terminación similar al que poseía originalmente, incluyendo el mantenimiento de sus fachadas exteriores, ornamentos y dispositivos conexos”.
En 2008 la firma realizó un proyecto de “Puesta en Valor, Restauración y Reciclaje” con un exhaustivo relevamiento que derivó en el pliego para convocar a licitación, pero nunca se concretó. Ante ese incumplimiento la empresa fue demandada por el Ejército en 2014 (expediente 29.528/2014) que se tramitó en el Juzgado en lo Contencioso Administrativo N° 9, una causa iniciada por incumplimiento del mantenimiento de las fachadas exteriores, ornamentos y los dispositivos conexos del histórico edificio.
“La restauración del Pabellón sigue pendiente por la disputa entre Cencosud y el Ejército Argentino en cuanto a la responsabilidad del mantenimiento y restauración del edificio. Por eso el tema está en la Justicia. En noviembre de 2021 Cencosud presentó, ante la Comisión Nacional de Monumentos, un informe de patologías y una serie de planos de muy mala calidad con los que no fue posible realizar una evaluación sobre su estado”, contó Teresa de Anchorena, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos.
“La Comisión solicitó acceso al edificio, pero la empresa no respondió. En diciembre pasado se realizó una visita, pero la empresa no permitió el acceso. Sin acceder no es posible realizar un informe acabado de su situación”, dijo Anchorena.
“Se pudo recorrer el edificio por el exterior y se verificó que el estado de conservación es muy malo, especialmente en los interiores. Todo está muy descuidado, de todos modos, se puede restaurar y poner en valor”, agregó.
LA NACION se comunicó con voceros de Cencosud, pero al cierre de esta nota no había tenido respuesta.
En 2017 parecía que el edificio histórico podía comenzar a ser recuperado con la intervención de la Agencia de Administración de Bienes del Estado (AABE) que anunció que el predio cambiaría su funcionalidad. A través de un decreto presidencial firmado por el ex presidente Mauricio Macri se habilitaba la posibilidad que en esas tierras se generara un espacio público con emprendimientos privados, con una mixtura de usos, una vez finalizado el contrato de concesión con Cencosud.
Hubo más. En 2018 la Legislatura aprobó una ley para “la recuperación y puesta en valor del Pabellón del Centenario y la redefinición del predio” que es ocupado en un 60% por los hipermercados. La normativa estableció que el 65% del terreno se destinaría a crear espacios públicos y el 35% restante a desarrollo urbano. Y en 2019 la AABE, bajo la administración de Ramón Lanús, firmó un convenio con la Sociedad Central de Arquitectos (SCA) para encontrar alternativas y aplicarlas en la puesta en valor del inmueble.
También en 2019, Cencosud recibió la segunda prórroga de la concesión del predio por cinco años por lo que la firma mantendrá la actividad comercial hasta 2024, y se renegoció un aumento del canon mensual, que pasó de los $5.900.000 a los $9.000.000. “(La empresa) paga un canon de $201 por metro cuadrado, es una cifra irrisoria”, dicen hoy desde la AABE.
El proyecto ganador fue el del arquitecto Juan Martín Flores, en colaboración con sus colegas Matías Erguy Grill, Evelyn Andino, Nicolás Medel y Martín León, con la presentación de su trabajo Medianeras, elegido entre 65 propuestas. “En 2019 hubo un acuerdo con la AABE para dar el primer paso, generar un primer plano base con la división de las parcelas y el espacio público porque hasta que no venza el contrato en 2024, no se puede hacer nada. Recién ahí correría la posibilidad de aplicar el proyecto”, explicó Flores.
“Pero cuando cambiaron las autoridades de la AABE nunca más nos pusimos en contacto, tampoco hubo una comunicación del Gobierno de la Ciudad; no se generó ningún tipo de reunión para avanzar”, agregó.
El destino del Pabellón se encuentra en el limbo de las responsabilidades. Desde AABE argumentan que los ganadores del proyecto no avanzaron con los planos, aunque reconocen que hasta 2024 no se podría aplicar, y por lo bajo sueltan que después de 2024 habría una nueva renovación del contrato con la empresa. En la Ciudad el tema pasó por el disuelto Ministerio de Desarrollo Urbano y Transporte, pero desde el Gobierno informaron que ya no tienen participación.
Como ocurre con otras joyas de la arquitectura porteña la obra de Colombo está a la deriva después de varios intentos de rescatarla del abandono y la decadencia. Los convenios, concursos y leyes elaborados en los últimos años no pudieron frenar el deterioro de un monumento olvidado que solo rescatan los ojos curiosos que saben asomarse a ese rincón perdido de la ciudad.
FUENTE: Mauricio Giambartolomei – www.lanacion.com.a