La sanción de un Nuevo Código Urbanístico, impulsada por el gobierno porteño, propone un nuevo marco normativo para la Ciudad. El Proyecto, presentado ante la Comisión de Planeamiento de la Legislatura el 23 de marzo, promueve una ciudad con alturas más parejas, más compacta y con más habitantes. Se propone un cambio en el modelo de ciudad, que desalienta, salvo en localizaciones específicas, la construcción de torres.
A diferencia del Código de Planeamiento Urbano vigente, no usa fórmulas matemáticas para calcular la constructibilidad de las parcelas, sino que establece alturas máximas, distinguiendo distritos de baja, media y alta densidad. Las mayores alturas estarán sobre las avenidas, donde los corredores altos tendrán 38 metros, es decir, planta baja y 11 pisos. En los distritos de media densidad la altura será 16 metros, equivalentes a planta baja y 4 pisos, y en los de densidad baja se podrá construir planta baja y hasta 2 pisos altos. Los edificios en torre se reservan para áreas específicas, sobre el Riachuelo.
Debido al impacto que un cambio normativo tendrá en la forma física de la ciudad y en la vida cotidiana de los ciudadanos, queremos destacar aciertos y críticas al proyecto que tratará la Legislatura. Entre los primeros, la iniciativa de prefigurar una ciudad de alturas más parejas, sin medianeras a la vista, y que a la vez mantenga la diversidad barrial, característica de Buenos Aires, es uno de los aciertos. En igual sentido, la idea de concentrar las mayores densidades sobre las avenidas y consolidar la planta baja con diversos usos, redunda en la generación de tejido urbano y social. Se fortalece así, el carácter peatonal de Buenos Aires, que a diferencia de otras urbes latinoamericanas, pensadas para el automóvil, es una ciudad de veredas habitadas, con una vida urbana dinámica. El proyecto apunta a consolidar una ciudad caminable y segura para los vecinos, que suprime las altas torres rodeadas de rejas.
Del lado de las críticas, tres cuestiones nos parece que ameritan mayor discusión. En primer lugar, todo cambio de reglas en el mercado de la tierra urbana y los volúmenes edificables determinará que algunos resulten beneficiados y otros, desfavorecidos. Mientras que algunos terrenos y áreas resultarán valorizados, otros verán reducidas sus expectativas. El Estado puede, a través de instrumentos jurídicos como la captación de plusvalía y la transferencia de capacidad constructiva remanente, equilibrar potenciales desbalances, en beneficio de una ciudad más equitativa y plural. En tal sentido, sería necesario y oportuno que el nuevo Código Urbanístico se acompañe de leyes en esa dirección.
En segundo lugar, la Ciudad de Buenos Aires muestra una extraordinaria estabilidad demográfica. El Censo de 1947 arrojaba una población de 2.981.043 habitantes. El Censo 2010 registró 2.890.151. La población se ha mantenido constante a lo largo de siete décadas. Por otra parte, en la actualidad cerca del 25{85a194220a6f266c1dcbe2543ff9c92416dafb994710ce8988807bdc6e23f4c8} de los inmuebles está deshabitado. No se entiende, entonces, sobre qué proyecciones sociales, demográficas y económicas, se imagina una ciudad más densa, que aumentaría en millones el número de residentes.
En tercer lugar y conectado con lo anterior, la ciudad recibe diariamente el doble de sus habitantes, que viene a trabajar, estudiar y desarrollar actividades o consumir servicios, desde los 40 municipios metropolitanos. Para abastecer un incremento significativo de residentes, las infraestructuras de servicios públicos y la dotación de espacios verdes deberían ser drásticamente reformulados. ¿Dónde y cómo se localizarían esos espacios verdes y públicos en la ciudad? ¿Para cuántos habitantes imaginamos la ciudad? Una mirada metropolitana sobre la vivienda, el transporte, las infraestructuras, el espacio público y la sostenibilidad es imprescindible, frente al planteo de promover desde el Estado la densificación porteña. Finalmente, si Buenos Aires planea duplicar su población, ¿qué estrategias empleará para continuar siendo pluriclasista y no expulsar a los sectores postergados?
El desafío del cambio normativo es el de mantener y potenciar, en el mediano plazo, el carácter identitario que la ciudad construyó a lo largo de su historia: la reunión de sofisticación y espíritu igualitario, abierto a todos quienes quieran habitarla. En ese sentido, sería conveniente incorporar un porcentaje de vivienda social en los grandes proyectos de desarrollo, al modo de algunas ciudades europeas, como recurso integrador para evitar la segregación social.
FUENTE: Rosa Aboy – iciudad.org.ar