La arquitectura, según la Real Academia Española, es el arte de proyectar y construir edificios. Sin dudas, es una de las ramas del arte, valga la redundancia, que impacta más directamente en el ser humano y la sociedad. Los trabajos arquitectónicos nos modifican la vida tanto estética como funcionalmente y el resultado de ello se observa de manera casi inmediata en los seres humanos.
El jurado del Premio Bienal Nacional AcAU (Academia de Arquitectura y Urbanismo) 2021-2022 Gualter Colombo distinguió al Edificio Washington -ubicado en Washington 2729, en el barrio de Coghlan-, la obra realizada por los arquitectos Valeria del Puerto, Horacio Sardin, Hugo Grinberg y Graciela Konterllnik. Pero este no fue el único reconocimiento que recibió el trabajo, también fue seleccionado entre los proyectos destacados en el Premio Oscar Niemeyer para la Arquitectura Latinoamericana 2022.
“Recibir tanto un premio como una mención representa un grato impulso para seguir trabajando. Estos reconocimientos siempre generan entusiasmo. Aunque más allá de ellos, los arquitectos siempre tenemos ante cada trabajo, un nuevo desafío; una nueva oportunidad para pensar y explorar, para proponer y desarrollar ideas”, comenta Del Puerto, que muy pequeña descubrió que quería dedicarse a esta actividad. Y recuerda: “No tenía familiares ni gente conocida en el rubro de la arquitectura, pero entendí que ese era el camino que iba a seguir. Creo que siempre me interesó pensar en el espacio que habitamos: nuestra casa en primer lugar, nuestras ciudades después”.
Hoy, Del Puerto no entiende su vida lejos de la arquitectura y del desarrollo de la profesión. Ella participa activamente tanto en las entidades profesionales como en otras organizaciones, tales como Soy Arquitecta.net -red profesional que promueve la representatividad de la mujer en los espacios de decisión y liderazgo-. “La formación profesional y el ejercicio de la actividad me han acercado a un mundo con múltiples caminos posibles e infinitas áreas de interés. La construcción, en un sentido amplio que va desde la concepción de ciertas preocupaciones o intereses prioritarios hasta la definición de las ideas y luego su materialización, es un campo de acción donde el aprendizaje es permanente”, comenta la arquitecta.
Para Del Puerto, la arquitectura debe mejorar la calidad de vida de las personas, de los usuarios directos y de los habitantes de las ciudades. “La buena arquitectura está vinculada al sitio, a sus recursos, al clima, a la cultura y las tradiciones, a las raíces del lugar. Una arquitectura que no es ajena a la condición humana. Las actitudes proyectuales son distintas en diversos contextos, pero siempre asumiendo que la arquitectura es hacedora de paisajes”, explica. Y agrega: “En paisajes vírgenes o en la naturaleza en estado puro intentamos que nuestra huella (la de los arquitectos) sea positiva, que revalorice el paisaje cuidando el impacto de lo construido. En los escenarios urbanos, priorizamos el equilibrio entre la naturaleza y la ciudad. Recuperar ese vínculo que en las grandes urbes tiende a desaparecer, debe ser una de nuestras metas. Mientras que en la periferia o en urbanidades degradadas resulta vital que la arquitectura colabore a generar ciudad, que logre configurar lugares y dotarlos de una identidad”.
Camino al premio
El estudio Del Puerto-Sardin fue convocado para desarrollar el proyecto y la dirección de obra de un edificio de 16 unidades de vivienda de dos dormitorios, en el barrio de Coghlan. “En el entorno predomina la arquitectura ladrillera. Teniendo como objetivo que la obra debía cohabitar con el resto de los inmuebles, entendimos que el edificio de la calle Washington tenía que emplear el ladrillo visto casi como único material. De esa forma, nuestro proyecto se suma de manera armónica a la identidad del barrio”, cuenta Del Puerto.
Según la arquitecta, el desafío fue que el edificio se integre al contexto de manera empática, pero que -a la vez- le aportara singularidad a ese paisaje urbano en el que se encontraría inserto. “Otro de los desafíos que encaramos fue que sus habitantes se sientan habitando en una casa en altura. Algo que considero que se logró”, dice la profesional. La búsqueda expresiva del material, con distintas trabas de ladrillo que generaran diversas texturas y que hace que el edificio presente sus propias particularidades, fue otra de las cuidadas búsquedas.
Por último, la incorporación de vegetación en las fachadas y de árboles y jardines en la terraza, junto con un salón de uso común con una particular cubierta, permiten una conexión –casi natural- con el verde, el cielo y el horizonte. “El espíritu de la obra era revitalizar el paisaje urbano, reafirmando la identidad barrial”, concluye Del Puerto. Y según parece, lo logró. El edificio de Washington es un proyecto que logra integrarse de manera armónica y a la vez distintiva al entorno predominante del barrio de Coghlan.
FUENTE: Leandro Murciego – www.lanacion.com.ar