Parrillas, fábricas, laboratorios, la mejor fugazzetta rellena. Y, ahora también, edificios. Villa Ortúzar alteró su horizonte parejo de casas bajas por una cadena de valles y picos de hasta siete pisos. Desarrollos que, lejos de estar fuera de norma, se encuentran habilitados por el Código Urbanístico porteño. Hay al menos 50 proyectos de obra y 80 lotes en venta, la mayoría casonas.
“La plaza es de todos. La vista puede ser tuya”, reza el cartel que cerca el terreno de Charlone 1448, frente a la plaza 25 de Agosto, una de las dos que tiene el barrio. La empresa que comercializa el edificio, llamado Verte, promociona sus “amplias terrazas exclusivas con vistas panorámicas en el décimo piso”, en la zona que rebautizan como “Nuevo Colegiales”.
En Charlone 1561 funcionaba un servicio zonal de la Comuna 12. Allí también se planea levantar un edificio. En 2019 el lote fue vendido a un privado, en un procedimiento votado en la Legislatura sin doble lectura, mecanismo exigido para enajenar terrenos públicos.
El predio de 14 de julio y Fraga, donde funcionaba un campo de deportes de la Asociación de los Testigos de Jehová, fue vendido y hay rumores de que allí se construirán edificios de viviendas y restaurantes, con un funcionamiento similar al DoHo de Villa Urquiza.
“No termina de aparecer una obra en construcción que surge otra. Es como un campo minado”, dice Lucía Domínguez. Integra el colectivo “Somos de Ortúzar”, una reacción al boom constructivo que arrancó allí hace dos años. Tanto es así, que la agrupación elaboró un mapa para llevar la cuenta de cuánto se edifica en el barrio: ubicaron 50 obras en construcción, la mayoría edificios, y 80 lotes en venta.
El edificio en la plaza
No pasa sólo en avenidas: también en las calles internas y hasta en una plaza, la Malaver, donde hace poco se demolió una casa anterior a 1941. Allí la desarrolladora Ykonos planea levantar un edificio de siete pisos, con terraza y local gastronómico. Los vecinos del colectivo “Somos la Malaver”, que impulsó la puesta en valor de ese espacio verde años atrás, hicieron un festival el domingo 24 para protestar contra la obra.
La empresa no está fuera de norma: la ley habilita a esta y a las demás desarrolladoras que están desembarcando en el barrio a construir más alto. Es que el Código Urbanístico aprobado en 2018, que antes determinaba el tamaño de las construcciones en base a la superficie de los terrenos, ahora se rige por la altura.
Es ese Código el que permite, por ejemplo, construir hasta siete pisos y dos retiros frente a la plaza 25 de Agosto. “Todo está hecho en el marco de la ley. Si no construyo yo, lo hará otro, no hay un ogro en esta historia”, destaca el arquitecto Joaquín Castrilli, proyectista y director de la obra en Charlone 1448. La misma que es comercializada por Interwin con la frase de “la plaza de todos” y “la vista” que “puede ser tuya”.
Castrilli dibuja con un mouse sobre un mapa satelital la trayectoria del sol sobre la plaza. Explica: “Por su orientación, en ningún momento del día el edificio le hace sombra a la plaza”. Cuenta que se hizo “un acta con todos los vecinos aledaños al terreno. Algunos estaban más contentos y otros más quejosos, pero todos firmaron”.
Hay un extra peculiar en el caso del edificio en la otra plaza, la Malaver: esta fue creada después de que comenzara a construirse en la manzana, por lo que tiene casas en dos de sus esquinas. Incluso hay un almacén y funcionó una cervecería. Es por eso que la propiedad se edificaría en la misma manzana, pero en un lote que no pertenece a la plaza.
“Proponemos que se compre el terreno donde se quiere hacer el edificio, de manera de ampliar la plaza, e ir haciendo eso con las demás propiedades que salgan a la venta, hasta que todo sea verde -explica la vecina Paula Salischiker-. Este no es un barrio para torres: cada dos por tres se corta el agua o la luz por las fábricas que están cerca, o los hipermercados de Triunvirato”.
Consultados por este diario, desde la Secretaría de Desarrollo Urbano de la Ciudad aclaran que el proyecto de Ykonos Malaver Plaza “está en estudio todavía”. De hecho, no hay permiso de obra. Sin embargo, en las redes sociales de Ykonos se publicaron fotos de la demolición paso a paso y se promociona el proyecto, un edificio con departamentos de uno, dos y tres ambientes “con excelentes vistas panorámicas”.
Del zorzal a la piqueta
En el ADN de Villa Ortúzar está el clima de siesta permanente. En parte es por su baja densidad poblacional. En parte porque buena parte de su superficie está cubierta por talleres, depósitos, laboratorios. La calma que funciona como imán de nuevos vecinos es justamente la que está en juego con este boom. Algunos artistas que viven allí admiten que se complica crear o grabar con fondo de pico y pala permanente.
“El Código Urbanístico aprobado en 2018 está en contra de los barrios bajos. Incluso hasta prohíbe los jardines al frente, una locura total. La infraestructura y los servicios no dan abasto y se altera la identidad del lugar. Si al lado de tu casa tenías una familia y hacen un edificio con 20 departamentos, la fisonomía del barrio cambia”, remarca la arquitecta Magdalena Eggers, especialista en normativa urbana.
Para Eggers, “lo único que puede hacerse es cambiar la norma, pero eso lleva tiempo. El Gobierno de la Ciudad cobra un plus por lo que gana el dueño del terreno por construir más, el Derecho para el Desarrollo Urbano y el Hábitat Sustentable. Entre eso y los cambios al Código, que permiten edificar en altura, floreció la construcción y ahora vemos las consecuencias”.
El cambio no siempre es malo. Pero se traduce en pérdida si quedan menos señas de identidad, menos vistas para todos, menos luz para plazas y casas, que por ese motivo se desvalorizan. Hay quienes se apuran a poner su propiedad en venta por ese mismo motivo, un círculo constructivo vicioso. “Te presionan para vender, porque te rodean de edificios”, señala Domínguez.
Por eso, ella y los demás miembros de Somos de Ortúzar organizaron un festival contra las torres el 26 de septiembre, en el que juntaron firmas de los vecinos. Siguen luchando contra un avance que no los contempla. Con la apertura de una estación de subte hace menos de dos décadas, a este barrio le terminó de llegar el progreso, con todo -lo bueno y lo malo- que eso implica.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com