La ciudad de La Plata fue una grata sorpresa, en un país todavía adolescente, se daba solución al tema de la capital provincial y Dardo Rocha y su grupo de trabajo, no pensaban una ciudad que fuera un mero centro administrativo, quería mostrar una ciudad diferente, culturalmente distinta y pensó en plazas y calle arboladas, una ciudad que contara la cultura y la mostrara.
No había habido hasta pocos años antes escultura pública en el país, ya que tanto durante el período colonial, como en las décadas que siguieron a la revolución, la pauta artística no se alejó de los templos, las instituciones y la vida privada.
La idea era de dar forma a la organización nacional, con un diseño intencionadamente imbuido en los modelos de ciudades civilizadas, capaz de representar un programa político basado en la influencia de la opinión pública, la producción, la libertad de comercio y el fomento de la inmigración. Era un propósito para un país que todavía existía en la mente de sus impulsores y que estaba integrada por una población nativa cuya vida había sucedido bajo condiciones que tenían poco que ver con ese futuro, a la que pretendía sumarse un contingente inmigratorio quizás en parte más familiarizado con el progreso, pero totalmente ajeno a la realidad propia.
Por lo antes dicho Dardo Rocha encargó en mayo de 1882 las esculturas a Pietro Costa, “profesor de la Academia de Bellas Artes de Italia” y realizador de monumentos del tipo patrióticos en Italia.
En este nuevo espacio, los próceres de la Primera Junta y las personificaciones de tipo antiguo ocuparon un lugar preferencial. Es que los hombres de Mayo representaban la historia independiente y el proyecto de apertura lucrativa al mundo. Estas representaciones en los espacios verdes de la ciudad eran una novedad en la República.
Además de unir el futuro y el pasado, adquiría un valor didáctico, ya que al mismo tiempo que ponía a la vista del pueblo no ilustrado las tendencias populares en Europa y el imaginario del progreso, instruía a la progresiva inmigración en las referencias locales de la materia. La discursividad histórica apuntalaba la construcción nacional y el adicional proceso de rediseño demográfico y cultural.
Las esculturas tomaron entonces un lugar destacado junto a la traza y la arquitectura. La expresión académica en el terreno escultórico comenzó con un conjunto de mensajes claros en forma de personificaciones. La idea del programa de La Plata tropezó rápidamente con la realidad y el ejemplo más indiscutible fue el monumento a la Primera Junta destinado a la plaza de la Legislatura. El presumido plan original se cumplió de manera tan indebida, demorada y contradictoria que su impulso ideológico inicial se esfumó en los cambios de una realización conducida a los tumbos en un marco nacional poco favorable. La falta de medios, el incumplimiento de los pagos por parte de las autoridades y de los plazos de entrega por parte del escultor, la demora del pintor de la Provincia en representar los modelos de los trajes, demoró todo más de lo previsto.
Pero al fin se inauguró en 1903, 21 años después del encargo, en una versión de mala calidad, que se rehizo y que finalmente no gustó. La columna fue derribada con la estatua de la República hecha en tierra romana todavía montada en su parte más alta, una humildísima obra de Lucio Rossi, autor del fallido monumento original. Esto de las demoliciones y los cambios serían una constante en nuestra ciudad.
Los principales actores de la Primera Junta así como Rivadavia fueron separados. Por ejemplo, Mariano Moreno fue colocado en Plaza Moreno al pie de un obelisco también demolido en 1910 para rediseñar la plaza; la figura fue retirada y luego donada a la ciudad de Pergamino. Rivadavia permaneció varios años en los sótanos de la Casa de Gobierno y finalmente instalado en la denominada plaza de la Policía.
Las otras estatuas con sus respectivos atributos no tuvieron mejor suerte, con excepción de las dos realizadas por nuestro primer escultor republicano, Lucio Correa Morales, que ornamentaban ya en 1884 los pedestales de acceso al Banco Hipotecario, ahora edificio de la Presidencia de la Universidad con la representación de La Agricultura y La Arquitectura. De las ocho contratadas con Pietro Costa en 1889 sólo cuatro La Industria, La Agricultura, Las Artes y El Comercio llegaron y se dispusieron contrariamente a la idea primera, en el espacio del Bosque.
Pese a las dificultades que caracterizaron las primeras décadas de La Plata, la ciudad logró finalmente consolidarse y hacia 1910, en el marco de un país en crecimiento, emprendió un sostenido repunte que se verificó en los encargos artísticos y en el desarrollo de los espacios públicos. La obra de Rocha había dejado algunas enseñanzas junto a una armoniosa trama urbana con una espléndida disponibilidad de espacios verdes y paseos y los monumentales palacios destinados a la administración pública y al gobierno, la remataban.
No todo había sido en vano, sólo que como siempre no se había hecho acopio de los errores cometidos para no volverlos a efectuar, lo que sería en el futuro una constante en el país.
FUENTE: www.eldia.com