Desde hace unos meses, Rock & Fellers se prepara para abrir su tercer local en nuestra ciudad. En este caso, la elección del lugar responde a un bar con muchísima historia local, y del que se han narrado cientos de leyendas desde su inauguración. Hoy, hacemos un repaso por la rica historia del Savoy, que continuará con la guitarra puesta.
Hace 111 años se inauguraba en el Hotel Savoy “la terrasse”, un espacio gastronómico “de primer orden”. Contaba con lo que era para entonces algo muy novedoso, como eran los ascensores eléctricos, que hasta los denominaban como “amplios y rápidos”. Su cúpula era su sello distintivo, y lo que atraía a todos los turistas a hospedarse, así como los propios residentes, que buscaban conocer el famoso Savoy.
Los inmigrantes suizos-italianos Aquiles Chiesa y Alejandro Máspoli fueron los responsables de darle luz verde al imponente recinto, el 30 de abril de 1910, en la hoy icónica esquina de San Lorenzo y San Martín.
En aquellos días previos al Centenario de la Revolución de Mayo, Rosario contaba con menos de 200 mil habitantes, y así mismo, con muy pocos hoteles. En paralelo, la inmigración obligaba a planes de ampliación de la ciudad, mientras crecía la Chicago Argentina, gracias a sus trenes que conectaban con el interior del país, y a su puerto que lo hacía con el mundo.
«El salón presentaba un magnífico aspecto, producido por la variedad de tapices, las guirnaldas de flores entrelazadas y numerosos espejos que reflejaban sobre la distinguida concurrencia los rayos luminosos que emanaban de los artísticos artefactos eléctricos»
La gran fiesta inaugural trajo a las celebridades de la época, que comenzaron a marcar al Savoy como un espacio exquisito, sobrio y elegante. Gracias a su tamaño, con el tiempo empezó a extenderse para ser más que un hotel: en su terraza comenzaron a proyectarse ciclos de películas, acompañados por un bar y un restaurant. Como curiosidad, Rosario no volvería a tener un cine a tan alto, incluso en épocas de complejos.
Llegando a la década del 60, el bar Savoy se convirtió en uno de los bares icónicos de la cultura rosarina. En sus mesas se presentaban una amplia variedad de destacados artistas, políticos y escritores argentinos. A la par, aparecían distinguidos empresarios, que utilizaban sus mesas para conversar con sus nuevos asociados.
Un incendio ocurrido en 1968 había puesto en jaque la continuidad del Savoy, pero fue la convicción de sus dueños, los que lo llevaron a renacer con aún más fuerza; cambiando su nombre a Confitería Savoy.
Desde ahí, miles de parejas, amigos y familias siguieron festejando sus encuentros en la esquina de San Martín, donde en las noches tocaba un piano de fondo, haciendo una velada de película. De la misma forma, los chefs podían ser galardonados como los mejores de la región, así como los mozos tenían el premio a la más amplia atención.
Ya el 15 de febrero de 2007, un cambio de dueños obligó a cerrar por un tiempo, para que el 1 de abril de 2009 fuera reinaugurado, tras ser adquirido por nuevos inversores. Así, una nueva remodelación buscó mantener su esencia, pero llevándola al Siglo XXI. De esa forma, siguió escribiendo su historia, para no detenerse, y sumar nuevas vidas en las páginas del residente rosarino.
Un nuevo cambio de dueños obligó al Savoy Grand Café a cerrar nuevamente, esta vez para una reforma total, que le dará una nueva impronta, alejada de la clásica que presentaba tanto de día como de noche.
Su última velada fue entre lágrimas, con clientes y amigos. Con Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale cosbre el escenario. Y es que el Savoy Grand Café no parte: su esencia seguirá ahí, se cambiarán detalles y nombres, pero el alma de siempre estará presente.
FUENTE: Julián Torrisi – diariotintanova.com