Los barcos abandonados o semihundidos que jamás iban a zarpar partieron. El agua luce quieta, sin vida pero sin muerte ni camalotes de basura descomponiéndose. El olor es a río. Por momentos fuerte, pero no nauseabundo. El viejo puente transbordador dejó de ser una mole negra y está pintado de gris.
El poeta y compositor Enrique Cadícamo no reconocería esta nueva postal del Riachuelo. Una postal que permite volver a navegarlo y disfrutarlo, aunque sigue estando contaminado.
El 8 de julio se cumplieron 14 años del fallo de la Corte Suprema que le ordenó a Nación, Ciudad y Provincia que sanearan la cuenca Matanza-Riachuelo. Desde entonces, hubo algunos cambios visibles, aunque falta mucho para que se pueda decir que las partes involucradas cumplieron el mandato judicial.
El cambio principal se nota desde el agua. La Fundación X La Boca, integrada por un grupo de empresarios y vecinos, quiere mostrarlo y, para eso, invita a subir a una lancha de la Subgerencia de Higiene Urbana en Cuencas Hídricas de la Ciudad.
En un muelle frente a Vuelta de Rocha, el director de Relaciones Institucionales de la Fundación, Gabriel Lorenzo, explica: “Como el río está judicializado, para navegar hay que pedir permiso a ACUMAR (la Autoridad de Cuenca Matanza-Riachuelo) y a Prefectura. Queremos que vuelva la navegabilidad regulada deportiva y entre Cinco Bocas y Barraca Peña ya es posible. Tenemos que apoderarnos del Riachuelo”.
El Juzgado Federal Correccional N° 2 de Morón, que monitorea el saneamiento, ya habría recibido pedidos al respecto. Por ahora, las lanchas del Gobierno porteño y las de ACUMAR son las únicas a la vista. Además están los botes que cruzan entre Capital e Isla Maciel. Cobran $30 por adulto o $5 por niño.
Desde 2006, una vez al año también aparecen cientos de botes y kayaks en la Remada X el Riachuelo, un evento impulsado por la Fundación y la Federación Metropolitana de Remo. El circuito empieza en los diques de Puerto Madero y llega hasta el Club de Regatas Avellaneda. Este año, su 12° edición se hará el 5 de noviembre.
De momento, la única posibilidad de navegar por el Riachuelo es en estas lanchas oficiales. Junto al muelle el agua se ve algo más aceitosa y flotan algunas botellas y bolsas de plástico y envoltorios de helados y alfajores. Hay catamaranes barredores que van y vienen recogiendo la basura. Los desechos que juntan van a parar a una “olla” o contenedor de residuos flotante.
Pero no se siente olor a podrido. Hace 20 años, cuando Clarín hizo una recorrida similar, en este mismo punto el aire era irrespirable. Y en otra en 2006, la situación no había cambiado. El agua explotaba en burbujas de gases venenosos. Se navegaba entre basura y peces muertos y la hélice de la lancha se enredaba en la inmundicia.
Cuando se lograba avanzar, el paisaje era fantasmal. Había más de medio centenar de barcos, la mitad de ellos hundidos. Todas esas embarcaciones fueron extraídas.
Esta vez, la lancha avanza sin dificultad ni escollos. El agua, que antes era densa y viscosa, ahora fluye. Pero eso no significa que esté limpia. De acuerdo a la información que ACUMAR publica en su web, los valores de oxígeno disuelto de la cuenca baja del Riachuelo siguen siendo inferiores a 1 miligramo por litro, lo que imposibilita la vida.
Además, la calidad del agua superficial no llega a los valores objetivo fijados por una resolución de ACUMAR de 2019. Las estaciones de monitoreo que están a la altura de la Ciudad de Buenos Aires y los partidos de Avellaneda, Lanús y Lomas de Zamora detectan una calidad mala o muy mala del agua, por la presencia de contaminantes como fósforo o sulfuros.
El mayor contaminante son los líquidos cloacales: en la cuenca viven 5 millones de personas y la mitad no tiene cloacas. Esto se revertirá cuando esté terminado el Sistema Riachuelo, que construye AySA.
El Camino de Sirga: de asentamientos y ocupaciones a espacio verde
La lancha sigue viaje. Del lado de Provincia, está Dock Sud, con sus parques logísticos y fábricas. A la derecha, en la costa capitalina, aparece la histórica Barraca Peña. La embarcación se desliza por debajo de los puentes Pueyrredón nuevo y viejo. Las márgenes se tornan barrosas y el agua en algunos puntos sí burbujea con intensidad. Pero no se ven caños clandestinos vertiendo líquidos dudosos.
Tampoco hay más casillas casi colgadas de la orilla, ni están los basurales donde sus habitantes descargaban desechos. La lancha pasa por donde alguna vez estuvieron el asentamiento Luján y, más allá del Puente Bosch, la Villa 26. Sus familias fueron relocalizadas en viviendas nuevas.
En este punto, todavía hay bastante por resolver: según ACUMAR, se solucionó el problema de vivienda del 34% de las familias que habitaban en asentamientos sobre la cuenca. El porcentaje aumenta si se considera a quienes habitaban sobre el Camino de Sirga: el 75% ya fue reubicado.
Dejar ese espacio libre junto a ambas márgenes, como pidió la Corte y también ordena el Código Civil de la Nación, también cambió el paisaje. Del lado de la Ciudad hay un espacio verde en el que están plantando árboles. También hay ciclovías.
No sólo los asentamientos obstruían el Camino de Sirga, también lo ocupaban empresas y oportunistas. Poco antes de llegar al Puente Victorino de la Plaza, la lancha pasa junto a un relleno rectangular sobre el Riachuelo, sobre el que ahora crece pasto.
“Lo hizo un privado, que cobraba por retirar residuos áridos y los descargaba acá. Hasta que fue desalojado”, cuenta Javier García Elorrio, el subgerente de Limpieza de Márgenes, que trabaja bajo la órbita del Ministerio de Espacio Público porteño.
La lancha se detiene al llegar a un meandro pronunciado del Riachuelo. El mapa indica que pasándolo se encuentra la villa 21-24, que aún se recuesta sobre la orilla. Alguien dice que es hora de volver. Un tramo del regreso se hace sobre un pontón, que es la embarcación que se usa para retirar los residuos de la parte costera del asentamiento, porque no pueden llegar otros vehículos.
La última parte de este viaje se hace en la lancha, que pasa de largo en Caminito para llegar hasta el viejo Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, inaugurado en 1914 y restaurado hace poco. Es uno de los 8 que quedan en todo el mundo.
Cerca del muelle se ven algunas gaviotas y hasta patos. Esta vez, la navegación por el Riachuelo se parece más a un paseo, ya sin el asco de la podredumbre a flor de agua. Al menos, hasta donde se llega a ver.
FUENTE: www.clarin.com