En el sector internacional de la terminal de Retiro los tres scanners que deberían utilizarse para controlar el equipaje de los pasajeros solo juntan papeles, botellas y bolsas vacías de comida. Los cables cuelgan de las cintas transportadoras detenidas y los monitores de computadora, tan viejos como inútiles, están apagados y mugrosos. Araceli Wharton espera junto a parte de su familia antes de ingresar a la zona de embarque de donde salen ómnibus hacia Bolivia, Paraguay, Chile, Brasil y otros países de la región. “Hace doce años llegué de Perú como inmigrante y lo primero que vi de Buenos Aires fue la terminal de Retiro. Hoy vengo a despedir a mi hija que viaja a Perú y la encuentro igual. Nada cambió”, dice girando la cabeza de un lado a otro tratando de encontrar diferencias de una época a otra.
Araceli no exagera. Una de las terminales más importantes de la ciudad de Buenos Aires, por donde circulan al menos 50.000 personas por día, parece de otra época y hay sectores sumergidos en el abandono. Lejos parecen haber quedado dos procesos licitatorios elaborados por la gestión del ex ministro de Transporte de la Nación, Guillermo Dietrich, para terminar con la concesión que desde hace 27 años está en poder de la empresa TEBA SA de Néstor Otero, con contratos vencidos y prórrogas otorgadas de 2006 en adelante.
Las nuevas autoridades de Transporte manejan, por estos días, dos alternativas posibles para cambiarle definitivamente la cara a la terminal. A pesar que hay una licitación en marcha, con dos oferentes que presentaron toda la documentación y hasta renders de sus proyectos, la alternativa más viable es lanzar una nueva licitación y dar por finalizado todos los procesos iniciados en la gestión anterior. Otra posibilidad, quizás más remota, es que el ministerio conducido por Mario Meoni intervenga las instalaciones para terminar con las renovaciones automáticas. Durante los próximos 60 días se podría conocer la decisión final.
Los dos baños del sector internacional están cerrados y sólo uno de ellos se habilita en los casos que lo requieran los pasajeros con discapacidad. El olor a orín invade y se mezcla con un tufo rancio mezcla de olor a comida, transpiración y humedad. No solo es patrimonio de esa zona, sino que se replica en los pasillos donde se ubican las boleterías, en la planta baja y el primer piso, y el acceso a la terminal que da a la avenida Ramos Mejía.
Ninguna de las dos cintas transportadoras que están en la rampa de esa entrada principal funcionan. Una está tapada con una estructura de durlock con agujeros por donde se puede ver mugre y telarañas; la otra sirve para que algunos changarines hagan la siesta en una jornada agobiante por el intenso calor porteño. En la vereda de Retiro, hace varios años, se había instalado una cinta similar que tuvo el mismo destino: funcionó durante poco tiempo, luego se convirtió en el símbolo del abandono y, finalmente, se quitó.
“Es una terminal detenida en el tiempo, vieja, le falta tecnología. Hace un tiempo parecía un aeropuerto con las cabinas de preembarque que tenían un poco más de seguridad y ya no están más. Tampoco funcionan muy bien los monitores para ver televisión y cargar los teléfonos. Para los pasajeros es cómoda, pero le falta mejoras”, opina Walter Nicolás Dekimpe que la utiliza tres o cuatro veces al mes para viajar entre Buenos Aires y Entre Ríos.
Los renders que mostraron las dos empresas que participaron de los dos procesos licitatorios proyectan una realidad diferente a lo que allí se ve. Fueron presentadas por las firmas Terminales Terrestres Argentina, ligada a Otero, y un consorcio formado por Neuss Capital S.A. y empresarios uruguayos. La propuesta de Otero se basa en la mejora de todas las instalaciones y la construcción de un hotel más un centro de convenciones. Mientras que Neuss y sus socios uruguayos ofrecen generar un paseo comercial y la puesta en valor de toda la infraestructura.
Los diseños simulan modernas construcciones que pueden ser comparadas con ciudades como Dubai o Qatar, pero en Retiro los baños apenas funcionan. “Cuando voy a usarlos están colapsados, con todo el orín de otras personas que no se va cuando tiro el botón. Eso me resulta muy molesto porque pretendo usar baños limpios”, dice Edgardo Díaz que atiende un puesto de venta de accesorios telefónicos, peluches, mates, termos y varias cosas más.
Sin cambios
“Hace diez años que estoy en el puesto de diarios y no cambió nada en ese tiempo. La falta de mantenimiento es notoria, pero a los pasajeros no les importante mucho el contexto porque están de paso. No tengo esperanza que cambie porque vi pasar muchas promesas que nunca se cumplieron. Siempre está igual”, se sincera Rodrigo Palacio mientras atiende el kiosco.
El diariero tampoco exagera. La terminal arrastra varias promesas de cambios y de inversión, necesaria para una estructura que tiene un movimiento mensual de 30.000 colectivos. Otero, el mandamás de Retiro desde 1993, recibió varios favores y poco hizo a cambio. El primero, en 2006 cuando venció el contrato de concesión, el por entonces secretario de Transporte de la Nación, Ricardo Jaime, le otorgó una prórroga de diez años en el contrato de explotación. En 2016 lo mismo hizo el ex ministro de Transporte, Guillermo Dietrich, pero por menos tiempo y con una licitación en marcha.
Ese proceso se lanzó en febrero de 2017 y preveía una inversión de al menos 500 millones de pesos. Los pliegos establecían que la propuesta ganadora debía hacerse cargo de la “administración, explotación comercial, reparaciones, ampliación y servicios complementarios de la Estación Terminal de Omnibus de Retiro (ETOR)”.
Por vicios en el procedimiento el llamado quedó sin efecto en diciembre de 2018 y en mayo del año pasado se lanzó una nueva licitación para cubrir una inversión mayor, cercana a los 1000 millones de pesos. Otero y el Grupo Neuss continuaron con sus propuestas y ahora esperan una definición. “No vamos a tomar en cuenta la licitación anterior. La idea es armar una nueva o encontrar otra solución porque no puede haber más renovaciones automáticas”, avisan desde el entorno de Meoni.
Unas semanas atrás los equipos de Transporte comenzaron a trabajar para analizar jurídicamente el caso y encontrar una salida rápida. La intervención de Retiro es una de las alternativas en análisis, aunque no es la principal opción. Mientras tanto la terminal sigue desagrándose con ascensores y escaleras mecánicas sin funcionar, goteras en días de sol, dispenser de agua sucios y con basura y palomas que revolotean entre los restos de comida.
FUENTE: Mauricio Giambartolomei – www.lanacion.com.ar