Los pisos originales con dibujos de veleros y palmeras, las mesas con tapa de granito oscuro, los espejos redondos, los silos de café en grano. Todo sigue ahí para que el cierre de La Puerto Rico el año pasado parezca solo una pausa en su más de un siglo de historia. El bar notable del Casco Histórico porteño reabrirá sus puertas antes de fin de mes.
El café de Alsina al 400 oficializó su cierre en marzo de 2021, tras un año de remo continuo por parte de Esther Álvarez, la única a cargo desde que en 2012 muriera su marido Manuel. Le era imposible mantener el bar en un Microcentro desierto. Hoy, empresarios gastronómicos con amplia experiencia en la zona se preparan para darle nueva vida al local, que volverá a tostar su café y ofrecerá shows de tango.
“Se necesita personal: mozos/camareras, ayudante de cocina, pastelero, mozo de barra”, reza el cartel pegado sobre la amplia vidriera de La Puerto Rico. Adentro todo está casi listo, aunque la fecha exacta de reinauguración siga siendo una incógnita. Sus nuevos dueños prefieren no dar precisiones y arrancar de a poco, como quien no quiere la cosa.
Sí anticipan que el café se sumará a la Feria del Libro de Ciencias Sociales y Humanidades (FLHU), que tendrá lugar a lo largo de Alsina al 400, el domingo 11 de diciembre de 12 a 20. Es justamente la cuadra que une la Manzana de las Luces y la librería porteña más antigua -De Ávila- con el Buenos Aires Museo (BAM).
“Montaremos un pequeño escenario frente a La Puerto Rico donde habrá lecturas y presentaciones de libros cada 15 o 20 minutos, y espectáculos de tango al cierre. También sonará candombe con Las Lonjas de San Telmo del Centro Cultural Fortunato Lacámera. El bar sacará mesas y sillas a la calle”, detalla Edio Bassi, uno de los organizadores de esta feria de 18 puestos y 22 editoriales.
Lo viejo y lo nuevo
La Puerto Rico nació en 1887, lo que la hace uno de los cafés notables más antiguos de la Ciudad. Fue fundado a menos de 300 metros de su ubicación actual (Perú al 200) por Gumersindo Cabedo, quien vivió un tiempo en aquel país centroamericano.
En 1925 el bar se mudaría a Alsina 416, este local alargado con letras de aire art déco. Por sus mesas rectangulares o redondas pasaron José Ingenieros, Niní Marshall, Paul Groussac y Rafael Obligado, según cuenta Horacio Spinetto en su libro Cafés notables de Buenos Aires. Ángela Molina y Manuel Banderas lo conocieron cuando filmaron aquí algunos pasajes de Las cosas del querer II.
En las últimas décadas fue el matrimonio Álvarez el que llevó La Puerto Rico adelante. En 2012 se murió Manuel. También se jubiló Miguel, quien se encargaba de tostar el café aquí mismo. En 2020, el efecto de la pandemia obligó a Esther a batallar primero y cerrar después. Le llegaron muchas ofertas para comprar el fondo de comercio.
Ganaron los responsables de restaurantes como La Farola y Cabildo, quienes en estos días se dedican a formar el nuevo equipo y rastrear a los antiguos empleados de la confitería. Para lavarle la cara al local, convocaron al equipo de Pereiro, Cerrotti & Asociados, que ya renovó otros clásicos como La Ideal -que reabre en breve-, Petit Colón, La Giralda y La Ópera.
Aunque la idea rectora fue mantener la simpleza y el espíritu original, los arquitectos introdujeron algunos habitantes nuevos. Como un vitral de palmeras retroiluminado en el techo de la entrada, ventiladores de techo con aspas de mimbre -para sumar al look portorriqueño- y un proyector para partidos de fútbol en vivo ahora que arranca el Mundial.
Entre las mesas, el piano de cola, en lugar de cuerdas esconde un equipo de sonido. En el techo, las luces tienen alas, para homenajear a Ángel D’Agostino y Ángel Vargas. Sobre la barra del fondo balconea un pequeño escenario esquinado para shows de tango.
La barra de despacho para comprar y llevar ya no está más a la izquierda y al fondo, sino adelante a la derecha. “Lo hicimos así para que el escenario del fondo cobre relevancia”, explica Gabriel Aspe, el nuevo gerente. Debajo de esa pista, la barra del fondo será punto de origen del café para consumir en el lugar.
Siguen la placa de bronce que declara a La Puerto Rico café notable, el reloj redondo de números romanos, las tazas de borde dorado. Incluso los silos de café, esos dispensers alargados de granos, que volverán a tostarse en la casa, a la vista. Son de un blend de Brasil, “que se ajusta más que el café de Colombia al paladar porteño clásico”, observa Aspe, hace años a cargo del cercano restaurante Cabildo, en Perú e Irigoyen.
La carta sigue con medialunas, cremonas, pan dulce, churros para fechas especiales y pastelería de elaboración propia a cargo del maestro que venía trabajando en el bar, Aldo. Se pondrá el acento en la sandwichería, con clásicos como pavita o bien vitel toné y matambre, que podrán salir también al plato.
El chef Martín Ruiz Díaz aún está definiendo el resto de la propuesta, que tendrá tres pastas, dos o tres cortes de carne, posiblemente algún menú ejecutivo.
Aún sin la tradición tanguera de bares como La Ideal, la nueva Puerto Rico abraza el dos por cuatro en más de un sentido. Por un lado, un cartel sobre la pared homenajea a su habitué Enrique Cadícamo -que supo recibir por años a los parroquianos en forma de estatua de cera- y el tango que aquí le escribieron Enrique Bugatti y Atilio Stampone.
Por el otro, el escenario tendrá espectáculos de tango en principio los fines de semana, bajo la dirección de los bailarines Gladys Barreiro y Flavio Catuara, que cumplen un rol similar en el café Tortoni. Inclusive hay un proyecto para armar una milonga al atardecer, ahora que su vecina La Ideal reabrirá sin reincorporarla a su programa. De concretarse, sería el único bar notable milonguero.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com