Con el desmantelamiento de la playa de estacionamiento ubicada en Avenida Córdoba y Reconquista, avanza la transformación de un predio que desde hace décadas se encuentra atravesado por diferentes proyectos y polémicas. Las tierras pertenecieron en su origen a lo que fue el primer monasterio de mujeres de la Ciudad de Buenos Aires, Santa Catalina, inaugurado en 1745; esta congregación vendió una parte de las tierras, pero conserva dos construcciones que son Patrimonio Histórico Nacional en la esquina de San Martín y Viamonte.
Estas tierras están ubicadas en lo que se identifica como Area de Protección Histórica 51 – Catedral al Norte (APH). Es un sector de la Ciudad con un enorme valor patrimonial, básicamente porque se le reconoce la presencia de bienes de interés histórico, arquitectónico e incluso arqueológico. Justamente lo que se encuentra bajo tierra puede dar testimonio de una parte del origen de la Ciudad y volver a frenar cualquier proyecto. De hecho, bajo la playa de estacionamiento, hoy desmantelada, podría haber restos de dos cementerios: en uno de ellos recibían entierro las monjas de la congregación; en el otro, los esclavos y esclavas que trabajaban al servicio de la iglesia.
La manzana en cuestión es la que está conformada por las calles San Martín, Viamonte, Reconquista y la avenida Córdoba. Toda la manzana perteneció al convento de Santa Catalina. Recién en los años 60 comenzó la venta de parcelas. En la esquina de Córdoba y San Martín se construyó una torre de oficinas y viviendas, con galería comercial. La iglesia y el convento ocupan la esquina de San Martín y Viamonte; y en la otra mitad de la manzana, funcionó el estacionamiento. Justamente en este gran rectángulo, además de los cementerios, hubo otros usos, por ejemplo huertos e incluso viviendas.
Para conocer parte de la historia de estas tierras, Clarín habló con el arquitecto y arqueólogo urbano Daniel Schávelzon. Contó que además de los cementerios “había una serie de construcciones sobre calle Reconquista. Eran viviendas construidas por la Iglesia, que se alquilaban. Generalmente vivían las monjas del propio convento. Era una forma de generar recursos económicos. Existen planos antiguos y sabemos que fueron demolidas en 1980”, contó.
Respecto a los cementerios, los ubicó en Córdoba y Reconquista al de monjas; y detrás de la iglesia, al de esclavos. Schávelzon explica que durante las obras precedentes no se tuvieron cuidados de preservación. Hubo tres instancias para excavar e indagar en estos suelos, pero fueron oportunidades desperdiciadas. Primero, durante el ensanche de Avenida Córdoba; después durante la construcción de la torre de Córdoba y San Martín; y cuando se construyó el estacionamiento.
“En arqueología lo probable no es seguro. Estas tierras tienen un interés, pero de baja potencialidad, debido a todas estas alteraciones que mencionamos antes. Es necesario hacer un buen trabajo arqueológico, de excavación sistemática”, explicó.
En estos momentos hay un nueva polémica sobre estos terrenos. Trascendió que fueron adquiridos por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, quienes construirían allí un templo. La Iglesia católica manifestó su preocupación. La semana pasada le dijeron a Clarín que consideran inconveniente que se levante un templo de otra religión dentro de una manzana que tradicionalmente fue un predio católico.
Historia de polémicas
En 2011 el Gobierno porteño autorizó la construcción de un edificio de 60 metros, con seis subsuelos de cocheras, que abarcaría todo el frente de Reconquista, desde Córdoba hasta Viamonte. La organización Basta de Demoler, junto al arquitecto Lucas Terra Brandes y Felicitas Luna, recurrieron a la justicia y el Tribunal Superior (TSJ) decretó la nulidad de la habilitación.
Diez años después, la Ciudad y el propietario del lugar presentaron en la Legislatura porteña un convenio urbanístico para avanzar con la construcción de una torre sobre el lado de Avenida Córdoba, de similar altura a la existente. Como compensación, la empresa tenía que construir también una plaza pública, del lado de calle Viamonte. Finalmente el convenio no fue aprobado en la Legislatura y se descartó.
La organización Basta de Demoler envió un proyecto a la Legislatura para que la Ciudad expropie el terreno, para destinarlo a la construcción de una plaza.
Por un motivo u otro, el predio está bajo observación. Schávelzon y muchos otros colegas tienen claro que allí debe hacerse una exploración arqueológica. Más allá de que existen normativas vinculadas a la preservación de los posibles bienes que pudiera haber allí, aún resuena el famoso caso de “la cisterna de calle Moreno”.
En Moreno 550, una desarrolladora trabajaba en la construcción de los cimientos de un edificio, cuando se toparon con lo que luego sería catalogada como la cisterna más grande jamás hallada de la Buenos Aires colonial. Perteneció a la casa de la familia Ezcurra, en la que además vivió Juan Manuel de Rosas. Si bien la empresa primero permitió el ingreso de la Ciudad para realizar las excavaciones pertinentes, luego cerró el perímetro de la obra. Intervino la Justicia y hubo un final positivo en toda esta historia: los propietarios entendieron el valor del tesoro que tenían entre manos, afrontaron los gastos de lo que significó la excavación, modificaron el proyecto original y construyeron un museo de sitio. Desde junio el lugar está abierto al público y viernes y sábados se organizan visitas guiadas gratuitas (más info en www.paseodelacisterna.com.ar)
La comunidad de arqueólogos y arqueólogas tiene la lupa puesta ahora en el predio de Santa Catalina. Por un lado, al haber documentación que avala la existencia de dos cementerios, la excavación será un paso ineludible para los desarrolladores; pero por otro lado, es también una forma de “liberar” el terreno. Si hubiera vestigios, se deberían realizar las investigaciones correspondientes; y trabajarían en la remoción los profesionales que corresponda -si hubiera huesos de restos humanos, por ejemplo- y luego la obra debería continuar sin interferencias. Tal como ocurrió en Moreno 550. La existencia de vestigios no implica que no sea posible hacer una obra.
FUENTE: Silvia Gómez – www.clarin.com