Desde el momento que supimos que el terreno a intervenir era dentro del Barrio 31, entendimos que no iba a ser nada fácil. Luego de estudiar la configuración urbana del barrio debíamos diseñar una Escuela Técnica para la UBA.
Rápidamente surgieron las problemáticas del barrio -una porción de ciudad que por tan largo tiempo quedó relegada y desregularizada-, y las de sus habitantes.
Nuestra intención proyectual más potente fue generar un impacto intencionado en el barrio que, a su vez, respondiera de manera directa a su problemática en cuatro aspectos:
Lograr una vinculación del barrio con el resto de la ciudad; hacer un edificio que interpele a quien lo mira e invite a ingresar; generar lugares para el conocimiento y el saber abiertos a toda la comunidad y dotar al barrio de espacios públicos para la vinculación social, cultural, artística y académica.
Desde la fachada principal, el edificio marca un gesto de apertura en relación con el tejido urbano (plaza seca) y propone un ingreso elevado.
Metafóricamente, invita a ascender, a ingresar a través de un gran pórtico a la educación.
La primera planta, más pública, genera un doble patio central que toma varios niveles. El ala Norte adopta un carácter más público y concurrido debido a su relación con el fuelle urbano con la plaza seca, el anfiteatro, los accesos al auditorio, la cafetería, sala de exposiciones y la biblioteca en el 1° piso.
El ala Sur se configura en cierto punto más regulada. Si bien ambas tienen independencia operativa, ésta permanece abierta en horario nocturno. Allí operan los talleres, laboratorios, aulas y están los accesos a los dormitorios.
En el 2° piso, siguiendo el acceso por escalinatas desde la fachada principal, se llega a dos terrazas semi-públicas. El proyecto se arma y desarma desde su dimensión ética, estética y funcional.
Comentario de la Cátedra
El equipo entendió desde el comienzo el propósito del ejercicio: un edificio que invite a la gente a acercarse a la cultura.
Una plaza en vinculación directa con la apertura que genera la cancha Güemes del barrio, abre las áreas sociales de la escuela en planta baja y genera un diálogo perfecto para que la gente se interese por las actividades culturales que se proponen.
Las áreas pedagógicas en las plantas superiores permiten la apertura para las actividades sociales los fines de semana o fuera del horario de cursada, optimizando el uso del edificio hacia la sociedad.
Durante la cursada estos sectores se vinculan por el interior formando parte de las actividades propias de la escuela.
Hay una sensibilidad especial en el desarrollo del trabajo ya que uno de sus autores, César Sanabria, sumó su mirada como vecino y referente del Barrio, agregando un valor especial a la propuesta.
Las metáforas de apertura a la cultura y la educación como medio para ascender en la vida se ven reflejadas en la expresión del edificio.
La Arquitectura como “Ideología construida” y la formación de profesionales con vocación de servicio son temas centrales en nuestro taller.
Este trabajo representa una lectura de las necesidades de la comunidad y la búsqueda creativa de producir espacios con un alto grado de integración social y adecuado uso.
Los autores
César Luciano Sanabria (37 años) y Mateo Montiel Lovaglio (25 años) desarrollaron juntos el proyecto final de carrera. Además de su pasión por la Arquitectura, los une el deseo de transformar la realidad en primera persona.
“Soy el primer arquitecto de mi barrio y espero que haya muchísimos más”, anuncia César, vecino del Barrio 31. De origen humilde, su papá le enseñó el oficio de la construcción y, luego de mucho esfuerzo, acaba de dar su última materia.
Empezando por su barrio, su sueño es “ver urbanizados las más de 4000 villas a nivel federal”. Actualmente, lidera un grupo de profesionales que viven en villas y zonas vulnerables compuesto por MMO, estudiantes de Arquitectura y otras carreras afines a lo urbanístico que se llama Nutram (en lengua mapuche significa historia, arte, cultura).
La iniciativa busca generar proyectos arquitectónicos para barrios humildes y articular con el Estado. Además, César es docente de A1 en FADU UBA, estudia periodismo y es gerente de programación en una radio FM.
“Me gustaría indagar un poco más en la docencia y en la política. Ambas son muy buenas herramientas para cambiar cosas de la realidad que no nos gustan”, dice Mateo, que se recibió de arquitecto en febrero, aunque sigue estudiando en FADU la carrera de Diseño de Imagen y Sonido.
“Cuando mi humor lo permite escribo, me encantan los simuladores de vuelo, la geografía y los mapas”, destaca.
Mateo es también actor y trabaja en cine. Mientras se prepara para grabar una película para Netflix, afirma: “Aunque no parezca, el cine y la actuación tienen una estrechísima relación con la Arquitectura”.
FUENTE: www.clarin.com