“Y cada vez que partí, llevé conmigo la imagen de mi barrio”. Más de medio siglo atrás, Benito Quinquela Martín definía de forma simple y bella lo que Buenos Aires significaba para él. De esa ciudad de palacios fastuosos y conventillos obreros que encandiló a escritores, pintores y tangueros queda cada vez menos.
Es que la demolición del patrimonio arquitectónico porteño avanza a toda marcha, dando paso a torres cuya monotonía es apenas el primero de sus problemas.
Conmovida por esta situación, la arquitecta y artista Natalia Anush Kerbabian creó “Ilustro para no olvidar”, un proyecto de Instagram donde, a través de sus dibujos, honra a “la arquitectura que nos habitó y nos caracteriza”, a la vez que denuncia la destrucción imperante.
“Cuando dibujo tomo un montón de parámetros que me interpelan, que tal vez no están ligados a la ley o al estudio más intelectual, sino que atraviesan de manera emocional, sensible, la historia. A muchos les pasa esto y me parece importante hablarlo”, cuenta a Ámbito.
Cómo cambió su vida, la idea de volcar su trabajo en un libro y la lucha conjunta por la identidad de una ciudad, a continuación.
Inquietud
Vecina de Colegiales, Kerbabian tiene 40 años y es arquitecta desde hace 14. Si bien la preservación del patrimonio siempre estuvo entre sus inquietudes, fue en 2021 cuando notó la cantidad alarmante de obras y demoliciones actuales y futuras que poblaban Buenos Aires.
Eran, ni más ni menos, la manifestación terrenal del nuevo Código Urbanístico y Edilicio, cuyo impacto se postergó por la pandemia.
Las ruinas y carteles la angustiaron, pero su Día D fue presenciar en vivo la demolición de un edificio histórico en Vidal y Olazábal.
“Me bajó toda la ficha. Todo lo que venía mascullando y masticando esos meses, de ver tapiarse tres obras en la misma manzana, tanto movimiento en detrimento de la calidad de la ciudad, se condensó ahí. Le puse el nombre, grabé el video y me puse a dibujar. No paré de dibujar”, explica.
Su denuncia en las redes sociales enseguida encontró eco en grupos vecinales y asociaciones que hacen frente al avance de las topadoras. Así se generó un tráfico de información que robusteció sus conocimientos sobre decenas de inmuebles de la Ciudad.
Finalmente, el 22 de julio de este año, nació “Ilustro para no olvidar”. Fue con el dibujo de aquella casa que la artista vio desaparecer frente a sus ojos. “Olazábal y Vidal, 4 casonas demolidas en junio del 2022”, rezaba ese primer epitafio.
Identidad
Para Kerbabian, la Buenos Aires demolida conjuga tres aspectos: patrimonio, identidad y pérdida de la historia. “También podés hablar de pérdida de calidad de vida, hacinamiento e imposibilidad de acceso a la vivienda. ¿Quién compra tantos departamentos? Yo no lo entiendo. A mí me cuesta alquilar. ¿Quién va a comprar tantas cosas que están levantando?”, se pregunta.
Sobre este punto, considera que “hay una especie de ingratitud respecto de la historia que supimos construir”.
“Una cosa –amplía– es lo que está estipulado en la ley y otra cosa es lo que percibimos como colectivo. Vos tenés una obra de Palanti, que era un arquitecto de la hostia, pero también tenés al tano que tuvo que cruzarse todo y levantó su casa chorizo. Eso representa un montón de aspectos de la historia también”.
En Buenos Aires rige la Ley de Promoción Especial de Protección Patrimonial, que abarca a los inmuebles porteños “cuyos planos hayan sido registrados antes del 31 de diciembre de 1941”.
De acuerdo a un relevamiento realizado en 2011 por la Ciudad junto a la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, por entonces existían 140.527 edificios de valor patrimonial anteriores a esa fecha, pero solo 18.195 fueron indicados como inmuebles protegidos.
¿Qué se puede hacer entonces? La arquitecta opina: “Tenemos voz, tenemos que hacer la denuncia. Llevar a la Legislatura las defensas, juntar firmas. Si todos hablamos del tema, seguramente no va a ser lo mismo. O por lo menos no hacérselas tan fácil”.
Al respecto, destaca la labor de Basta de Demoler, una asociación civil establecida en 2007, cuyo objetivo es la “conservación del patrimonio arquitectónico de la Ciudad de Buenos Aires, recurso no renovable en peligro de extinción”.
En su página web hay un mapa colaborativo con “demoliciones de patrimonio arquitectónico que están transformando Buenos Aires”. Allí los vecinos y vecinas pueden sumar sus denuncias.
Proceso
Hoy Kerbabian se la pasa dibujando. “Ilustro para no olvidar” le cambió la vida. Aunque lo disfruta, admite que el proceso puede ser “abrumador”.
“A veces voy, me siento frente a los edificios e ilustro antes de que los demuelan. Otras, recibo imágenes y voy a las bases, a los registros, a Google Maps, a los mapas de la ciudad”, detalla.
Su técnica es mixta. Primero, dibuja a mano alzada, en tinta y con pluma; después digitaliza la obra y la colorea con acuarela. Una vez terminada, comparte la ilustración en Instagram junto con fotos del inmueble original, datos técnicos y, si fue demolido, con la ausencia que lo reemplaza.
Antiguas casonas, hoteles y viejos comercios conviven en su cuenta con relatos y vivencias sepultadas bajo la mirada indiferente cuando no cómplice de la gestión de la Ciudad.
El toque humano lo aportan las historias y los detalles, tanto personales como de terceros, que su creadora añade en los posteos.
“Hay un montón de gente que me contacta porque reconoce su casa dibujada. Me dicen que o se murió la madre y ya no la pudieron mantener, o se fueron y tuvieron que cerrar el negocio. En 2020 pasaron muchas cosas que facilitaron los mecanismos de adquisición del terreno. Después es todo pim pum pam: voraz. Muy veloz”, grafica.
Libro
A futuro, Kerbabian desea convertir el proyecto en un libro. Su intención es hacer una suerte de índice con las “bajas” de esta época separadas por año y sumarle las manifestaciones de las personas que vivieron en esos inmuebles.
Como su trabajo es autogestivo, se puede colaborar con ella comprándole un “cafecito” mediante la página “cafecito.app”. A cambio, Natalia entrega una lámina digital ilustrada de una casa que tuvo lugar en la historia de la Ciudad.
En apenas un mes de vida, “Ilustro para no olvidar” ya tiene más de 25 publicaciones y casi 4.000 seguidores. A paso veloz, se convierte en una referencia para movimientos y personas preocupadas por la preservación del patrimonio histórico.
“Yo siento que Buenos Aires es un crisol tan peculiar que se vuelve poesía. Que vos podés caminar como una cantidad de melodías en texturas, formas, en un eclecticismo casi único, porque la historia nos fue dotando de una mixtura tan amplia que se integra en las calles”, reflexiona.
“Si nos ponen un edificio al lado del otro, ya no es más Buenos Aires: es un edificio al lado del otro”, cierra.
FUENTE: Joaquín Rodríguez Freire – www.ambito.com