Noviembre es el mes del turismo en Buenos Aires. Florecen los jacarandás; llega el abierto de polo; el clima ayuda; se suma la noche de los museos y gana adeptos la maravillosa y única oferta cultural que representa el patrimonio arquitectónico de Buenos Aires, confirmado en todas las encuestas como el primer argumento esgrimido por quienes nos visitan.
El patrimonio, recurso no renovable, aliado con el turismo puede garantizar un ingreso de divisas que mueva el amperímetro, como lo hizo en España. La industria sin chimeneas representa el 11% del PBI peninsular; con un ingreso anual de 83 millones de personas que dejan en las arcas US$74.000 millones.
Después de Francia es el país más visitado de Europa, tras una política de marketing que comenzó con el sol, siguió con los paradores nacionales y culminó con una red de museos que dio vuelta la economía de la Península al transformar el país aislado de Franco en una nación hiperconectada vía Internet y con una oferta museística fenomenal, que va de La Coruña a Málaga; de Oviedo a León.
El ejemplo más conocido es Bilbao, que de viejo astillero y ciudad decadente, consecuencia de la reconversión industrial impuesta por el ingreso a la Europa comunitaria, pasó a ser “la” meca del turismo global con la apertura del Museo Guggenheim, diseñado por Frank Gehry a fines del siglo XX.
Una sucursal de la espiral de Frank Lloyd Wright de la Quinta Avenida, impulsada por su astuto director, Thomas Krenz, aliado en este proyecto con los poderosos banqueros vascos. El museo puso a Bilbao en el mapa. Y al arte de moda.
El último fin de semana, Buenos Aires estuvo en la agenda de miles de visitantes por la segunda edición de Art Weekend. Tres días en tres circuitos por 40 galerías, con la organización de arteBA, la cámara de galerías Meridiano, el apoyo del gobierno de la Ciudad y del Banco Santander, aliado estratégico que tiene pergaminos ganados por su acción en España, con la importante colección de la familia Botín y la sala de exposiciones de la Ciudad Santander, en Bohadilla del Monte.
El tour urbano de Art Weekend potenció la oferta y concentró la demanda. Mientras tanto, un centenar de especialistas y amantes del patrimonio recorrían en la provincia de Buenos Aires el legado increíble del arquitecto Francisco Salamone (Epecuén, Saldundaray, Azul, Laprida, Alberti y Balcarce), construido por encargo del gobernador Fresco a fines de los años treinta. Salamone y su dantesca obra fue un poderoso imán para los conocedores convocados por el Congreso Mundial de Art Deco, organizado por la Copperbridge Foundation, con base en Miami. El Congreso culminó esta semana con más de 20 conferencias dictadas por especialistas en el NH City Hotel, a metros de Plaza de Mayo.
Hay una audiencia creciente que viaja para aprender más sobre la arquitectura pastiche que la inmigración nos legó.
Nuestro patrimonio es un capítulo fuera de todo manual de arquitectura. Todos los estilos conviven en la misma ciudad: fachadas de piedra París; molduras italianizantes; tecnología alemana; estaciones de trenes británicas; palacios franceses y el “invento” de la Casa Chorizo, respuesta criolla al corsé del lote de 8,66 metros de frente.
En la lejana Buenos Aires se ensayó y se estrenó el cemento armado. Se levantó el primer rascacielos sin hierro, que es el Kavannagh, proyecto de los arquitectos Sánchez, Lagos y De la Torre. Y se construyeron edificios que siguen siendo motivo de asombro entre quienes nos visitan: el Palacio Barolo, el Edificio Safico, la galería Güemes, los docks del puerto, las estaciones de Retiro y de Constitución. Ese patrimonio tangible es un recurso no renovable y el mejor aliado del turismo que viene.
El 47% de los turistas viaja por razones culturales y el Malba está primero en la lista de museos por visitar en Buenos Aires. El arte tracciona turismo. París lo sabe. El Louvre es el museo más visitado del mundo y acaba de anotar un número sideral de visitantes: diez millones de personas llegan a París para ingresar al templo del arte, por la pirámide de vidrio diseñada por el chino I.M. Pei. La cifra será superada este año, cuando entren en el cómputo las multitudes que convoca Da Vinci y la celebración de los 500 años con la sonrisa impávida de la Mona Lisa. Solo basta con anotar que China es el país del mundo que más gasta en turismo.
Son 1200 millones y han comenzado a moverse. Un buen negocio de los próximos años será hablar mandarín y acompañar los tours llegados de Beijing a la última cuadra palaciega de Buenos Aires: avenida Alvear entre Rodríguez Peña y Montevideo. La escala obligada será, sin duda, el misterioso Palacio Maguire de arquitectura Tudor, donde la reja libra una batalla desigual con un gomero insurrecto. Selfie asegurada.
FUENTE: Alicia de Arteaga – www.lanacion.com.ar