Aldo Rossi, interesante arquitecto del llamado neorracionalismo italiano defiende con fervor la idea de respetar el pasado y tratar de “ver” sus mensajes. La arquitectura es, dijo, historia construida, aprender a interpretarla y rever aquellas propuestas que consideremos interesantes. En el plano filosófico valorar la racionalidad que es la única herramienta que tenemos para evitar los dos peligros que nos acechan: el fascismo y la destrucción del planeta. Estos pensamientos, vigentes hoy, alientan lo que se llaman utopías negativas, es decir defendernos con la ecología y negarnos a elegir mesianismos políticos destructivos.
Pero esta propuesta es un paseo por esta ciudad, hoy vapuleada con violencia urbana, quemas campesinas indiscriminadas, sequía interminable y con la llegada inminente de los mosquitos, que vienen por nosotros ávidos del calor veraniego.
En medio de este raro mundial, comprando televisores o buscando reuniones con amigos para ver partidos emocionantes que se realiza en un país tan rico y restrictivo que da miedo…
Buscar aquellas casas de fin de siglo, cuando se construyen el puerto, la Avenida Belgrano, el hospital Centenario, el Teatro del Círculo de los amigos de la Biblioteca Argentina, boulevares, estaciones de trenes, a través de una poderosa fuerza de trabajo en una sociedad poblada de inmigrantes seguros de haber elegido un sitio para su vida y la de sus familias. El obligado traslado desde países empobrecidos por las guerras o la búsqueda de horizontes más felices no apaga el deseo de un futuro promisorio.
Hay formas estilísticas de la época, autores importantes, variedad de gustos y mezclas que se revelan ampliamente en lugares emblemáticos como el Boulevard Oroño o el sur de la ciudad. En ambos casos no se ha preservado el enorme patrimonio de esta ciudad, donde a veces una patética planta baja sostiene enormes superficies habitables en altura, sin entender que la arquitectura no es la fachada, sino la creación de espacios sorprendentes. A veces recuerdo que los mismos profesionales que demuelen edificios históricos aquí en Rosario, viajan a visitar venerables sitios a países lejanos… para expresar su admiración ante antiguas construcciones… algo raro y contradictorio, al menos.
En recorridas casuales interesa descubrir un tipo de vivienda que aún sobrevive en algunas calles del centro y en los barrios. Es la casa unifamiliar con balcones esperando que la próxima generación construya su existencia arriba de los padres o abuelos. Balcones terminados con o sin rejas, listos a ser usados… Terrazas que no tienen parrillas ni enredaderas para ser habitadas por sus dueños. Aquellos “costruttores matricolatos” convencidos de su futuro y el de sus familias… paredes sin inscripciones de sus autores, militantes de la fe urbana, aún en pie , guardando el misterio infinito del amor al sitio donde llegaron… y de su futuro.
Los invito a ver el mundial pero cuando salgan a caminar, intenten descubrir esos espacios listos a alojar familias cuyos balcones desde las alturas aún las esperan… Casas estilo esperanza, podrían llamarse. Agradezco su presencia.
FUENTE: María Zulema Amadei – www.pagina12.com.ar