Otro proyecto para instalar una torre pende sobre la suerte del monasterio de Santa Catalina de Siena, uno de los complejos arquitectónicos más antiguos de la Ciudad. Defensores del patrimonio y la propia comunidad del templo temen que se apruebe la construcción de un edificio de más de 20 pisos en la misma manzana, que afectaría esta gema de tiempos coloniales en pleno centro porteño.
La iglesia y el monasterio de Santa Catalina fueron construidos en 1745 por el jesuita Giovanni Andrea Bianchi. Ambos fueron declarados Monumento Histórico Nacional y están dentro del Área de Protección Histórica 51, ya que se ubican en San Martín y Viamonte. Se proyectó levantar un edificio a la vuelta de ese complejo, en Córdoba y Reconquista, la esquina de una parcela de media manzana que llega hasta el cruce con Viamonte.
En esa media manzana funciona un garaje comercial al aire libre. Mientras que el edificio se emplazaría en la franja norte de esa parcela, el resto sería destinado a una plaza parquizada construida por la misma desarrolladora, como contraprestación por construir en un Área de Protección Histórica, que constituye una excepción al Código Urbanístico (CUr).
Esa excepción fue en principio habilitada por un convenio urbanístico firmado en septiembre del año pasado entre el Gobierno de la Ciudad y la inmobiliaria Nehuente S.R.L. (antes Sociedad Inversora Santa Catalina de Siena), propietaria del terreno. La empresa viene de desarrollar Torre Devoto, un edificio de 16 pisos con amenities en la avenida Beiró al 4600. En la Legislatura, el proyecto no pudo conseguir los votos suficientes para ser convalidado.
De construirse, el nuevo edificio podría tener más de 20 pisos. Es que al lado, sobre Córdoba, está la setentosa torre de la Galería de las Catalinas, con 23 plantas. Gracias al enrase que habilita el Código Urbanístico (CUr), las edificaciones linderas pueden tener una altura similar.
Desde la Secretaría de Desarrollo Urbano remarcan que la obra les parece “un proyecto interesante porque genera además un nuevo espacio público”. Pero aclaran que por ahora no será tratada en la Legislatura y seguirá “bajo análisis, ante los distintos pedidos que surgieron de la sociedad sobre el tema”.
Una manzana (des)protegida
No es la primera vez que se planea una torre en esa manzana. Hace una década el Gobierno de la Ciudad aprobó la construcción de un edificio de 18 pisos más cinco subterráneos para cocheras en la misma parcela de Reconquista entre Córdoba y Viamonte.
La obra fue frenada gracias a un recurso de amparo de la ONG Basta de Demoler en 2014. La cuestión de fondo fue resuelta dos años después con una sentencia del Tribunal Superior de Justicia contra la mencionada Sociedad Inversora Santa Catalina de Siena (hoy Nehuente S.R.L.) y el Gobierno de la Ciudad por no hacer participar a las instancias de consulta correspondientes, entre ellas la Secretaría de Cultura y la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos.
En el recurso de amparo, la ONG había expuesto que la obra provocaría “daños enormes al monumento” y afectaría la atención espiritual propia del monasterio. Y agregaron que el terreno en cuestión es “un fabuloso yacimiento arqueológico que no ha sido objeto de ningún estudio de estas características”.
Convocada en el proceso judicial, la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos había señalado que aquella obra era “de una escala tan desmedida” que iba a implicar la “pérdida irreparable de los valores patrimoniales que sostienen a este importante testimonio de la historia”.
“Ese edificio iba a hacerle perder al lugar todo lo mágico, lo cultural y lo histórico que tiene. Pero el tema principal pasaba por las irregularidades del Ejecutivo de la Ciudad para con los ciudadanos, que tienen un derecho sobre ese patrimonio”, señala el abogado de la comunidad de la iglesia de Santa Catalina, cuya identidad prefiere mantener en reserva. Similares argumentos se esgrimen hoy para oponerse a una nueva obra, aunque sea solo en parte de la parcela.
Todo plaza
Basta de Demoler presentó el año pasado un proyecto de ley para expropiar la media manzana lindera al monasterio y crear allí una plaza. “La propuesta responde a los intentos del Gobierno de la Ciudad de habilitar nuevas torres en el lugar a pesar de que el Tribunal Superior de Justicia fallara en contra de esta posibilidad”, explica Mauro Sbarbati, referente de la organización.
“La nueva plaza verde y pública daría un marco adecuado para preservar y apreciar el conjunto colonial, reduciría el efecto isla de calor urbana y permitiría saldar el déficit de espacios verdes en la Comuna I -observa Sbarbati-. Y, al estar circundada por el rectorado de la UBA y una sección de la Untref, podría tener un uso asociado a esas instituciones y ofrecer espacios para actividades culturales y de esparcimiento”.
Desde Basta de Demoler imaginan incluso una conexión entre la nueva plaza y el patio de Santa Catalina, lo que restablecería la situación de la época colonial, cuando era un único solar ocupado por las distintas actividades de la vida monástica.
Casi tres siglos de historia
Muchos relatos acumula este monasterio en sus 277 años. Entre ellos, el haber sido lugar de confección de miles de escapularios con la imagen de la Virgen para el Ejército del Norte liderado por Manuel Belgrano. O haber sido profanado por los invasores ingleses en 1807 y luego convertido en hospital improvisado para los heridos de ambos bandos.
Funcionó como monasterio hasta 1974, cuando las monjas se mudaron a San Justo. En 2001 empezó a ser restaurado por el arquitecto Eduardo Ellis y el equipo de Casa Foa. Desde ese mismo año, el complejo funciona como Centro de Atención Espiritual para quienes circulan o trabajan por el Microcentro.
Según cuenta la comunidad del propio monasterio, el complejo de dos plantas tiene celdas para 40 monjas conventuales y está construido íntegramente de ladrillo y cal. La circulación se da en torno a un patio central rodeado de corredores de techos abovedados. Allí funciona un café de lunes a viernes de 10 a 18 y se organizan eventos familiares y corporativos.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com