Tener oficinas o habitaciones silenciosas es el deseo de muchas personas. Si bien hay muchas estrategias para lograrlo, hay una que es muy curiosa: uno de los secretos para no tener ruidos molestos es revestir las paredes con botellas vacías. Un nuevo prototipo de técnica de absorción de sonido desarrollado en conjunto por la firma de arquitectura NBBJ, con sede en Seattle, e investigadores en acústica de la Universidad de Washington muestra que este tipo de materiales son muy eficaces y útiles si se incrustan dentro de edificios o paneles de madera, y a partir de los cuellos estrechos y las amplias cavidades vacías podrían servir como trampas de sonido arquitectónicas.
El efecto que realiza es sencillo: al ajustar estas formas para que resuenen con longitudes de onda acústicas específicas, en particular las bajas frecuencias del habla humana, los paneles del techo o de la pared perforados con agujeros parecidos al queso suizo pueden capturar y neutralizar el ruido. Las pruebas de prototipos dentro de la oficina de NBBJ midieron reducciones de ruido de alrededor de 13 decibeles. En términos de percepción de ruido en el espacio, eso es una merma de ruidos molestos del 60%.
En un contexto en el que los trabajadores regresan paulatinamente a sus oficinas, el problema del ruido es un problema diario. Puede haber cosas que la gente se haya perdido de trabajar en una oficina, pero el ruido no es una de ellas. Y en el entorno de oficina moderno, con la voz humana es omnipresente, compañeros de trabajo conversadores y muchas superficies duras como escritorios que reflejan el sonido, es difícil huir del ruido. Los edificios ecológicos, que son cada vez más comunes en realidad están empeorando el problema, ya que funcionan mal cuando se trata de perturbaciones acústicas, en gran parte porque sus materiales naturales tienden a ser más duros y más reflectantes del sonido.
La ciencia detrás de esta absorción de sonido es simple y compleja. Por un momento imagine el sonido creado al soplar a través de la parte superior de una botella. El tono resultante está determinado principalmente por la frecuencia de resonancia de la cavidad dentro de la botella, donde la presión del aire soplado vibra, resuena y vuelve a salir como sonido. Pero sin la presión adicional del aire soplado, digamos, solo el sonido general de una voz humana en una habitación, el sonido entraría en el cuello de esa botella y esas frecuencias específicas que resuenan en la cavidad en su mayoría desaparecerían. Las ondas acústicas resuenan con el interior de la botella y luego chocan con la diferente forma del cuello de la botella, disipando su energía. El sonido se transforma en calor y ya no es audible.
Para probar este concepto, NBBJ y la Universidad de Washington evaluaron a través de computadoras la acústica de tres espacios de oficinas existentes para determinar los sonidos de baja frecuencia que deberían reducirse y dónde la absorción de sonido podría ser más efectiva. Luego comenzaron a probar matrices de formas de botellas que absorben el sonido, conocidas como resonadores de Helmholtz, construidas en pequeños marcos de madera, con los pequeños cuellos de las botellas hacia afuera y las cavidades ocultas en el interior. Después de varias pruebas, encontraron una matriz óptima de estas cavidades de resonador para absorber las bajas frecuencias comunes del habla humana y las molieron en una gran madera laminada cruzada en forma de panel que se puede colgar en una pared o en el techo.
Los paneles se instalaron en las oficinas de NBBJ, donde las mediciones de la consultora acústica Arup mostraron que los paneles reducían el ruido perceptible en un 60%. Estos tienden a ser blandos, a menudo hechos de materiales sintéticos con una alta huella de carbono. Para lugares como entornos de atención médica, los paneles acústicos esponjosos son demasiado difíciles de mantener limpios y seguros.
El enfoque basado en resonadores ofrece una alternativa que se puede incrustar en superficies duras que son más fáciles de limpiar. Además de sus paneles de madera prototipo, NBBJ y la Universidad de Washington están probando su uso en paredes y salas de conferencias prefabricadas. Incluso ven el potencial de que los resonadores se incorporen a la estructura de los propios edificios. Un beneficio adicional es que la incrustación de estos resonadores huecos en losas de piso o paredes daría como resultado que se usara un poco menos de cemento o madera en los proyectos, lo que reduciría su huella ambiental.
FUENTE: Nate Berg – www.lanacion.com.ar