Cuenta la historia que mientras buscaba la vacuna para la polio, Jonas Salk se encontraba agobiado. Decidió viajar a Italia y en la Basílica de San Francisco de Asís dio con la vacuna. Convencido de que la basílica había sido fundamental para su inspiración en 1965} fundó, junto al arquitecto Louis Kahn, el Instituto Salk, una instalación científica que buscaba alentar la creatividad y terminaría sentando las bases de la relación entre espacio y productividad. Y, más adelante, la neuroarquitectura.
Esta disciplina tiene diferentes aplicaciones: utilizar la ciencia para crear espacios más acordes a nuestras necesidades puede ayudar a optimizar nuestras viviendas y otros espacios es una de ellas. No es novedoso que nuestro entorno influya en cómo descansamos, producimos y nos sentimos.
Los beneficios de esta ciencia
Utilizar neuroarquitectura podría traer un sinfín de beneficios. Sin ningún costo extra en el presupuesto de obra, la neurociencia y su creatividad ayuda al bienestar emocional dentro del lugar.
En los colegios podría impactar en el rendimiento de los alumnos. Hacerlo en espacios de trabajo podría tener consecuencias positivas en términos de productividad y creatividad de los colaboradores. Y en otros lugares en donde es fundamental mantener la calma, como en salas de espera, habitaciones de hospitales y centros médicos, puede tener un impacto directo en la salud o en la recuperación de los pacientes.
Colores y materiales
Los colores y los tipos de materiales ejercen una gran influencia en nuestra mente. Por ejemplo, un ambiente totalmente blanco genera ansiedad. “Los colores pasteles comunican calma y los vibrantes invitan al movimiento”, explica María del Mar Danuzzo, encargada de arquitectura comercial en una empresa que presta servicios para la construcción.
La forma en que se utilice el color puede llegar alterar completamente la apariencia del espacio y, al mismo tiempo, influir en el estado de ánimo y la creatividad de las personas. Por ejemplo, el color azul y algunos verdes intermedios pueden ayudar en las tareas que requieren creatividad.
A la hora de diseñar tenemos que tener bien planificadas las funciones de cada espacio. Por ejemplo, en la cocina también nos reunimos con amigos, es un momento de encuentro, por lo que todas esas funciones “piden” determinadas terminaciones o colores, que no son las mismas que una habitación donde descansamos.
Espacios verdes y luz natural
La sensación de estar encerrados genera estrés y disminuye la productividad. La luz natural aumenta la concentración y favorece la calma. Por eso los espacios verdes son centrales y dan vida. Las vistas al exterior de los edificios o casas, mejoran el estado de ánimo de quienes habitan esos espacios. Igual rol cumple la iluminación: la luz natural ayuda a la concentración de las personas y genera un ambiente más amable que la luz artificial. Este tipo de luz obliga al cerebro a esforzarse más en la tarea a realizar y eso incide negativamente en la productividad. Además, la luz natural acerca a los individuos con el exterior de los espacios.
Muebles y formas
Otro elemento importante en la neuroarquitectura es el mobiliario y sus formas. Donde hay muchas superficies duras, se produce un eco de las ondas sonoras y esto causa estrés. Las formas redondeadas o curvas, en cambio, resultan más acogedoras, y calman, mientras que las formas más agudas, nos ponen en alerta.
Al saber, mediante esta ciencia que tu casa influye en tu cerebro y, ergo, en tus emociones es importante contemplar en nuestros espacios esos elementos o características que van a ayudar a sentirnos mejor y más productivos.
FUENTE: www.0223.com.ar