Todo arquitecto cumple el rol de empresa constructora en la medida en que conforma una estructura que desarrolla con medios propios la totalidad de una obra de construcción. Con lo cual, aunque se dedique a realizar pequeñas reformas en viviendas, le caben las mismas condiciones que a una empresa de gran envergadura, explica Gustavo Di Costa, especializado en gestión de obras y costos.
En la situación actual definida por el “desconcierto”, Di Costa pone en consideración un “malentendido sobre la formación de precios” que indica que el beneficio es la diferencia entre el costo y precio. “Nunca es así, hay que considerar al menos los costos indirectos y los gastos generales”, según el coordinador de cursos en la SCA y CPAU, y del sitio de capacitación contecnicos.com.ar.
Así, el beneficio que se estima habitualmente para la construcción, del 8 al 10%, solo es real “si haces las cosas bien”, aclara. “La productividad entra ahí. Si tapás los problemas de la productividad metés la mano en el bolsillo del beneficio y te descapitalizás”, resume. Y amplía: “El costo directo suma de insumos productivos, materiales, mano de obra, herramientas equipos para optimizar la productividad y subcontratos”. Por otro lado, los costos indirectos son “los que mantienen la nave a flote, independientemente si hay o no trabajo”, aclara. Por ejemplo, funcionamiento del estudio o empresa, costos y gastos fijos (administración, contador, asesor tercerizado, servicios o alquileres”
Si en el costo directo la productividad gravita para seguir siendo competitivos o no perder margen de beneficio, en la reducción de los costos indirectos se puede aprovechar “la enorme ventaja” del home office y los espacios de coworking.
Otra cuestión para seguir de cerca, según el especialista, es el costo financiero, es decir, mantener el valor de dinero. Para lo cual “es fundamental entender cuánto tiempo realmente se va requerir para terminar el trabajo”, destaca.
A su vez, el costo empresario corresponde a la ganancia que se lleva el dueño: si desarrolla un rol será un costo indirecto, o fijo si es un sueldo. En cambio, “el beneficio es un billete que entra en el chanchito en forma de dólar”, compara Di Costa. En parte, será destinado a hacer crecer el emprendimiento: comprar un plotter o una revocadora para ser productivo, mandar a capacitar a gente a cargo.
Recién después de analizar todas esas variables, el empresario está en condiciones de poner un precio; el cual puede estar influenciado por una estrategia comercial.
Por último, Di Costa aconseja siempre tener todo en regla. Explica que contratar monotributistas con un seguro no cubre al profesional en la gran mayoría de los casos. Y recomienda animarse a armar una mini empresa constructora. “Registrarse como empresa puede dar pánico porque no hay diferencia de tamaños en las exigencias y es altísima la carga impositiva; pero abre muy buenas posibilidades de trabajo en obras chicas y consorcios”, cierra.
FUENTE: Paula Baldo – www.clarin.com