Cada vez hay menos y, con cada uno que se va, se pierde una historia: son los antiguos carteles de las calles de la Ciudad, esos nomencladores enlozados azules que dejaron de fabricarse a principios de los setenta. Un proyecto de ley propone darles protección patrimonial, primero en el Casco Histórico y, si la idea prospera, en otros barrios.
El proyecto, presentado por la legisladora Cecilia Ferrero (Vamos Juntos), fue impulsado por Rodolfo Sánchez, un vecino de Parque Chas que desde hace seis años hace un rescate fotográfico: toma fotos de esos antiguos carteles, indaga en sus historias
Toda esa información se difunde sus cuentas de Facebook e Instagram @barolo_patrimonio, que nada tienen que ver con el Palacio Barolo: es la unión de las iniciales de la Ciudad y de su apodo, Rolo.
Planos y bombé, simples o con un fino marco blanco, algunos con el viejo escudo de la Ciudad: más de 900 placas de calles fotografió Sánchez, que es geólogo y, en sus ratos libres, se dedica a engrosar su colección de fotos de estas piezas de valor patrimonial, que sólo indican el nombre de la calle, pero testimonian una forma de producir y comunicar a lo largo del siglo XX en Buenos Aires.
Mientras tanto, estas placas van desapareciendo de las esquinas porteñas, por vandalismo, descuido o desinterés. De hecho, varios de los nomencladores que Sánchez fotografió ya no existen, como uno en Cerrito casi Arroyo, frente a la Embajada de Francia. Hay avenidas que los han perdido por completo, como Libertador, Cabildo, Alem. Y ya no volverán: este tipo de carteles dejaron de colocarse en 1973.
Los más nuevos son negros y de plástico reforzado. Además de la calle, indican altura, sentido y comuna. De tanto en tanto, son retirados por alguna obra y con suerte dejan al descubierto algún cartel enlozado, como uno que apareció recientemente en la calle Fraga, en Chacarita. Muchos se pierden justamente por una construcción, o porque son robados para ser vendidos a entre $ 5.000 y $ 13.000.
Por eso es que Sánchez elaboró el proyecto, que propone designar bienes integrantes del patrimonio cultural de la Ciudad a 86 carteles enlozados y 19 placas de bronce en cuatro Áreas de Protección Histórica (APH): 1, 1-14, 35 y 51. El texto se enmarca en la Ley 1.227 de Protección al Patrimonio Cultural de la Ciudad, promulgada en 2006.
De aprobarse, la norma se limitaría a áreas del Casco Histórico, la Avenida de Mayo y los alrededores de las plazas San Martín y Fuerza Aérea Argentina, en Retiro. La idea es, en un futuro, extender esa protección a carteles de otros barrios de la Ciudad.
¿Qué implica esta protección? Que el Gobierno porteño disponga las medidas necesarias para su conservación, restauración y puesta en valor. En la práctica, dispondría que, si se demuele una casa, se preserve el cartel, se notifique de su existencia y se lo reinstale en su lugar. O que las cuadrillas que instalen o reinstalen señalética nueva envíen las viejas a un repositorio.
El proyecto ya fue girado a la Comisión de Cultura de la Legislatura y, si obtiene dictamen favorable, pasará al recinto para su aprobación. “Tenemos más de un año para eso, antes de que pierda estado parlamentario. Yo le veo buenas chances. Ya tiene el visto bueno preliminar de las áreas vinculadas al patrimonio urbano de la Ciudad”, celebra Sánchez.
Pero hay distintas formas de preservar el patrimonio porteño. Y, mientras espera la aprobación del proyecto, Sánchez sigue compartiendo su pequeño acervo en redes. “Para visibilizar los carteles, cuento alguna historia, algún dato o curiosidad. La historia está anclada en un lugar geográfico que tiene placas, y pongo esa placa en la foto que ilustra la historia”, explica.
En sus trayectos aleatorios por la Ciudad, Caballito es el barrio donde más carteles de este tipo descubrió este vecino. Le sigue Flores. El más antiguo que encontró es el del pasaje Tres Sargentos en su cruce con Alem, en la ex caballeriza presidencial donde hoy se construye el Mercado de los Carruajes. Es de 1916, más de un siglo en el mismo lugar.
“Los más chic son dos en Barrio Parque, que están ensamblados en unos faroles de pie muy elegantes”, cuenta Sánchez. También se topó con uno con una tipografía particularmente delgada en la breve calle Mahatma Gandhi, de Caballito. “¿Habrá sido un intento creativo para recrear la delgadez del líder indio? ¿O tal vez sólo un esfuerzo por economizar espacio?”, se pregunta. Y sigue buscando.
FUENTE: Karina Niebla – www.clarin.com