¿Quién no se ha sacado una foto en los Lobos siendo chico o ha pasado por allí viendo la cantidad de personas que a diario lo hacen?
Sacarse una foto en los Lobos es haber estado en Mar del Plata, es querer retratar no sólo el paso por la ciudad sino la intención de dejar plasmado un anhelado momento de descanso, playa, vacaciones, familia.
Infinidad de imágenes se tomaron en torno a la obra. Ya en la década del ’40 vemos mujeres delante de las esculturas luciendo sus trajes de baño o trajecitos de cintura ceñida, hombres de elegante vestir, niños sentados entre sus aletas, enamorados en la luna de miel, familias enteras posando para la deseada estampa que reflejaba la alegría del paso por la ciudad.
Se presentan como los guardianes de nuestras playas, dan la bienvenida a la tradicional Bristol a la que todos hemos disfrutado alguna vez.
Hablar de los Lobos es ir para atrás en el tiempo y recordar un sinnúmero de anécdotas que atesoramos de nuestros veranos allí. Los barrenadores de telgopor, las carreras de autitos de formula 1 en las escalinatas de piedra, los fotógrafos invitando a los turistas a “guardarse” el momento, los barcitos con sus pequeños platitos de picadas, la pileta cubierta, los juegos de pelota a paleta…
Los Lobos son Mar del Plata, son nuestra historia e identidad, los símbolos más representativos de la ciudad, aquellos que la identifican en el país y el mundo.
Forman parte del proyecto de urbanización de la bahía Bristol, diseñado por el arquitecto Alejandro Bustillo que fue aprobado en el año 1938 y que incluía la construcción de dos edificios de escala monumental e iguales características, una plazoleta seca y donde proponía la recuperación de la rambla que tenía la anterior
francesa.
Fueron ideados por el escultor argentino José Fioravanti y realizados en piedra extraída de canteras de la zona. Se piensa que los emplazaron en 1942 pero ningún documento lo acredita con exactitud.
Íconos indiscutibles de la ciudad, representan a los mamíferos que establecieron su asentamiento en la costa hasta mediados del 1800. Por ello esta zona era conocida como “la Lobería Grande”; antes que la localidad y luego ciudad recibiera el nombre de Mar del Plata.
Poseen una doble declaratoria como Patrimonio Histórico Nacional, una a través del Decreto 349 del año 1999 en donde no fueron especificados, pero sí incluidos, dentro del conjunto urbano del Casino, Hotel Provincial y plazoleta Almirante Brown y por el Decreto 769 del 2019 donde recientemente se los identifica y describe.
Han sido elegidos como imagen principal de publicidades y marcas, el lugar para actos públicos, políticos y películas. Lamentablemente también utilizados, innumerables veces, para todo tipo de manifestaciones que los transformaron en blanco de hechos desafortunados de vandalismo que atentan contra la propia identidad.
Denuncias sociales, preferencias futbolísticas, graffitis que se imponen sobre la piedra pretendiendo ser leídos sin considerar el daño que no sólo se le hace a la obra sino a la memoria colectiva. Reconocer el valor que representan es iniciar el camino de su protección y cuidado, los Lobos son Mar del Plata y más allá de las declaratorias existentes, su preservación es tarea de todos.
José Fioravanti
Artista autodidacta, nacido en Buenos Aires en 1896. Es autor de monumentos referenciales y esculturas que conviven en el espacio público con millones de personas periódicamente. Se inició muy joven en el arte y expuso en prestigiosos museos del mundo.
Fue distinguido con premios significativos a lo largo de su vasta trayectoria, galardones que muy pocos escultores han conseguido obtener.
Su capacidad para crear fue destacada por grandes críticos en la línea histórica. A sus obras las podemos encontrar en plazas y espacios cotidianos probablemente desconociendo que son de su autoría, lo que es innegable es el reconocimiento que ha tenido sobre los Lobos de la Rambla Bristol más allá del interrogante acerca de la realización material de los mismos. Fioravanti falleció en 1977.
FUENTE: Costanza Addiechi – www.lacapitalmdp.com