Peter Wohlleben (Ing. Forestal)
El latido del bosque
Pasó más de veinte años trabajando como guarda forestal, gestionando madera. La observación y la curiosidad le llevaron a querer saber más de lo que ocurría en el bosque y lo hizo a fondo. Convertido ya en un gran experto, su libro La vida secreta de los árboles fue un superventas y llevado al cine en el 2020. Ahora edita en España E l vínculo secreto entre el hombre y la naturaleza (Obelisco), en el que cuenta los últimos y sorprendentes descubrimientos científicos sobre el comportamiento de los bosques y sobre lo que nos une a ellos. “Cada vez descubrimos más que aún somos parte de la naturaleza, ese sistema maravilloso, y que funcionamos siguiendo las mismas reglas que las demás especies. Cuando esta idea se imponga lograremos proteger la naturaleza”.
Usted empezó administrando árboles como madera.
Sí, aún hoy en día cuando estudias para ser guarda forestal te enseñan a administrar madera. Yo he tenido que hacer un proceso para entender la grandeza de los árboles.
¿Qué pasó?
El desencadenante fue un tronco viejo talado que continuaba dando hojas. Me di cuenta de que el resto de árboles del entorno le ayudaban a mantenerse vivo, lo alimentaban, había colaboración entre ellos, y esto me fascinó.
¿Y empezó a investigar?
Sí, colaboro con la universidad, lucho por crear una carrera para poder estudiar el mantenimiento del ecosistema de los bosques, y he creado una academia del bosque.
Hábleme de la vida de los árboles.
Sabemos que en las puntas de las raíces hay una especie de cerebro. Los árboles madre reconocen mediante estas terminaciones a sus propios hijos y les suministran nutrientes. En las raíces se toman decisiones.
¿Qué otras decisiones?
Si tienen por ejemplo que rebajar el consumo de agua y cerrar los poros de las hojas. Las raíces tienen impulsos eléctricos –tal y como ocurre en nuestro cerebro– para comunicarse sobre la presencia de insectos nocivos. Pero por el momento solo podemos detectar comunicación de estrés y no de bienestar.
Tal vez hablen de sus cosas.
La comunicación de estrés se puede también oler. Ese olor típico que percibimos en los pinos cuando vamos al bosque en verano es una comunicación de estrés por la sequía.
¿Los árboles se organizan en familias, en tribus…?
Los árboles frutales son individualistas, pero se ha confirmado que los árboles de los bosques de Europa son familiares y pueden llegar a crear amistades con otros tipos de árboles, lo sabemos por cómo se juntan sus raíces.
¿El mundo vegetal tiene consciencia?
Sí, existe una conciencia porque perciben el dolor. Las plantas tienen la capacidad de suprimir el dolor emanando una sustancias, tal como lo hace el humano.
¿Cómo es la consciencia de los árboles?
Los árboles se abren camino con la punta de las raíces. El árbol siente, saborea, prueba y decide dónde y cómo seguir.
¿Qué entendemos por conciencia?
No existe una definición consensuada, pero sí se puede decir que es saber quién eres y dónde estás. Lo saben los mamíferos, animales como las abejas y también el mundo vegetal. Los árboles memorizan, aprenden y transmiten su aprendizaje.
¿Por qué ayuda una especie de árbol a otro de otra especie?
Es como un sistema social, los árboles saben que solo en comunidad pueden lograr su supervivencia. En las últimas décadas siempre se ha hablado de una lucha entre las plantas, pero los biólogos han visto que no es una lucha sino una cooperación. La naturaleza es cooperativa.
¿Existe comunicación entre el mundo vegetal y el animal?
Existe entre los árboles y los insectos, de hecho hay unas avispas que ponen sus larvas en las hojas de los árboles y si hay una amenaza para ellas los árboles se lo comunican.
¿Cuál es el vínculo entre los humanos y la naturaleza?
Los árboles tienen una clara influencia en nosotros. Para mí lo más fascinante ha sido ver que hay una bajada de la presión arterial cuando estamos en el bosque.
Entiendo.
Otro estudio confirmado es que un paciente hospitalizado solo con el hecho de tener un contacto visual con un árbol necesita menos analgésicos. Hay una relación emocional entre el hombre y los árboles y esto me hace creer que hay esperanza, que intentaremos luchar por su conservación.
Pero ellos no nos necesitan.
Los árboles existen desde hace 300 millones de años y nosotros solo hace 30 millones, así que seguramente no están interesados en nosotros.
La ciencia está estudiando si los árboles tienen algo similar a un corazón.
Intuimos que hay un ritmo cardiaco. El agua se bombea del suelo hasta las copas de los árboles y se ha visto con mediciones láser que los árboles se contraen y dejan caer sus ramas y vuelven a levantarlas cada tres o cuatro horas.
Hablemos de inteligencia.
El ser más tonto es un organismo unicelular, como una especie de hongos que sabemos que tienen una conciencia espacial. También se ha podido demostrar que hasta las moscas de la fruta tienen la capacidad de soñar y que las plantas tienen una cierta capacidad de ayudarse entre ellas, de cuidar a las demás.
¿A dónde quiere llegar?
La concepción de que nosotros somos seres superiores es más bien cultural e ideológica y no tanto una consideración biológica o científica.
¿Qué quiere transmitirnos?
Pasee por el bosque, eso nos hace conectar con él y crear consciencia. Y reducir el consumo de carne sería una gran ayuda para la creación de bosques. En EE.UU. y en Europa, el 80% de las tierras se utilizan para la cría de ganado.
FUENTE: Ima Sanchís – www.lavanguardia.com